- 25/12/2025 00:00
La Navidad, de lo sublime y glorioso, a la manipulación y alienación
Muchos objetarán el contenido de este artículo en el día de hoy, algunos no estarán de acuerdo con las opiniones vertidas sobre un tema sensitivo, emocional y trascendental a la conciencia humana. La actividad planetaria que abarca a todos los pueblos de la tierra, sin importar credo, grupo étnico, social y económico, para estas fechas, satisface gran parte de las expectativas íntimas y afectivas. Ah, aclaro, sin herir susceptibilidades.
Tampoco quiero ser un Grinch o agua fiestas que se opone al moderno Santa o Papa Noel con su trineo de renos que viene del polo norte, y su ¡jo, jo, jo! sino expresar criterios propios sobre una realidad que supera las creencias, costumbres de una celebración mundial en la mayoría de los hogares.
Salvo algunas colectividades muy alejadas de creencias particulares, impiden celebrar dichas festividades, con el esplendor y la fanfarria del oropel moderno y la fastuosidad que ha ido adquiriendo, a través del tiempo, y los diversos matices que le ha imprimido el marketing actual, cuando sus orígenes iniciales nacen, según la historia, en sectores humildes, pobres y populares.
Haciendo un poco de reminiscencia y docencia, como siempre hemos cubierto aspectos agropecuarios, en nuestros escritos, una gran mayoría desconoce que el origen de la Navidad, en un determinado momento, se inicia a con los temas agrícolas pues dicha conmemoración está íntimamente ligado a la producción de alimentos y a lo que se denominó los “Saturnales” que eran celebrados en honor del Dios de la agricultura y las cosechas, el llamado Dios Saturno del Imperio Romano.
Sin entrar en polémicas estériles, si fue cierto o falso, que la religión católica se adueñó, se apropió o expropio de varias celebraciones y ritos paganos de la Antigua Roma, parece que otros han emitido su opinión y le seguirá correspondiendo a los distintos juicios de los estudiosos, pues también se dice que los romanos lo hicieron antes de la cultura griega y de esa misma manera que los griegos se copiaron en algunos aspectos a la civilización micénica.
Continuando con estas celebraciones, en la época romana los saturnales se festejaban entre el 17 y el 25 de diciembre cuando ya iban finalizando los trabajos en el campo e iniciaba el descanso, que finalizaría con la llegada de la primavera, en esa época, y las siembras. Luego, se comenta, había un relajamiento de las normas sociales, ambiente desenfrenado de las actividades. Lo que se festejaba en realidad era el solsticio de invierno, cuando resurgía el sol y la luz, dicen que los días comenzaban a ser más largos:” Natalis Solis Invicti” o lo que indica, el nacimiento de un Sol nuevo invicto.
Posteriormente, algunos siglos mas tarde, con la aparición del cristianismo, el Papa Julio I estableció el nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre, a pesar de la creencia que nació en primavera para aquella época. Algunos señalan que el propósito era convertir a los promiscuos paganos romanos al cristianismo.
Luego, por allá en el 440 d.c. otro Pontífice, llamado León Magno declaro dicha fecha para la conmemoración de la Natividad e irrumpe una nueva religión. Pero la Historia sigue su curso, cual caudaloso río, con contradicciones, avances, retrocesos, oscuros nubarrones, pasajes inciertos, hallazgos que van surgiendo y otros se van perdiendo en la noche de los tiempos, las diversas civilizaciones en la humanidad, sin encontrar la verdadera y autentica certeza. Prosigue el universo su marcha ineluctable.
Por allí apareció Charles Dickens y su libro “Cuento de Navidad” publicado el 19 diciembre 1843, fue quien rescató las costumbres navideñas, dispersas en la Inglaterra antigua universalizando la idea moderna de Navidad. Luego como quien quiere y no quiere, surge Papa Noel en 1931 en E.U.A
Algunos analistas expresaban, en estos tiempos, el desmesurado mercantilismo y economicismo en que se ha convertido el desarrollo y evolución de la Navidad. Lo que fue sus orígenes primigenios de la creencia de los bueyes en el establo, el pesebre, los pastores, la estrella de Belén y demás inocencias espirituales, se ha transformado hoy día en el espeluznante negocio mundial arboles de pinos, el Santa, trineos, nieve y gorritos rojos de franjas blancas.
Ya el sociólogo azuerense Milcíades Pinzón Rodríguez, con todo respeto que se merece, bicho raro, en peligro de extinción, de la cultura orejana, preocupado por esta problemática, expresaba su alarma y voz de alerta, ante una desmesurada comercialización de la festividad; es uno de los últimos y pocos estudiosos sobre estos temas, preocupado por la pérdida de valores ancestrales y de las expresiones populares tradicional campesina.
En un artículo titulado: “Navidad panameña, entre lo “light y lo orejano” (Prensa dic 13/2009), con demasiada anticipación, en una de sus partes, indicaba meridiana claridad y autoridad: “Importa en este momento interrogarnos sobre el sentido de nuestra Navidad, sobre lo que ha acontecido con ella desde la segunda mitad del siglo XX, porque indudablemente algo ha desnaturalizado sus esencias”. Prosigue con profundos argumentos.
Ojalá el pavo, jamón, arroz con guandú, tamales y la chicha de saril, mantengan el verdadero espíritu navideño.