• 22/01/2014 01:00

Hipercriticismo y realidad

Los hechos y los comportamientos humanos encierran mil dimensiones que merecen ser objeto de atención. Cada decisión depende de muchas p...

Los hechos y los comportamientos humanos encierran mil dimensiones que merecen ser objeto de atención. Cada decisión depende de muchas perspectivas. Los resultados pueden ser valorados de maneras muy diferentes. Ello explica por qué surgen críticas, y por qué también algunos sucumben al hipercriticismo.

Analicemos esto con un poco de atención. Si constatamos la complejidad de lo real, comprenderemos por qué es casi imposible que todos estén de acuerdo con decisiones ajenas (también con decisiones de uno mismo). Porque esa carretera se pudo haber construido de otra manera. Porque ese piso habría quedado ‘mejor’ pintado con un color diferente. Y porque esa presunta terapia no produce los resultados anhelados por el enfermo y por sus familiares.

El sano espíritu crítico reconoce, por lo tanto, esa ineliminable complejidad del mundo en el que vivimos. Descubre aquellos aspectos que merecen ser objeto de atención. Incluso encuentra, por desgracia con facilidad, intenciones escondidas y jugadas deshonestas en muchos comportamientos humanos.

Existe, sin embargo, un espíritu crítico enfermizo, el propio del hipercriticismo. ¿En qué consiste? En ocasiones se fundamenta en algo real: como vimos, el mundo es tan complejo que no hay asunto humano que no pueda ser analizado desde numerosas perspectivas. Por eso, ninguna decisión será tan ‘perfecta’ que haya escogido lo mejor para todas esas perspectivas.

Este es el punto de arranque del hipercriticismo: como toda opción humana puede enriquecerse y mejorarse al aspirar a incluir más aspectos, el crítico patológico dirá que faltó atención a esto, que se dejó de lado lo otro, que no se dejó el tiempo suficiente para un análisis más detallado, que se precipitaron los dirigentes, que se retrasaron las aplicaciones, que...

Hay casos en los que el hipercrítico inventa y exagera sus análisis y sus observaciones. Pero en otros casos tiene una parte ineliminable de razón: todo puede ser diferente con una mirada atenta a más y más elementos que merecen ser considerados.

Aquí radica el mal del hipercriticismo. Es imposible tomar decisiones con todas las cartas de la vida ante los ojos. Las mil indeterminaciones del mundo humano impiden que actuemos como computadoras en grado de recoger todos, todos, los elementos que entran en juego en decisiones tan sencillas como la de encender o apagar una farola en la calle.

En cambio, el sano espíritu crítico acepta que resulta prácticamente imposible tomar opciones que contenten a todos y que tengan en consideración tantos factores, muchos de ellos imprevisibles. Por eso, se fijará solo en los puntos esenciales que deben ser tenidos en cuenta al valorar las diferentes decisiones humanas, y acogerá con calma las variables y datos que han quedado, razonablemente, a un lado.

*SACERDOTE Y FILÓSOFO. ROMA, ITALIA.

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