• 03/12/2013 01:00

PRD: ¿sin salvar sus divisiones?

Cuando hemos sido testigos del manejo político de grandes maestros como Omar, comprendemos que hay otra generación en los timones partid...

Cuando hemos sido testigos del manejo político de grandes maestros como Omar, comprendemos que hay otra generación en los timones partidistas. No existen Arnulfos ni Torrijos. Es la vida generacional, lógica, relevos.

Entre los actores de hoy, indudablemente —más allá de gustos o colores— el protagonista relevante es Ricardo Martinelli. Cualquiera de sus opositores, aun los que se creen ‘pesos pesados’, no tienen ahora su pegada. Tendrán que esperar su salida política. Cada cual recoger sus muertos y heridos. RM ha sabido trabajar para asegurarse, por lo menos, que su sucesor no lo maltrate. La tendencia y los números parecen ofrecerle buenos auspicios a su estrategia. Su candidato, a pesar de su inexperiencia, está logrando un buen rendimiento. Lo asesoran mentes expertas.

Casi no conozco ‘buenos y leales sucesores del que salió’. Verbigracia el caso de Uribe y Santos, su pichón. Los entornos cambian, las fichas se mueven, las nuevas alianzas internas definen esa sentencia de Maquiavelo: ‘los enemigos te atacan con fiereza, los amigos te defienden con tibieza’. Las Cortes se transforman.

Si el Partido Revolucionario Democrático (PRD), en efecto, no está subiendo la loma, no es culpa de Martinelli ni de Varela. ¿Que ellos prohíjan las divisiones? Es lógico, pendejos serían si no lo hacen. ¿Quién en su sano juicio quiere perder el poder o al menos una cuota de ello?

En el partido mayoritario no se sienten entusiasmos, más allá de las cuñas. Tal vez, en lugar del azul debe retomarse rápidamente el tricolor. Llamarse a los ‘derrotados internos’, con franqueza.

Al interior del PRD, a la muerte de los fundadores, se han jubilado otros cardenales y obispos. O al menos se intenta. Pero esos veteranos deben ser tomados en cuenta. Como en el caso del Vaticano —en cuidados intensivos— se buscó un guía fresco, que ha resultado rutilante. El alto entorno de las sotanas se ha enconado, pero los oficiales y tropas —los católicos— están hipnotizados con el dinámico líder, revolucionario. La Iglesia lleva más de veinte siglos, pese a sus pleitos de liderazgos.

En el partido más grande de oposición los viejos quisieron derrotar al párroco emergente. No pudieron. La mayoría de los fieles lo respaldaron, pero quedaron rencores acumulados en la sucesión. Hoy, sin unidad básica y la batalla ad-portas, nadie quiere darse la mano de primero. Como los niños. Omar Torrijos usaba una táctica: encerraba a todos los que se odiaban secretamente en un sitio aislado. De allí no salían hasta salir con humo blanco y una sola estrategia. Aunque hubiesen ojos morados y chichones. Es así en la política. Cuando hoy se intenta conducir a más de medio millón de soldados y soldadas a una batalla, no caben las excusas inmaduras.

Hoy el PRD parece destinado sin remedio a quedar con banderas de distintos colores, como en República Dominicana. Sin unidad básica —no importan los rencores mutuos— y una urgente intravenosa de alegría y optimismo, solo quedará una estela de cuchillos afilados. Fatales para todos. Y la posibilidad de un continuismo.

¿Logrará Juan Carlos Navarro convocar a sus ‘enemigos internos’ antes que suene el silbato?

‘To be or not to be, thats is the question’. Amén.

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