• 12/01/2014 01:00

Roberto F. Chiari R., el ‘Presidente de la Dignidad’

En los últimos días, he leído en los periódicos algunos artículos relacionados con el 9 de Enero de 1964, que insinúan que el Frente Pat...

En los últimos días, he leído en los periódicos algunos artículos relacionados con el 9 de Enero de 1964, que insinúan que el Frente Patriótico de la Juventud forzó que Panamá rompiera relaciones con los Estados Unidos de América; sin embargo, nada o muy poco se dice de la actitud valiente y patriótica del presidente Roberto Francisco Chiari. Por ello, me siento obligado, como ciudadano que toda la vida la he puesto al servicio de mi patria, a relatar hechos que tuve el honor de vivir aquellos tristes días.

Los hechos del 9, 10 y 11 de Enero de 1964, fueron el desenlace de hechos que iniciaron años antes, cuando un grupo de miembros del Tercer Partido Nacionalista, entre los cuales estaban Aquilino Boyd, Ernesto Castillero y otros, decidieron ingresar al territorio de la Zona del Canal y hacer la primera ‘Siembra de Banderas’. Meses después, siguiendo ese ejemplo, estudiantes del Instituto Nacional, agrupados en el Frente Patriótico de la Juventud, entraron nuevamente y sembraron banderas, en aquella ocasión bajo el liderazgo de personas como Carlos Arellano Lennox, entre los que recuerdo.

El primer enfrentamiento con los norteamericanos se produce en el año 63, cuando el Frente Patriótico decide pasear la bandera panameña por la avenida 4 de Julio, (hoy avenida de los Mártires). Los estudiantes caminaron desde el Instituto hacia el edificio de la Pan American Airways, (hoy BDA), donde fueron detenidos por la policía de la Zona del Canal. En aquel tiempo yo conocía al jefe de la policía de la Zona, ya que laboraba en la Grace Line, una de las flotas mercantes que operaban en el puerto de Balboa, y me tocó ser uno de los que intercedieron ante él para que permitiera a los estudiantes seguir su camino por la avenida 4 de Julio hasta llegar a la avenida Nacional e ingresar a la ciudad.

En principio el jefe de la policía accedió, sin embargo, al llegar a la altura del Hotel Tívoli, solo unos cien metros adelante, recibió órdenes del gobernador de la Zona del Canal de no permitir que los estudiantes continuaran el recorrido, y los conminara a retirarse del área. Los muchachos se resistieron y, al tratar de continuar el recorrido, fueron fuertemente reprimidos por la policía zonian, lo que motivó que se trasladaran a la Embajada de los Estados Unidos en la avenida Balboa, la que apedrearon y rompieron los vidrios, incluyendo los del despacho del embajador en el último piso.

En la embajada intentaban arriar la bandera, pero estaba izada con cable de acero y un candado, hasta que apareció un alicate, bajaron la bandera y la quemaron. Después decidieron ir a quemar la casa del embajador en La Cresta, y se dirigieron hacia ese sitio, pero al llegar a la calle Colombia, detrás del antiguo colegio María Inmaculada, cambiaron de planes y se dirigieron nuevamente hacia la Asamblea Nacional, donde iniciaron una nueva refriega de piedras contra la policía de la Zona; ya caída la tarde, se dispersaron y allí terminaron los hechos violentos de aquel día.

Los acontecimientos eran una clara indicación de las tensiones en las relaciones entre ambos países y el presidente Chiari exigió severamente al presidente John F. Kennedy que demostrara, de manera diáfana, el reconocimiento del gobierno norteamericano de la soberanía panameña sobre el territorio de la Zona y que, al efecto, se ordenara que la bandera panameña fuera izada en todos los lugares en donde se izaba la bandera americana, lo que fue aceptado y ordenado por el presidente Kennedy.

Cumpliendo esa orden, el gobernador de la Zona ordenó construir un asta adicional, en todos los sitios en donde ondeaba la bandera norteamericana, para la panameña; sin embargo, en las escuelas de Gamboa y Balboa, los estudiantes zonians, con el respaldo de sus padres y profesores, impidieron que las autoridades de la Zona del Canal izaran la bandera panameña junto a la norteamericana, lo que fue reiteradamente denunciado por las autoridades panameñas al gobernador, quien no aplicaba correctivos.

