• 23/04/2013 02:00

El triste final de los tránsfugas

Mi medio siglo en política me ha hecho conocer algo de las interioridades de la política criolla, sobre todo del actuar interesado con q...

Mi medio siglo en política me ha hecho conocer algo de las interioridades de la política criolla, sobre todo del actuar interesado con que muchos manejan sus relaciones con los demás bajo el pretexto de ‘defender los derechos del pueblo’. Siempre dirán que actúan por el interés patrio; jamás por el personal, algo que ni ellos mismos se creen.

En Panamá se ha proliferado en los últimos años la odiosa práctica del transfuguismo. Durante las fallidas reformas constitucionales propuse una norma donde prohibía que alguien electo por un partido terminara cambiándose a otro, so pena de pérdida inmediata de curul.

Tránsfuga es sinónimo de traición. Traición a ideas, a partidos, a principios, a amigos, al país. Se considera que esta práctica se prolifera como la mala yerba no por motivos ideológicos, sino por fines ilegales, inconfesables y socialmente inaceptables (Ver Wikipedia). ‘Me cambio porque me regalarán un apartamento en Costa del Este’; ‘doy el salto para ‘ayudar’ a mis electores con partidas de 2 o 3 millones, que en el camino me sirven para nombrar en el gobierno 30 personas (que no harán nada) y comprarme un Lexus 2013’. Muchas excusas encontrarán para tratar de justificar la traición pública en la que han incurrido y que debe ser escarnio para cualquier político que se jacte de responsable y serio.

El que traiciona una vez, traiciona una segunda. Hay diputados que ya han estado hasta en cinco partidos diferentes. El que no tiene columna vertebral ni principios éticos y morales, jamás los podrá obtener. El tránsfuga es un traidor potencial. Dentro de aquel a quien se entregó lo detestan, porque simplemente no confían en él. En Venezuela hay un embajador que era del COPEI y hasta fue viceministro de Relaciones Exteriores. Se cambió al chavismo: lo miran como traidor en la oposición y como arribado en su gobierno.

Ya vemos cómo un partido que antes tenía gentes muy prominentes y serias en sus filas ahora saca las espuelas, porque quiere y quiere para el 2014. Esos tránsfugas, tan apetecidos hace unos meses, ahora les hacen leyes para que no se vayan a su redil anterior; quizás ni los postulen, porque sus nuevos compañeros los miran con desdén. De nada vale ese cambiar de partidos ni obligar a estar inscrito en él. Además de irrespetar la dignidad humana, no vincula en nada al inscrito, que quizás por necesidad no se cambia, pero al momento de votar se desquitará de tantos vejámenes.

El destino de los tránsfugas es triste; causa pena. Habrán usufructuado de su vil actuar por cinco años; quedarán marcados toda su vida por lo que fueron: unos simples traidores. Quienes sigan actuando en política estimulando este tipo de comportamientos serán los que se encarguen de hacer elegir en Panamá a gente como la que llegó a Venezuela en tiempos de Chávez, y que ahora no se quieren ir, aunque perdieron. En el camino, destruyeron el país.

DIPUTADO (LEGISLADOR 1984-89, 91-94).

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