“Soy un cholo griego”

Actualizado
  • 20/09/2015 02:08
Creado
  • 20/09/2015 02:08
El relato de un joven marino que sin nada deja Grecia, y con coraje y dedicación impulsa uno de los restaurantes más reconocidos del país

Evangelos Georgios Koumanis, conocido por muchos como Jimmy o Angelo, se quedó huérfano de padre cuando apenas era un chiquillo, y su primer trabajo, a los 13 años, fue vender agua en una carretilla, de la que tiraba con la ayuda de un burrito, en las construcciones de su natal Grecia.
Creció en los puertos de su país, en medio de la “jungla” de los marinos a quienes califica como “la gente más buena de la tierra”. 
Se declara un “cholo griego”, que ama a Panamá donde, según su experiencia, hay mucha gente noble. Afirma que su principal virtud es el trabajo y su cualidad más importante es que es un hombre de palabra. Según él, la palabra es crucial en la vida de un hombre: “es la ley”.
Se considera una persona valiente que jamás le ha tenido miedo a nadie, ni al cáncer ni a la muerte ni a nada. “Si me muero ahora mismo, me voy tranquilo”, expresa.
Le gusta tratar bien a todo el mundo y afirma que su restaurante Jimmy es la casa del jabonero: “el que no resbala, cae…aquí viene gente de todos los partidos, razas, religiones, estatus social, económico, y todos son tratados igual”. Asegura que ha recibido a Mireya Moscoso, Guillermo Endara, el Toro Pérez Balladares, Martín Torrijos, Ricardo Martinelli, Juan Carlos Varela “y a todos los he tratado igual de bien”. 
En 1967 salió del puerto de Pireo (Grecia) al de Nápoli (Italia) y en ese viaje se gastó casi toda la plata que tenía; solamente le quedaron 48 dólares. Su destino era Panamá y el viaje para llegar acá duraba 20 días, así es que esa cantidad no le alcanzaba para sufragar los gastos. 
En el barco conoció a un señor que hablaba un poquito de griego, y “ahí formamos un partido de póquer la primera noche, y como desde niño aprendí a jugar, cuando llegué a Panamá, luego de varios juegos, tenía como mil dólares que había ganado”, recuerda.
Llegó a Colón cuando tenía 28 años. Tenía un primo en Panamá, quien era vendedor en una empresa de Tagarópulos. Vivió los primeros meses en un cuarto que éste tenía rentado. Aun cuando contaba con este apoyo, sus primeros meses en Panamá los define como “catastróficos”, pues al principio pasó mucho trabajo, e inclusive, durante una semana tuvo que dormir en el parque Urracá, debido a un incidente al que se refiere más adelante.
Su profesión es mecánico de barcos. La aprendió en la Escuela Militar de la Marina de Grecia. Por eso su cariño especial a los marinos. Aunque esa época le costó alguno que otro disgusto, guarda grandes enseñanzas que forjarían su personalidad. 
A pesar de las dificultades que padeció al principio, al llegar a Panamá se dio cuenta  de que aquí había futuro comercial.
Un día un señor le dijo que lo quería ayudar porque le veía madera y así empezó su primer negocito; trabajó día y noche. Durante años no tomó  días libres, porque como él mismo dice, “el que quiere tienda que la atienda, porque, de lo contrario, no funciona”.
Considera que la sociedad de hoy ha perdido tantos valores debido a que los padres no atienden a los hijos como antes… “la educación de los padres durante los primeros años de un ser humano, es la que marca el camino de la vida”. Recuerda que una vez, ya estando casado y convertido en padre, le alzó la voz a su esposa y, de repente, recibe un tremendo “tucazo” en la cabeza… era su madre que casi lo aturde; luego de lo cual le dijo: “no le vuelvas a gritar, ella es tu esposa y además es la mamá de mi nieta”.
