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- 17/01/2013 01:00
Caminos del PRD
Cuatro días después de consumada la entronización de la nueva dirección del PRD, en agosto pasado, desde este espacio se advirtió que ese hecho significaba el fin de la hegemonía torrijista en ese partido. La vida partidaria, su proyecto político y sus prácticas democráticas, fueron comprendidas por Omar Torrijos como el dominio de la política sobre la economía, de la moral sobre la politiquería electorera y la dignidad sobre el clientelismo. Omar luchó porque el poder del dinero no sometiera lo político. Pero ese principio fue ahogado en la elección de la nueva dirección del PRD.
Se advertía que Navarro, lejos de tranquilizar las aguas, había reducido a ese partido a un espacio en el que se iniciaba una guerra sórdida para imponer su monopolio del poder. La práctica ha demostrado que uno de los costados más endebles de Navarro es el escaso respeto a las ideas de los demás, porque no concibe las formas de convivencia sino la adhesión, el sometimiento, la uniformidad, la rendición y la entrega. Su escasa pericia política lo lleva al engreimiento de creerse que ya alcanzó el ambicionado sueño de ser presidente de la República.
De agosto pasado a esta parte lo que un importante sector del PRD y de la ciudadanía está observando es un liderazgo sin discurso, sin proyecto, como si fuera prisionero de la mafiocracia que se ha instalado en el Palacio de las Garzas. Su cacareado onceavo mandamiento pareciera un invento conveniente para no hablar contra el régimen martinellista.
La metodología política de Navarro es precaria. Opera desde el poder partidario amenazando y persiguiendo las corrientes de pensamiento que no se alinean. En los actos públicos ensaya una retórica vacía de contenido y de propuestas para no arriesgar nada. Sus mecanismos mediáticos se enfocan en un interés secundario porque no enfrenta al régimen, no cuestiona de manera frontal sus acciones, ni propone soluciones a los graves problemas nacionales.
El PRD tiene 33% de aceptación ciudadana, pero Navarro llegó al tope del 29% de la intención de votos porque no atrae a los electores extrapartidarios e independientes. Hay, además, encuestas que indican que cuatro de cada 10 miembros del PRD no lo respaldarán en las primarias de marzo próximo porque no les genera confianza.
Sin resolver la unidad partidaria, Navarro tampoco ha consolidado su imagen nacional. Para enfrentar el problema de la unidad, Navarro debe demostrar con hechos que su proclamado nuevo PRD no es una alianza con Martinelli y que su enunciado nuevo Panamá no es el seguro de vida de la mafia gobernante.
No le hace ningún favor a la unidad el empleo de las estructuras del partido como plataforma de su campaña hacia las primarias, desvirtuando la igualdad de condiciones de los demás precandidatos. De no registrarse un drástico viraje, el PRD saldrá aún más dividido de las próximas primarias.
En la práctica, Navarro parece desconocer la importancia de construir nuevas relaciones sociales. Cuando la tendencia natural de la sociedad es buscar alianzas y conformar frentes para defenderse de los atropellos e imposiciones del actual régimen, Navarro genera anticuerpos. No inspira certidumbre en la sociedad porque va en contravía de las líneas de acción de las alianzas que se han fraguado al calor del enfrentamiento al que Martinelli está llevando al país.
Se rehúsa a respaldar la convocatoria de una constituyente originaria, como parte del programa de un nuevo gobierno, a retomar el pacto de Estado por la justicia y a crear una fiscalía especial que investigue los actos de corrupción del actual régimen. No le ha dicho al país qué va a hacer con Martinelli, un transgresor serial de la ley, que se cree intocable e inmune a perpetuidad.
Navarro también guarda silencio frente al drama de la pobreza. No articula un proyecto de poder político, económico, cultural y moral que incorpore a todos los sectores sociales en la construcción de una economía nacional, democrática, justa y plena de oportunidades para todos los panameños.
La senda que debe transitar el PRD es la que lleve a crear condiciones para encauzar las potencialidades y la vitalidad ciudadanas, para adecentar la política y convocar al país a un nuevo pacto social revitalizador en lugar de esterilizar las posibilidades de desarrollarlo en toda su grandeza.
PERIODISTA