• 01/12/2013 01:00

Los Simpsons (1)

1. LA SERIE: Tanto Spengler como Toynbee suponen de las civilizaciones un ciclo vital parecido al de cualquier organismo vivo: juventud,...

1. LA SERIE: Tanto Spengler como Toynbee suponen de las civilizaciones un ciclo vital parecido al de cualquier organismo vivo: juventud, madurez, decrepitud y finalmente muerte. Hace cien años, En La decadencia de occidente, Spengler abordó con toda profundidad el asunto, más tarde, Toynbee en su Estudio de la historia, definiría estos estadios con mayor claridad. ¿Está nuestra cultura en peligro? ¿Está la civilización occidental al borde del colapso?

Estas interrogantes aparecen ante el surgimiento de la posmodernidad y su espacio de acción amplio y vacío. Sin pensadores de alto vuelo que aspiren a explicarnos el rumbo de nuestro mundo profundamente superficial, tal parece que un dibujo animado llega como el epítome de él.

Durante las dos últimas décadas, la televisión posmoderna se ha visto iluminada por una serie: Los Simpsons. Su importancia nos la confirma la enorme audiencia que ha logrado y el sólido pensamiento que nos aporta. La televisión norteamericana rara vez aborda una temática de crítica corrosiva como lo hace el programa que nos ocupa, sin embargo, logró con éste calar profundamente no sólo en la sociedad anglosajona, sino en la del mundo entero. Su don más importante radica, precisamente, en la universalidad de los temas que aborda y el color local que quizás en un principio pretendió, se vio trascendido por la fuerza de su espíritu.

¿Es Los Simpsons, entonces, la obra que mejor define la futilidad de nuestro tiempo, dominado por la televisión y lo que algunos han denominado ‘la sociedad del espectáculo’? La degradación cultural es tal, que una afirmación no suena descabellada.

A lo largo de la serie se procura, y casi siempre se logra, una crítica ácida sobre el ‘estilo de vida americano’, pero muchas veces va más allá, porque su crítica no se queda en la periferia norteamericana, invocando al cliché, sino que profundiza en los anti valores y en una serie de vicios que le son comunes al hombre en general. Aristófanes y Molière ya nos habían expuesto muchos de ellos, sino todos.

De esta manera, ver la serie como una simple crítica a la sociedad norteamericana es quedarse solo en la superficie del problema humano que a diario plantea Los Simpsons. El egoísmo, la envidia, la gula, la lujuria, la pereza, la soberbia, son los temas que obran a favor de la acción y que desnudan a cada momento al espectador. Allí su exitosa visión. Es extraño, pero la ira es uno de los pocos temas que no encara. Después de todo, la ira nos encamina a la tragedia y no a la comedia.

Groening, su autor, es indudablemente un profundo conocedor del alma humana y de sus debilidades. En la serie no hay otra pretensión más que la de reírse de él mismo y de todos sus congéneres que muchas, muchas veces somos Homero, otras Bart, otras Marge, otras Burns, otras Krusty, personajes todos conocidos por los grandes griegos, Shakespeare y Gogol.

2. EL DIBUJO

El dibujo de Los Simpsons, es muy sencillo. De rasgos amplios y de formas redondeadas y suaves. No propone muchos detalles ni en los personajes ni en el paisaje. De la sencillez se va a lo simple. Llama la atención la forma en que se dibujan los pies de los personajes, no se alejan mucho de las viejas muñecas de hule. El dibujo del paisaje recuerda a los libros de colorear.

Más significativo aún es el color amarillo, acentuado por el azul. En estos dos colores está basada la imagen visual que nos brinda la serie. Los personajes son feos caracterizados por un lápiz nada complaciente.

El rasgo más importante en la encarnación de los personajes es el cabello. Desde el puntiagudo de los tres niños, se pasa por la calva de tres pelos de Homero hasta la exuberante y vertical cabellera azul de Marge. Todo un concierto kitsch.

3. AMBIENTE

Springfield es la ficticia localidad donde vive la familia Simpson y todos los que les rodean. Un lugar donde a menudo suceden cosas no muy normales... un microcosmos lleno de humor y sarcasmo. Groening eligió el nombre del lugar basándose en que es un nombre de ciudad muy común en EUA. Así es que, aunque Springfield es básicamente "cualquier ciudad en EUA", el lugar tiene más las características de un rural Oregón. Los edificios más importantes de Springfield son: la central nuclear, la planta televisora, el estadio, el juzgado, el ayuntamiento, el centro comercial y el bar de Moe.

En la ficción, el fundador de Springfield fue un pirata sanguinario llamado Jebediah Springfield, al que todos hoy veneran como un prohombre, benefactor de la comunidad. Cada vez que veo la estatua de Springfield en el parque del ayuntamiento, no puedo menos que pensar que la historia, con cierto sarcasmo, nos regaló a nosotros la de Vasco Núñez de Balboa. ‘Desdichada la tierra que necesita héroes’, exclamó Bertolt Brecht en boca de Galileo.

(Continúa...).

ESCRITOR Y CATEDRÁTICO.

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