Indica que con ese ejemplo no es que quiere mandar el mensaje de que los padres tienen que andar por ahí aturdiendo a los hijos para que hagan caso, sino que tienen que ser duros, darse a respetar, porque de otra manera sucede lo que está pasando en nuestros tiempos: “Un gran libertinaje”.
Evangelos señala que prefiere la gloria antes que la riqueza y agrega que podría presionar a sus empleados para ganar más dinero, pero ha decidido quedarse como un “restaurantero” en la historia.
Quiere que cuando muera, la gente diga, “esto lo hizo Evangelos, un hombre con principios”. Y le da gracias a Dios por el hecho de que se quedó huérfano (de padre) cuando apenas era un chiquillo, porque, según sus palabras, eso le dio la fortaleza para aprender a enfrentarse a  la vida cuando apenas era un adolescente.
Es amante de la filosofía y la historia, y pese a que ha dedicado la mayor parte de su tiempo a trabajar, también ha separado siempre un pequeño espacio para leer… “he leído mucho, pero no lo suficiente”.
Para él, el ser más noble que ha habido en el mundo es Jesucristo; el más perverso, Adolf Hitler; y el más grande, Alejandro Magno… “si hubiese vivido dos años más, hubiera conquistado el mundo…era un hombre extraordinario”.
-¿Por qué escogió Panamá para vivir?
-Había escuchado hablar muy bien de este pequeño país, que aquí había un excelente futuro comercial, así es que decidí venir. Llegué con mil dólares que había ganado jugando póquer en el barco en el que vine.
Tendría que pagar comida, alquiler y comprar algo de ropa. Al principio vivía con mi primo en un cuartito. Este se  gastaba todo el dinero que ganaba. Ahí también vivía un señor que ya falleció, primo de Demetrio Lakas. Una noche tuve una fuerte discusión con mi primo y debido a  ello perdí la mayoría de las cosas que tenía en el cuarto, y el poco dinero que tenía ahorrado. Luego de ese desagradable acontecimiento, agarré mis pocas pertenencias y me fui a dormir durante una semana en el parque Urracá. El otro compañero, Lakas, me fue a recoger, y me llevó donde otro amigo, con quien compartí un cuarto en calle 17, frente al Banco Nacional. Ahí también vivía un primo del señor Bobby Tzanetatos, y otros tres más.
Luego conocí a un abogado que me prometió arreglar mis documentos. Me ayudó y me dijo que poco a poco le pagara. Me ofreció casarme con una mujer panameña para poder facilitar mi estatus migratorio. Luego me divorció. Ese abogado fue como un ángel para mí, su nombre era Luis Guillermo Arboleda.
-¿Cómo fueron sus inicios en el negocio del restaurante?
-Conocí al señor Bobby Tzanetatos, en el café Square.  Fue muy generoso conmigo. Un día me dijo que si conseguía un restaurante, él me ayudaría a financiarlo. Cuando obtuve mis documentos, conseguí un trabajo con un salario de 200 dólares, en el restaurante Atlántico Pacífico (AP). Dos meses después que ya aprendí el idioma, el jefe se me acercó y me dijo que me aumentaba 50 dólares, porque le gustaba cómo yo trabajaba. Me di cuenta de que tenía que ahorrar dinero. En esos inicios, un amigo que conocí resultó ser sobrino de un señor que era dueño de la panadería La Estrella; llegó un momento en que él ya no podía trabajar solo, por la gran demanda que tenía, así que me dijo que me pagaba 200 dólares al mes por trabajar tres horas por día con él…acepté, así que trabajaba de día y de noche; era poco lo que dormía. Ahorré como mil y pico de dólares, y una noche fui a jugar póquer y gané 600. Así que mi capital aumentó casi a 2 mil dólares. 
