• 13/11/2013 01:00

El rabo del tigre dormido

La sabia advertencia de que ‘no hales ni zarandees el rabo del tigre dormido’, porque puede despertarse en cualquier momento y devolver ...

La sabia advertencia de que ‘no hales ni zarandees el rabo del tigre dormido’, porque puede despertarse en cualquier momento y devolver un zarpazo, es relevante en estos momentos. El pueblo panameño, caracterizado por su paciencia y tolerancia, varias veces ha demostrado que ambas tienen un límite, por muy distante que ese tope parezca. Sospecho, por recientes abucheos, que estemos cerca del punto de ebullición al que nadie quisiera llegar. Realmente deseamos poder disfrutar, sin tensiones, las celebraciones patrióticas, las fiestas y aguinaldos decembrinos, la llegada del nuevo año, un verano con alegres carnavales, elecciones puras con una ejemplar transición de gobierno al legítimo vencedor en democracia.

Pero hoy hay quienes parecen regodearse en remenear el rabo del tigre a riesgo de despertarlo, como sucedió hace medio siglo con el ultraje a la bandera nacional cometido por aquellos ‘zonians’; que fue el tirón que lo colmó y enfureció para encender el sano nacionalismo de toda la población, comenzando con los valientes jóvenes aguiluchos que marcharon al frente.

Quienes hoy ejercen el poder parecen estar embebidos del convencimiento de que tienen licencia para jugar con libertad e impunidad con la cola del tigre. La Asamblea Nacional se ha convertido en un adefesio vergonzoso, que no cumple con su responsabilidad de construir democracia y gobernabilidad. La Corte Suprema de Justicia, para escarnio y humillación de unos cuantos jueces correctos, ha dado muestras de no poder resistir las tentaciones o presiones externas que le nublan el sano criterio. El Poder Ejecutivo con sus ministros, directores y allegados, con aquello de ‘4 contra los 40’ y megaobras de miles de millones en cementos y clavos, se apropia de facultades dictatoriales para arruinar instituciones que debe fortalecer, imponer criterios que se les antoje, y ofender con palabrotas y gestos amenazantes a quienes no estén de acuerdo; nos recuerda las tres Ps —’plata, plomo y palo’— con que no hace mucho pretendían asustarnos.

Parecería una actitud enfermiza o sadismo evidente. ¿Qué necesidad hay de poner al país en vilo, de mantenernos en permanente intranquilidad? Varios son los ejemplos.

Después de más de cuarenta días de una huelga de médicos y personal de salud que protestaba contra medidas inconsultas del Ejecutivo y de la Asamblea Nacional, las autoridades responsables ceden en la mayoría de los reclamos que motivaron la huelga, causando sufrimiento a tantos pacientes y enfermos desatendidos. ¿No pudo evitarse el calvario, si desde un principio las autoridades hubieran sido menos arrogantes y prepotentes y hubiesen negociado con sabiduría y prudencia lo que al final concedieron?

Después de sembrar intranquilidad entre profesionales, jubilados y una extensa clase media amenazada con revalorizaciones selectivas y desorbitadas de sus propiedades inmuebles, que elevó su justa voz de protesta por la imposición inconsulta, el presidente ‘sugiere’ a su ministro conversar con los afectados. ¿Se pudo evitar la tensión haciendo lo que un gobierno responsable hubiera comenzado por hacer?

Siendo que el Tribunal Electoral goza del respeto y credibilidad ciudadana inexistente en épocas anteriores, que es el garante de la legitimidad de las credenciales que se otorguen el próximo mayo, que hay tantas suspicacias sobre el uso de recursos públicos a favor de candidaturas oficialistas, ¿qué necesidad había de que una —lamentablemente desprestigiada— Corte Suprema de Justicia intente acomodarse por encima del Tribunal para robarle facultades y poder dirimir conflictos electorales que no le corresponden?

Las actuales autoridades públicas parecen no realizar lo obvio: su poder agoniza y pronto no estarán. Por ahora son solo abucheos pero, si siguen halando la cola del tigre, mañana puede ser peor. Nadie lo desea.

EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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