• 06/11/2013 01:00

Camino a Matachín

La ruta interoceánica cumplió hace poco, cinco siglos y ella permitió abrir otros horizontes a exploradores, aventureros y a los espírit...

La ruta interoceánica cumplió hace poco, cinco siglos y ella permitió abrir otros horizontes a exploradores, aventureros y a los espíritus visionarios que buscaron emprendimientos nuevos en desconocidos confines. La construcción del ferrocarril en el siglo XIX facilitó el transporte en esta vía de los viajeros que llegaban al istmo y que lo atravesaron hacia nuevos destinos o para encontrar oportunidades de trabajo en los proyectos canaleros.

Una migración china llegó en esa época para aportar con su cuota en las obras y enfrentaron la dimensión de las tareas, el absurdo, la fortaleza natural que luchaba contra la mano humana, hicieron titánico este esfuerzo, restó fuerzas al contingente, les llenó de angustias, desesperanzas y les trajo el fantasma del suicidio colectivo; ‘... y el dragón que se arrojó en el lago para estertorear desde el fondo su estela de leyenda.’

El poeta Javier Alvarado toma esta saga de inspiración para su último poemario, Viaje solar de un tren hacia la noche de Matachín (La eternidad a lomo de tren), editado por la Universidad de Quintana Roo, México, que corresponde a la XV versión del Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén, 2012, convocado por dicha casa de estudios y ganador entre 750 concursantes internacionales.

La publicación consta de 32 páginas con un hermoso diseño, que sirve de contexto a los versos y éstos, se asemejan a las poesías en prosa de Baudelaire para exponer un imaginario tránsito a través de los diferentes poblados —pueblos perdidos—, la mayoría desaparecidos al consolidarse la cuenca canalera con la creación de los lagos surtidores; ‘donde siguen revoloteando las historias...’

En seis estaciones, el autor habla de ausencias salvajes; de bitácora ferroviaria; sobre los huesos del tren; Matachín; recuerdo de Matachín y el último, Lin Fen, el inmolado de Matachín. Es un recorrido que evoca el tránsito, la atmósfera del periodo histórico en el contexto de la región; ‘El istmo cuelga de un moño chino / cuando no quedan restos de manos / acariciando el lomo de las puertas.’

Estos textos poéticos describen en retrospectiva las escenas que los ojos de un viajero pudo contemplar a través de la selva y no se agota en la vivencia, pues imagina los colores, olores del trópico, vistosidad de las flores, plantas y la cambiante condición del tiempo que confunde el barro con la vegetación, ‘ese bosque que bosteza y se marcha y abre los manglares con sus dotes...’ para preguntarse por esos trabajadores venidos de oriente.

El bardo luego de analizar la extraviada condición de los pobladores de esa época y resaltar la desaparición de las comunidades, se pone en la piel de los chinos que fueron extraídos de su tierra para ser instalados en esta realidad, al igual que en el oeste estadounidense y pone de manifiesto la angustia de dejar su hogar, familia y costumbres, cambiadas por faenas extenuantes en el istmo.

Toma como centro de la narración el lugar conocido como Matachín, situado en una región ya inundada por las aguas y rememora su condición de estación para peregrinos que ha dejado de serlo y del que solo queda un recuerdo ‘como un grito hechizado a la intemperie.’

Este breve libro de poesía presenta paradójicamente un escenario lleno de metáforas y nos ubica en un tiempo que pareciera distante, pero que nos expresa las angustias y el patético y desgarrador episodio del grupo de orientales que vino a trabajar al ferrocarril y quedó colgado de sus moños. ‘El tren inició/con los colores del suicidio. Ahora todo es el sabor/ del olvido con su locomotora/ y su hierro oxidado.’

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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