• 09/02/2013 01:00

Las rebeliones separatistas

E xisten mal contados alrededor de 60 conflictos separatistas en el mundo, unos por motivos tribales, lingüísticos, étnicos y religiosos...

E xisten mal contados alrededor de 60 conflictos separatistas en el mundo, unos por motivos tribales, lingüísticos, étnicos y religiosos, otros por discriminaciones y marginaciones en los repartos de los poderes políticos; otros por inequidades en las distribuciones de las riquezas y los usufructos nacionales de las explotaciones de los recursos naturales y algunos por razones nacionalistas e intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos de grupos de ciudadanos inconformes, de ciertas potencias y empresas multinacionales.

La mayoría de las rebeliones separatistas se concentran en África, Asia, Europa y en menor intensidad en América. Unos son alzamientos pacíficos y otros armados y, desde luego, algunos son señalados como eslabones del terrorismo. En nuestro continente uno de los casos más relevantes es el de Quebec en Canadá. En Europa, España afronta los movimientos separatistas del país Vasco, Cataluña y Andalucía. Francia, aún tiene problemas separatistas en Córcega.

Inglaterra encara los deseos independentistas de Escocia, que el próximo año acudirá a un referéndum sobre su separación de Londres. Rumania sortea el movimiento separatista de la minoría húngara en la región de Transilvania. En Bélgica los flamencos exigen su autonomía y en Moldavia la región de Dniéster pide a grito su independencia.

En Asia, China enfronta una ola de separatismos en el Tíbet, Xinjiang y de los Uigur. Pakistán enfrenta agitaciones separatistas en Cachemira y Beluchistán. India combate brotes secesionistas en Misorata, Assan, Nagaland y Cachemira. Indonesia lidia con reclamaciones independentistas en Aceh y Papúa Oriental, Tailandia sortea las luchas separatistas de las provincias de Pattani, Yala y Narathiwat. Entre tanto, Turquía encara con crudeza el movimiento separatista de los kurdos y Tayikistán trata de apaciguar los brotes secesionistas en la provincia de Gorno-Badakhshán.

La desintegración de la Unión Soviética desencadenó el resurgimiento de varios movimientos separatistas que el régimen socialista había proscrito, pero luego de su caída se revivieron. Por eso en Rusia las regiones de Chechenia e Ingushetia se revelaron buscando su autodeterminación. Idéntica situación se vive en Georgia, donde los territorios de Abjasia, dominados por una mayoría musulmana desean su anexión a Rusia y los de Osetia del sur su anexión a Osetia del Norte, amén de otros separatismos que han surgido en otras ex repúblicas soviéticas.

En África existen más de 25 movimientos separatistas, entre los cuales, las luchas secesionistas de los Tuareg en Malí y en Níger, el de los Diola en Senegal y el del Sahara Occidental que pide a Marruecos la independencia su región norte. Igualmente se presentan problemas secesionistas en Mauritania, Argelia, Sudán, Sierra Leona, Angola, Kenia, Somalia, Togo, Ruanda, Congo, Uganda, Etiopia, Burundi, Liberia, Mauritania y Nigeria, entre otros.

En África las fiebres separatistas tienen multiplicidades de causas, unas relacionadas con la manera como las potencias coloniales delimitaron sus dominios, unificando territorialmente a tribus que habían tenido ancestrales disputas. Por eso después de la independencia, los países heredaron semilleros de rencillas y endémicas discordias tribales y étnicas que han originado diversidades de rebeliones separatistas.

Otras causas están ligadas al tribalismo, la etnicidad y la religión, tres elementos trascendentales en la política africana, debido a que tienen mayores fuerzas de cohesión política en las poblaciones que las nacionalidades. En un continente donde los grupos tribales que compiten entre sí por la tierra y los recursos naturales, estructuran sus organizaciones políticas, basadas en connotaciones tribales, étnicas y religiosas. En efecto, encontramos tribus, cuyos líderes controlan durante décadas los poderes políticos y económicos en determinados países y los líderes de otras, relegados de los mismos.

Esto es lo que sucede en Malí, donde la etnia bambara, predominante en el sur y en los alrededores de su capital Bamako ha controlado desde la independencia el poder político y económico. Mientras que los tuareg, mayoristamente en el norte, donde se concentran las principales riquezas del país, han sido relegados y discriminados de los círculos del poder. En conclusión: las manipulaciones políticas de lo étnico y lo religioso han jugado y juegan roles determinantes en los brotes separatistas. Por eso cada vez más proliferan los movimientos tribales y étnicos con ropajes religiosos que luchan por las secesiones de sus feudos en contra los poderes centrales en ciertos países.

PERIODISTA Y ESCRITOR.

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