• 01/04/2013 02:00

Corrupción: sospechas y dudas

Corrupción no creo necesario definirlo. Lo tenemos en las narices. Nos ahoga. Hiede. Pero, probablemente deba hacerlo por cuestiones de ...

Corrupción no creo necesario definirlo. Lo tenemos en las narices. Nos ahoga. Hiede. Pero, probablemente deba hacerlo por cuestiones de claridad, porque ya mucha gente no lo reconoce. Lo ve como normal. Dice la Real Academia de la Lengua que corrupción es la: ‘Acción y efecto de corromper’. Corromper es: ‘Alterar y trastrocar la forma de algo. Echar a perder, depravar, dañar, pudrir. Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera. Pervertir o seducir a alguien’.

La oficina de las Naciones Unidas para la Lucha contra el Crimen y la Droga, señala que ‘la corrupción es un complejo fenómeno social, político y económico que afecta a todos los países del mundo. En diferentes contextos, la corrupción perjudica a las instituciones democráticas, desacelera el desarrollo económico y contribuye para la inestabilidad política. La corrupción destruye las bases de las instituciones democráticas al distorsionar los procesos electorales, socavando el imperio de la ley y deslegitimando la burocracia. Esto causa la alienación a los inversionistas y desalienta la creación y el desarrollo de empresas en el país, que no pueden pagar los ‘costos’ de la corrupción’. (No sé si desalienta las inversiones, Silvio Berlusconi dijo que era parte de los costos para cerrar negocios en los países).

En el punto que estamos, puedo asegurar que, la corrupción está en su etapa más crítica, en lo social y político. No por el daño a la economía o a las estructuras políticas y administrativas, sino por su efecto en la sociedad y la cimentación de la duda y el cinismo en todas las personas. Y ante todo, en la formación de jóvenes que no tiene mayores referencias de conducta social que la que han visto y vivido en los últimos años. Impera la ley de lo vivido: ‘Veo, luego practico’.

Para los que están en la encrucijada entre un tiempo en que las prácticas nocivas ligadas a la corrupción eran claramente reconocidas y, de alguna manera, rechazadas por formación y entereza moral, experimentan dos de los efectos más perniciosos que produce la misma en el ser humano: la duda y la sospecha. Sospechar, según la RAE es ‘aprehender o imaginar algo por conjeturas fundadas en apariencias o visos de verdad’; y dudar es ‘tener el ánimo perplejo y suspenso entre resoluciones y juicios contradictorios, sin decidirse por unos o por otros’.

En noviembre de 2012, unas 1,900 personas de 140 países se reunieron en Brasilia para discutir sobre ‘La corrupción en el mundo actual’. Una duda recurrente en esta 15ª Conferencia Internacional contra la Corrupción era si los países estaban más cerca de ‘poner fin a la impunidad’. ‘Los participantes exhortaron a que se impongan sanciones administrativas y penales (...) que es esencial el fortalecimiento de la coordinación entre todos los organismos pertinentes, y necesario que el Poder Judicial sea independiente y con los recursos necesarios’.

Estos son los temas importantes que deben bordear la mente del que espera varias horas en la fila para un trasporte. Del que ve pasar por el tranque un auto de lujo, con sirenas, sin placa y con escolta. Debe estar dándole vueltas en la mente; cuando sentado en la sala de espera de un hospital, preocupado porque sus seres queridos no tienen la atención debida. Cuando va a la tienda y ve que le es difícil adquirir los productos de primera necesidad. Cuando ve a los funcionarios públicos que en tan solo cinco años son dueños de propiedades de alto valor en el mercado.

Los participantes de la conferencia abogan por ‘un sistema financiero mundial depurado que funcione como un valioso bien público que requiere de acciones concertadas por todos y que ofrezca importantes beneficios para todos. Sin embargo, las complejas estructuras financieras internacionales —tales como empresas ficticias, anónimas, registradas en jurisdicciones secretas— continúan permitiendo a los corruptos ocultar los fondos robados a sus pueblos’.

Si pudiéramos llevar la discusión nacional hacia ese punto, en donde la duda y el escepticismo que tenemos todos (los que analizamos y los de la fila esperando el Metrobús), probaría ser un reto para cualquiera que desee pararse frente a un micrófono a prometer lo que sabe que no puede cumplir.

Sigo con el afán de no tratar como fundamental el tema politiquero que, mientras pasan las semanas, sigo considerando que no nos depara nada bueno. No promete mejor futuro ni a corto ni a largo plazo. Figuras de estadistas, no hay en el horizonte. Nadie que se vaya a atrever a desmantelar toda la estructura político-politiquera, la estructura legal y de justicia, gravemente comprometida y sin certeza del castigo. Reordenar el orden social y económico para beneficiar a los más necesitados. Mejorar la educación para permitir oportunidades a todos los sectores. Si los candidatos lo dicen, no es cierto. Atacar de frente y de una vez por toda la corrupción, aunque sus amigos y familiares estén involucrados. Ninguno se atreverá, aunque lo digan. Eso lo pregonan todos y en cada campaña. Seguirán prometiendo obras e infraestructuras, dádivas y limosnas, pero ninguno hará un planteamiento real y estructurado sobre el futuro social y cultural de la Nación.

Por eso no le daré mucho color, pero, me doy este espacio para tocar el tema, tratar de influir sobre el contexto actual en términos de conceptualizaciones para un mejor entendimiento sobre la realidad y sobre lo que no esperar.

COMUNICADOR SOCIAL.

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