Luego se presenta la oportunidad para comprar al señor Jimmy Plataniotis, el restaurante Jimmy, que estaba ubicado en la plaza 5 de Mayo. El señor Tzanetatos nos preguntó a mí y a otros dos socios, que cuánto teníamos para comprar el restaurante. Yo le dije que tenía 2 mil dólares, y los otros dos no tenían nada, así que el señor Tzanetatos les dijo: “él tiene un año y medio de estar aquí y cuenta con 2 mil dólares, y ustedes ¿nada? Entonces Evangelos va a manejar el restaurante, no ustedes”. Y así me fui… poco a poco, trabajando durísimo.
-Su esposa también es griega… ¿la conoció en Panamá?
-Cuando ya tenía un año y medio de estar aquí, todo marchaba bien, mi prima, quien vivía en Panamá, me dijo que ya era hora de casarme. Yo quería irme a Grecia, a casarme con una paisana. Para ese tiempo tenía dinero para ir a mi país, pero era difícil dejarle a alguien el negocio. ¿Por qué?, porque la rutina que yo tenía era intensa, me levantaba desde las 4:00 de la mañana, así que quien quedase en el negocio por ese tiempo debía hacer lo mismo. 
Mi prima insistió, y me dice: ‘la hija de mi cuñada está terminando la escuela, se trata de una buena muchacha, y tú tienes plata para mantenerla’…acepté que la mandara a buscar. Cuando la vi en el aeropuerto de Tocumen, por primera vez, me impresionó grandemente. Al día siguiente pedí su mano y hasta el día de hoy no tengo queja, pues me ha ido muy bien con ella. Al principio no hablaba nada de español y hoy día lo habla perfectamente. Mejor que yo. Le llevo 13 años a ella. Tuvimos dos hijas, rápido. A los dos meses de nacer la mayor, mi esposa salió encinta de la segunda. Años más tarde tuvimos una tercera hija.
En mi vida no he hecho otra cosa que trabajar y estar en mi casa. Desde mis ocho años hasta mis quince, fueron años duros, porque murió mi papá. Mi papá era extraordinariamente inteligente, fue a Chicago e hizo dinero. Se enfermó de hepatitis y tuvo que regresar a Grecia. Lo perdió todo en la Segunda Guerra Mundial. Luego creó un negocio de arroz y al siguiente año lo duplicó, vino una sequía y nuevamente lo perdió todo. Mi papá no pudo dejarme nada material, pero sí grandes enseñanzas de la vida: capacidad de trabajo, de sacrificio, y honrar la palabra dada. Mi mamá sí me dejó algo de herencia, que después le pasé a mi hermana.
-¿Cuál es la vinculación que tiene su restaurante con  Jimmy Lakas?
-El restaurante se llama Jimmy por el dueño original, Jimmy Plataniotis, quien era un monstruo en la cocina. Durante  el proceso revolucionario, yo hice mucha amistad con el expresidente Jimmy Lakas, que perduró hasta su fallecimiento. Mucha gente cree que este restaurante era de Jimmy Lakas, coincidían los nombres, pero no es así, lo que sucede es que fuimos como hermanos.
Al principio tuve el restaurante en la plaza 5 de Mayo, donde lo inició el señor Plataniotis, pero luego compré la propiedad donde está hoy ubicado. Nadie creía en el proyecto…algunos me preguntaron que si estaba loco, y me dijeron que este lugar no era apropiado para poner un restaurante.
Cuando inauguré mi restaurante aquí… esto se llenó, y la gente no cabía… fue el 1 de agosto de 1985. 
-Usted dijo que se encontró con gente muy noble en Panamá… ¿Cómo quiénes?
-Felipe Motta fue muy buena gente conmigo. Ese viejo me quería mucho, al igual que su hermano Alberto… Conmigo fueron maravillosos. ¡Qué buena gente esa! 
También tuve la fortuna de conocer al señor Federico Humbert, quien me ayudó demasiado; un día él me prestó plata de su bolsillo. El hijo –Freddy– también es muy bueno. 
