• 22/10/2025 00:00

Rosa Palacio: pionera de la arquitectura panameña y defensora de una vivienda social digna y saludable

El derecho a una vivienda digna fue reconocido internacionalmente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. En esa misma época, Panamá iniciaba la inversión estatal en vivienda social. Sin embargo, poco se conoce sobre el papel de Rosa Palacio, primera arquitecta panameña, en los inicios de la arquitectura social en la década de 1940.

Para comprender su legado, es necesario recordar el contexto urbano de la época: el rápido crecimiento poblacional y los altos precios del alquiler generaron hacinamiento, malas condiciones sanitarias y epidemias en barrios como El Chorrillo y Calidonia, construidos con barrcas para los trabajadores del Canal. Mientras sectores como Bella Vista contaban con viviendas unifamiliares y ventiladas, reflejando desigualdades sociales y raciales.

La creación de instituciones panameñas que atendieran los barrios deteriorados estuvo influenciada indirectamente por la Zona del Canal. Entre 1905 y 1955, las autoridades estadounidenses intervinieron en las ciudades limítrofes de Panamá y Colón, regulando el alcantarillado, la pavimentación y las características de las edificaciones. Su preocupación respondía al temor de que las enfermedades de los barrios degradados panameños afectaran a las poblaciones estadounidenses. Así, las autoridades zoneítas implementaron en Panamá y Colón los Reglamentos Generales de Sanidad y Construcciones, que establecían exigencias mínimas de superficie, iluminación y ventilación para aprobar planos constructivos.

En ese contexto regresó Palacio a Panamá, a mediados de los años treinta, tras culminar sus estudios universitarios en Estados Unidos. Su formación la preparó para diseñar espacios ventilados y saneados, en consonancia con los ideales higienistas estadounidense de la época, cuando se consideraba que la arquitectura podía prevenir epidemias. Gracias a ello, pudo responder a las estrictas normas técnicas impuestas por la Zona.

Con esa visión, Rosa aspiró a proyectar viviendas modernas y dignas para familias de bajos ingresos. Su ideal coincidió con un momento de transformación institucional: durante la década de 1940 se crearon las primeras entidades nacionales dedicadas a la sanidad y a la regulación de edificaciones, entre ellas el Banco de Urbanismo y Rehabilitación (BUR). Estas instituciones prepararon a Panamá para asumir las funciones que previamente controlaba la Zona, proceso que culminó con la primera reversión de la Zona del Canal en 1955, cuando el país obtuvo el control sanitario y de edificación.

En el BUR Rosa desarrolló una obra social a nivel de arquitectura y urbanismo. En el ámbito arquitectónico, vivió la transición del estilo neocolonial al movimiento moderno o racionalista, caracterizado por la funcionalidad y la estandarización. Rosa se desmarcó de esos principios y aplicó sus propios criterios sociales.

La arquitectura moderna imponía la “vivienda mínima” de 30 m², un estándar “social” difundido mundialmente por los arquitectos Gropius (alemán) y Le Corbusier (suizo-francés) desde 1929. El primer edificio social panameño, Renta 1 en El Chorrillo (arquitecto Bermúdez, 1944), siguió ese modelo con apartamentos de 35 m². Rosa, en cambio, proyectó espacios más amplios y habitables, como los edificios Pesé (El Chorrillo) y Las Cuatro Potencias (Colón), con unidades entre un 20 % y un 25 % más espaciosas.

En la vivienda social unifamiliar, Rosa adoptó un lenguaje bellavistino (neocolonial), con techos de teja a dos aguas, más adecuados al clima tropical que los de zinc del racionalismo. Sus diseños en el barrio de Bethania mejoraron la ventilación respecto a los anteriores al incorporar amplios ventanales de madera con mallas antimosquitos y persianas que facilitaban la circulación del aire y protegían del sol. Asimismo, introdujo variaciones en la ubicación de las entradas, ventanas y aleros, así como en los materiales de las fachadas, revelando una sensibilidad estética hacia la diversidad que desafiaba la uniformidad del racionalismo. Además, procuró facilitar el trabajo doméstico de las mujeres de la época mediante la inclusión de azulejos en cocinas y baños, y tendederos en los patios.

Su obra social urbana fue Juan Díaz N.º 2 (1950), concebido como una comunidad de baja densidad, alcantarillado, áreas verdes y equipamientos comunitarios. Inspirada en el Community Planning de Clarence Perry y en Bethania. Palacio impulsó una propuesta inédita: fomentar huertos familiares en los patios de cada vivienda. Para ello, lotificó parcelas amplias de 600 m², una superficie excepcional frente a los 150 m² mínimos que establece la normativa actual de barrios sociales.

Rosa Palacio dejó un referente singular en la arquitectura social panameña al demostrar que la modernidad no debía basarse en la uniformidad, los techos de zinc ni la vivienda mínima, sino en el bienestar humano. Su legado permanece como una lección vigente frente a los modelos estandarizados y reducidos de vivienda social de las últimas décadas.

Este artículo se basa en el capítulo titulado “Rosa Palacio y la búsqueda de un hábitat sano y de calidad para las clases media y obrera en Panamá” del libro “Diálogos Intergeneracionales de Científicas Sociales Panameñas” (CIEPS y Clacso), del proyecto Pioneras de la Ciencia en Panamá, financiado por la Senacyt.

Lo Nuevo