Ante esta situación, aquel 9 de Enero de 1964, los estudiantes del Instituto Nacional deciden ir a izar la bandera en el asta vacía en la escuela de Balboa. Al llegar al sitio, se encontraron que el asta donde pretendían izar la bandera nacional estaba rodeada por estudiantes zonians, y, al tratar de abrirse paso para llegar al asta, son agredidos y la bandera es rasgada; es entonces cuando la policía de la Zona interviene y, a garrote, agrede a los institutores, que debido a la brutalidad del ataque regresan a la ciudad, subiendo por el edificio de la Administración del Canal, hacia el Hospital Gorgas hasta la calle J. Las versiones de la época daban cuanta de que fue un civil zonian quien disparó por primera vez contra el grupo de estudiantes del Instituto Nacional, hiriendo de muerte a Ascanio Arosemena y a otro estudiante.

El día 10 de enero, poco antes del mediodía, estando yo en las oficinas del partido Liberal, ya que ejercía como secretario general del partido, un amigo del mensajero del partido lo fue a buscar para que fueran a ver lo que estaba sucediendo, ‘porque los norteamericanos estaban tirándole balas al pueblo panameño’. Sintonicé la radio y escuché a Homero Velásquez, que desde la plaza 5 de Mayo narraba sobre ‘ríos de sangre y que soldados americanos estaban masacrando al pueblo panameño’.

Desde tempranas horas, el pueblo, enardecido por los hechos del día anterior, comenzó a llegar a las inmediaciones de la plaza 5 de Mayo, y desde El Chorrillo hasta la avenida Nacional —todo el límite con la Zona del Canal—, se aglomeraban gritando consignas contra el gobierno norteamericano y tirando piedras como única arma. Es entonces cuando las tropas del ejército norteamericano (y no la policía zonian), que había emplazado soldados y armamento en grandes cantidades, abre fuego de manera salvaje, indiscriminada y brutal contra el pueblo indefenso.

Al conocer la gravedad de los hechos, llamé inmediatamente al ingeniero David Samudio, quien era el presidente del partido Liberal Nacional, y juntos fuimos inmediatamente a la Presidencia de la República.

Al llegar a la Presidencia, cerca de las dos de la tarde del día 10, subimos inmediatamente al despacho del presidente Chiari, encontrándolo sentado al fondo del despacho, a la mano derecha de la puerta, y a la izquierda del escritorio presidencial, frente a una mesa auxiliar en la que se encontraba un teletipo, y en ese momento escribía algo. En el despacho estaban varios ministros de Estado y el comandante jefe de la Guardia Nacional, quienes se veían consternados, asustados y preocupados.

Inmediatamente ingresamos al despacho, el ingeniero Samudio se dirigió al presidente en estos términos: ‘Nino, ¿qué está pasando?’, el presidente alzó la mirada hacia Samudio y le respondió: ‘Le estoy enviando la orden a Bill Arango, (embajador en Washington) para que entregue una nota al Departamento de Estado, rompiendo relaciones diplomáticas con los Estados Unidos’, al terminar de enviar el mensaje en el teletipo, se levantó y dijo en tono airado: ‘Esto se acabó, estos gringos de m... se han creído que pueden venir a matar a los panameños. Yo estoy repudiando el Tratado de 1903 y le voy a exigir a los Estados Unidos un nuevo tratado que dé un tiempo para que ellos puedan empacar sus cosas y se larguen de Panamá’.

Yo nunca había visto al presidente Chiari tan irascible como ese día.

El presidente Chiari nos pidió a su edecán, Federico Boyd, y a mí que fuéramos a la plaza 5 de Mayo y le hiciéramos un reporte de lo que estaba sucediendo. Lo que apreciamos fue espeluznante, la 5 de Mayo y todas las inmediaciones estaban llenas de gente frenética, más temprano el pueblo había arriado la bandera norteamericana del asta del Triángulo Shaler y había izado la panameña. (El llamado Triángulo Shaler estaba donde está hoy el nuevo edificio de la Asamblea Nacional, y a pesar de estar del lado derecho de la avenida de los Mártires, y junto al Palacio Justo Arosemena, era parte del territorio de la Zona del Canal).

