• 14/11/2013 01:00

El ideal bolivariano del Dr. Carlos Iván Zúñiga

La carrera pública del Dr. Carlos Iván Zúñiga, estadista singular, prestigioso jurisconsulto, ministro de Estado, diputado a la Asamblea...

La carrera pública del Dr. Carlos Iván Zúñiga, estadista singular, prestigioso jurisconsulto, ministro de Estado, diputado a la Asamblea Nacional, rector de la Universidad de Panamá y dirigente político de firme adhesión democrática y civilista, comprendió —como es sabido— un desempeño ejemplar como columnista y orador. Entre otros elementos, los escritos y discursos que el Dr. Zúñiga legó a la posteridad revelan su robusta raigambre bolivariana que se manifiesta, principalmente, en tres disertaciones: la primera (1953), ante un grupo de educadores chiricanos en David y las otras dos (1980 y 1991), ante la Sociedad Bolivariana de Panamá.

La lectura cuidadosa de estos textos nos permite calibrar la sólida formación cultural de Carlos Iván Zúñiga, que no solo sirvió para atildar sus escritos y alocuciones con elocuentes referencias a la cultura clásica sino, más significativamente, como fuente nutricia de un ideario político sólidamente enraizado en la tradición republicana, la corriente liberal y el pensamiento democrático. Ello le permitió, sin duda, realizar aportes valiosos e imperecederos al desarrollo político de Panamá y los demás pueblos americanos.

Los discursos bolivarianos del Dr. Zúñiga contienen notables referencias a la cultura clásica, incluyendo a algunas de sus más relevantes figuras y conceptos; al vasto repertorio intelectual americano, con cuyos principales exponentes estaba íntimamente familiarizado; a los principales autores bolivarianos y al propio Libertador, a quien conoció profundamente a través de la lectura dedicada de sus cartas y proclamas; y, por supuesto, a los más destacados pensadores y estadistas del ámbito panameño.

En su familiaridad con la cultura clásica, el Dr. Zúñiga nos recuerda al propio Bolívar, cuya arengas y proclamas contienen abundantes referencias a la tradición griega y romana, así como a las ideas liberadoras de la Ilustración, expuestas para la eternidad por el Barón de Montesquieu, Rousseau y otros a quienes recurre nuestro afamado tribuno en sus disertaciones bolivarianas. Esta formación clásica revela la importancia de una educación humanista esmerada en el desarrollo de la conciencia ciudadana, la virtud cívica y la orientación al bien común, cualidades valiosas entre los miembros del cuerpo político e indispensables en sus dirigentes para conducir a la comunidad por los senderos del bienestar y la rectitud.

No puede insistirse lo suficiente en este punto, particularmente en momentos en que nuestro sistema educativo padece bajo el influjo de quienes aspiran a convertirlo en una fábrica de autómatas, consumidores faltos de criterio, prestos a someterse a los dictámenes del mercado y a los ucases de los autócratas. Somos, en la actualidad, mudos testigos de un proceso de degradación y burda tecnificación del proceso educativo que destierra el humanismo, proscribe el pensamiento crítico y deporta la creatividad mediante la exclusión de materias fundamentales para el mejoramiento emocional, intelectual y cívico de un estudiantado cada vez más adocenado e inclinado a seguir modas, asimilar propagandas y someterse a imposiciones con poca o ninguna resistencia.

La educación humanista, imbuida en el legado bolivariano, también inspiró el ideario político del Dr. Carlos Iván Zúñiga, un ideario cuyo elemento central es la opción, sin claudicaciones, por la libertad; la aversión a la tiranía por su inevitable efecto denigrante sobre la condición humana; y el apoyo irrestricto al sistema republicano como medio más eficaz para prevenir el despotismo inicuo y corruptor. Como lo fue Bolívar, el Dr. Zúñiga era partidario incansable de la república democrática y liberal.

Por ello resulta sumamente paradójico, por no decir deplorable, que tanto ayer como hoy se invoque el nombre de Bolívar para destruir el elemento republicano del sistema político, incluyendo sus instituciones básicas —congresos, tribunales, fiscalías y gobiernos locales— e instituir despotismos supuestamente sustentados en una voluntad mayoritaria subordinada a los agobiantes problemas de la vida contemporánea y manipulada, por medio de la propaganda, a través de algunos medios masivos de comunicación y redes sociales.

Para Bolívar —como para Carlos Iván Zúñiga— la fe en el republicanismo es ‘garantía de la plena vigencia de las libertades’. ¿Qué es, entonces, la república? Es el régimen político que protege la libertad de los individuos bajo su jurisdicción mediante el Estado de Derecho, la separación de poderes para prevenir la tiranía y la renovación periódica de esos poderes mediante elecciones ciudadanas.

A pesar de los cimientos republicanos establecidos por Bolívar, los Estados americanos han sido presa, a lo largo de su historia, de despotismos nada ilustrados, de tiranías vesánicas, de autocracias corruptas, que han sumido a sus pueblos en la miseria y la opresión. Por olvidar o desvirtuar el ideario bolivariano, los pueblos de la región han sufrido repetidamente los embates de la dictadura, muchas veces de índole cuartelaria.

Panamá, infortunadamente, no ha escapado de esta suerte infausta: desde su gestación en los años cuarenta —a la que se opuso el Dr. Zúñiga con verticalidad— hasta su apogeo durante el régimen castrense de 1968 a 1989, el militarismo no ha operado sino para avasallar política y económicamente a la población y enriquecer corrompidamente a sus ejecutores. Hoy, cuando lo creíamos superado tras el restablecimiento, veinte años atrás, de una república democrática, el militarismo asoma sus garras para cometer atropellos, incluyendo abusos de poder y vejaciones de diverso tipo.

Tristemente, presenciamos el resurgimiento de una soldadesca irrespetuosa, ensoberbecida y corrupta —’panteras engalonadas’, que ‘conducen a los pueblos a golpe de torturas’, como describió a esa soldadesca el Dr. Zúñiga en 1953— aun cuando el artículo 305 de la Constitución Política vigente proclama, solemnemente: ‘La República de Panamá no tendrá ejército’.

¿Cómo corregir estos rumbos borrascosos que amenazan los cimientos de la república y perjudican el bienestar ciudadano? En sus discursos bolivarianos, Carlos Iván Zúñiga nos indica el camino. ‘En la obra de Bolívar’, dijo en 1980, ‘se encuentran todos los ejemplos decorosos para acabar con los dictadores en América.’ Y en ese mismo texto sentenció: ‘Los objetivos de Bolívar deben cumplirse para acabar con las infraestructuras autocráticas.’

Los ‘humillantes relajamientos políticos de América’, indicó en 1953, solo cesarán ‘el día que las doctrinas de Bolívar, de Juárez, de Martí, de Hostos y de tantos hombres que no hicieron otra cosa que acatar y defender los derechos de los pueblos’ reinen y rijan en América. Aunque las inspiraciones provenientes de otras latitudes nunca sobran, tenemos en nuestra propia tradición, republicana y bolivariana, los elementos necesarios para encaminar al Estado por senderos de libertad, moderación y probidad.

POLITÓLOGO E HISTORIADOR.

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