• 16/09/2012 02:00

El otro lado de la justicia

Panamá, 5 de septiembre de 2012. Señora Defensora:

Panamá, 5 de septiembre de 2012

Señora Defensora:

¿Podría una acción policial tener repercusiones negativas en alguien?

Quizás sea algo ilógica la pregunta, pero válida después de ver miradas de desprecio de niños hacia unidades policiales en medio de diferentes acciones de profilaxis.

En cada operativo que hace la Policía regularmente pensamos en los delincuentes que se llevan presos, las armas y drogas que se decomisan, y los medios estamos acostumbrados a exaltar esta labor, pues nos toca informar sobre el cumplimiento de la ley, pero más allá de eso hay historias que quizás tienen una visión algo diferente a lo que percibe la sociedad en general.

En los barrios populares los operativos de policiales son casi comunes, allanamientos y detenciones, y en medio de todo esto vemos a los más pequeños, a los niños, que solo miran desde lejos lo que pasa en su entorno, un entorno que posiblemente sea su forma de vivir y que para ellos, en su inocencia, es normal, es legal. De allí nace mi pregunta: ¿Habrá algún afectado por éstos operativos de profilaxis?

Dos ángulos: el que la ‘sociedad’ sabe que hay que hacer: detener a los delincuentes y decomisar armas o drogas; y el que narro a continuación tras una experiencia vivida.

En una ocasión, en medio de una cobertura en un barrio de la ciudad de Panamá, conocí lo que a mi juicio es una cadena de resentimiento entre la población y la autoridad.

En una de las casas allanadas se encontraron varias armas de fuego, también había droga y dinero en efectivo. Todo indicaba que era el punto de venta de cocaína más importante de la calle.

En este hogar vivía una familia convencional, el esposo, la mujer, el primogénito, de unos 10 años, y la pequeña niña de 8 años. El padre trabajaba todo el día desde casa y en el hogar no faltaba nada, la esposa ayudaba al marido y los niños llevaban una vida normal: iban a la escuela, tenían sus juguetes y hasta aparatos tecnológicos, que eran poco comunes en ese lugar. Para ellos, una familia feliz, una familia normal.

Un día, la normalidad de la rutinaria vida de esta familia se ve interrumpida, personas uniformadas y armadas derribaron la puerta de la casa para llevarse al padre y el producto que vendía. En el portal de la casa, asustados y sin poder hacer nada por su padre, los hermanitos abrazados lloraban. Esperaban que alguien les dijera qué hacer o a dónde ir, mientras escuchaban gritos e insultos dentro de su hogar. Lo único que alcancé a ver, en medio de lágrimas, fue una mirada de desprecio del niño hacia un agente policial.

En medio de este panorama, ¿cómo pueden imaginarse los niños que el trabajo que hace su papá y con el que viven cómodamente es un delito?

Dentro de esa inocencia, que se une a la falta de información y orientación, cómo decirle a un niño que la Policía está haciendo su trabajo y que es lo correcto.

Desde la óptica del niño: se llevan a su padre, que lo único que hace es trabajar, destruyen el negocio que les permite vivir bien, también destruyen su hogar, ahora quedan solos y seguramente la comida faltará.

Desde pequeños y por instinto reconocemos que existe el bien y el mal, pero el ambiente donde crecemos puede cambiar nuestros pensamientos y hacer del mal lo bueno y de lo bueno el mal. Algo confuso, pero real, es como ver el otro lado de la justicia.

COMUNICADOR

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