• 18/12/2012 01:00

La danza de los millones

El panameño ha quedado impactado por una naturaleza reaccionando contra los abusos que venimos acometiendo contra ella durante décadas. ...

El panameño ha quedado impactado por una naturaleza reaccionando contra los abusos que venimos acometiendo contra ella durante décadas. En lo poco que durará dicha emoción, cabría enfocar su atención nuevamente al tema de la minería a cielo abierto que se desarrolla en nuestra tropical vertiente atlántica. Las pavorosas vistas de daños televisadas en esa misma provincia de Colón brindan tan sólo una leve idea de lo que pudiera haberse dado en la aislada área de Coclesito, donde nuestros piratas gubernamentales, empecinados en saquear a su propio pueblo, se confabulan con mineras canadienses en un desarrollo tan riesgoso, que su gobierno no les permitiría en el Canadá. Ello tiende un manto del más sepulcral silencio sobre el verdadero riesgo del uso del cianuro en la minería, en un clima tropical como el nuestro.

Y muy particularmente en la serranía de Coclesito —donde en 1495 Cristóbal Colón acotó que ‘no ha parado de llover’ en los 3 meses en que recaló por esos lares— y donde hoy caen casi 5 metros de agua anualmente. La que cursa cuesta abajo, por el Corredor Biológico Mesoamericano, hacia el (hasta ahora) prístino Caribe panameño. ¿Quién garantiza que las tinas de cianuro de las minas canadienses resistirían la fuerza que destrozó la carretera Transístmica? Porque, para todo efecto práctico, la Autoridad Nacional del Medio Ambiente (ANAM) ya virtualmente no existe.

Por algo será que nuestras televisoras no incursionaron por helicóptero sobre ésa región minera, para documentar los deslaves que esta tormenta causó en áreas que, a ciencia y paciencia de un gobierno que se hace el ciego ante los avances irregulares hacia un futuro puerto de exportación en Punta Rincón, para luego forzarnos con hechos consumados (tal como intentó, derruyendo el edificio perfectamente sólido de la antigua embajada norteamericana, para evitar su donación al Hospital del Niño).

Para entender una gula que hace caso omiso del riesgo del cianuro, hay que saber los guarismos e imaginarse por dónde chorrearán, en un gobierno en donde el presidente Ricardo Martinelli hace reiteradas referencias sibilinas de estar ‘open for business’.

Los canadienses han publicado que su costo al exportar de Punta Rincón será de US$0.86 por libra, y que el precio del cobre anda hoy por $3. Ayer, en Toronto, en el artículo del Financial Post http://business.financialpost.com/2012/11/28/inmet-rejects-first-quantum-bid/ no se mencionó siquiera la terrible tormenta de esta misma semana en la provincia en donde se encuentra la mina. Pero sí dio cuenta del continuado interés sobre el proyecto en el casino al que juegan los capitalistas canadienses en sus bolsas de valores, anotando eufemísticamente entre los riesgos previsibles que les mandata divulgar su ley de valores, el que ‘Panama has no history of large-scale mining’. A fin de cuentas y en buen panameño, ello sugiere que, en caso de un derrame de cianuro, sería Panamá quien acabará pagando el pato; los canadienses simplemente deducirían la pérdida financiera de sus impuestos.

Quienes comemos 4 veces al día estamos en la obligación de velar por quienes no comen, y la mejor forma de hacerlo es promoviendo un estado de derecho que funcione como debe —con un gobierno responsable— y que piense en los panameños del mañana.

*TRADUCTOR PÚBLICO AUTORIZADO E INTÉRPRETE SIMULTÁNEO EN CONFERENCIAS INTERNACIONALES.

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