Boyd y yo vimos cómo el ejército norteamericano disparaba y cargaba contra el pueblo, haciendo retroceder a la gente del Triángulo Shaler y los soldados volvían a izar su bandera y luego los panameños volvían a ingresar bajo la lluvia de balas. En ese sitio fue donde hubo la mayoría de las bajas; sin embargo, desde el hotel Tívoli, y desde otros sitios, se disparaba hacia la ciudad, tanto por soldados como por particulares zonians que causaban muchos heridos, que inmediatamente eran levantados en brazos y trasladados hacia el Hospital Santo Tomas, y supimos que en El Chorrillo y frente a la avenida Nacional habían tanques con ametralladoras disparando hacia los edificios en Panamá.

Cumplida la misión, regresábamos a la Presidencia, cuando, a la altura de la Iglesia de La Merced, nos encontramos con una gran manifestación de estudiantes, personas del pueblo y algunos que se identificaban como del partido Comunista, por sus conocidas banderas rojas, quienes se dirigían a la Presidencia de la República, gritando consignas, principalmente en contra del presidente Chiari.

Al llegar a la Presidencia, relatamos al presidente lo que ha bíamos visto, y también de la manifestación que se acercaba a Palacio, y el capitán Boyd preguntó al presidente Chiari si disponía con la policía presidencial lo necesario para evitar que la manifestación llegara, a lo cual el presidente dio la orden de que se les permitiera llegar.

Unos minutos después llegó la marcha y seguían gritando consignas en contra de Chiari, y apareció una soga que fue colocada en uno de los postes de luz frente al palacio y la multitud enardecida gritaba que iban a colgar a Chiari por traidor.

Algunos de los presentes le pedían al presidente que no saliera al balcón de la portacochera, porque ponía en peligro su vida, pero él estaba decidido a salir y así lo hizo. Cuando el pueblo lo vio salir los gritos en su contra se intensificaron y surgió toda clase de insultos y agravios contra el mandatario, Chiari pidió silencio varias veces y solo después de unos largos minutos, cuando hubo algún nivel de atención, gritó con unas fuerzas inusuales en él: ‘¡Hace dos horas, Panamá rompió relaciones con los Estados Unidos!’. Lo que sucedió en solo un segundo fue algo inenarrable, quienes un segundo antes le gritaban traidor y pedían su cabeza, lo aclamaron con vítores y alabanzas, gritaban con mayor fuerza y entusiasmo que antes: ‘¡Viva Chiari!’, ‘¡Viva Panamá!’.

Entonces el presidente Chiari pidió al grupo que designara una delegación que subió al despacho, y a la cual él personalmente les informó de todo lo acontecido desde el día anterior en el país, y de cada una de las acciones y decisiones del Gobierno Nacional, y aseguró que no habrían relaciones diplomáticas nuevamente, hasta que los norteamericanos reconocieran la necesidad de negociar un nuevo tratado, lo cual fue agradecido por los estudiantes que se retiraron de palacio.

Luego, el presidente me pidió que buscara todos los fotógrafos y recogiera las fotografías que ellos habían tomado de los sucesos y se las entregara a Mike Moreno, para que él se las llevara a Washington, pues al día siguiente él salía hacia los Estados Unidos, con la instrucción a la delegación panameña en la Organización de los Estados Americanos, OEA, de formalizar la protesta en contra de los Estados Unidos y solicitar una investigación internacional.

Después de entregar las fotografías que pude conseguir esa noche a Mike Moreno, regresé a mi hogar, donde me notificaron que el mensajero del partido había muerto de un disparo y me pidieron que lo fuera a retirar a la morgue al día siguiente, lo que causó gran tristeza, pues era un joven trabajador y valiente. Al día siguiente, me tocó ir a la morgue del Santo Tomas y buscar, entre pilas de cadáveres amontonados uno sobre otro, hasta que encontrarlo. Lo saqué y, al revisarlo, me di cuenta de que no tenía mandíbula, la bala que lo mató entró por la nuca y salió por la boca. Entregué el cadáver a la funeraria y lo enterramos varios días después con el resto de los mártires del 9 y 10 de Enero.

Este es un relato verídico de lo que vi y viví esos días y lo hago con el propósito de aclarar los hechos y que se dé crédito a quien se lo merece: los estudiantes del Instituto Nacional, el valiente pueblo panameño y el presidente Roberto F. Chiari, el ‘Presidente de la Dignidad’.

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