El señor Motta tenía una propiedad por el área bancaria, que yo quería comprar para poner un restaurante. Un día me dice que me iba a financiar todo para que iniciara. El negocio ahí comenzó bien, pero primero me enfermé del corazón, y posteriormente me dio cáncer… estas situaciones afectaron el negocio del restaurante y el de unos barcos camaroneros, que fue otro negocio que tuve. El señor Humbert terminó comprándome los barcos. 
Un día el señor Motta le dijo a Humbert que yo era un hombre cumplidor y leal. 
Otra persona que me dio la mano sin ningún interés fue Juan Liakópulos. Ese señor hoy día tiene 100 años y lo respeto muchísimo. Su apoyo fue extraordinario y me dio mucha fuerza a lo largo de estos años.
Tuve mucha suerte con mucha gente. Siempre menciono a los buenos, nunca a los malos.

-Cinco buenos amigos...
-Bobby Tzanetatos, el hermano que nunca tuve, alguien incondicional; Jimmy Lakas fue otro hermano para mí, patriota, justo, y buen consejero, pero el dinero no lo sabía manejar, siempre lo repartía, no se quedaba con nada; Felipe y Alberto Motta; Federico Humbert (papá); el difunto José Luis Sosa “Pepe Lucho” y Moisés Vidal, comerciante hebreo. Amigos en las buenas y en las malas.
Pero el hombre a quien le debo hoy día estar aquí se llama Adán Ríos…él me salvó la vida. Ese vínculo me ha permitido ayudar a otros amigos que han pasado por situaciones similares a la mía.
En la vida tienes que tener amistades… tener una buena amistad es mejor que el dinero. No puedes enfrentar la vida solo. Hay que tener visión para escoger a las amistades. Para mí eso es un talento. He escuchado la frase de que “nadie es amigo de nadie”… eso lo considero una gran mentira. Un hombre que dice que no tiene amigos, es un paranoico.
Hay muchos más amigos que mencionaría, espero ninguno se ofenda, pero como me has pedido cinco nombres, estos son quienes han estado más cerca de mí, por motivos muy especiales.
-¿Por qué usted se declara un cholo griego?
-Nací en la capital de la provincia de Kalamata (Grecia). A los seis años me fui al pequeño pueblo de mi mamá, cuyo nombre es Basilicó. Mis primos y yo pescábamos en el río, cuidábamos los chivitos y robábamos el aceite de la iglesia para freír los animalitos que cazábamos, y así nos matábamos el hambre. Soy un hombre de estrato humilde, hecho a mí mismo, como muchos hombres de nuestro interior. Por eso me considero un “cholo” griego. La palabra “cholo” me define como panameño que me considero.   
-¿Cuál cree usted que es su principal virtud?
-Que soy un hombre trabajador; y mi principal cualidad es que soy de palabra. Además, soy valiente: jamás le he tenido miedo a nada.
-¿Quién es el panameño más honesto que ha conocido?
-. Hay muchos panameños honestos, sería injusto mencionar solo a uno.
-Dónde estaba usted cuando ocurrió la invasión?
-Aquí, cuidando la parrillada. La primera noche, a la 1:00 de la mañana tocaron a mi puerta y era mi amigo Demetrio Lakas para darme la noticia…
 -¿Cuál es el secreto para que un negocio de comida sea exitoso?
-No des de comer lo que no eres tú mismo capaz de comerte. 
El negocio no es para siempre, se daña, hay que darle mantenimiento. Eso sí, la comida no tienes que cambiarla, tiene que ser igual o mejor. Productos de calidad y siempre frescos. Todo lo demás hay que renovarlo y transformarlo. Hay gente que no gasta dinero, yo invierto y mejoro mi negocio. Yo estoy en mi negocio 12 horas diarias: abro y cierro. Mi sobrino que tengo aquí me dice: “Vaya a la casa que yo le doy la plata”, y yo le respondo: “el dueño tiene que abrir y cerrar”. Así te respetan. Yo estoy el frente de mi restaurante desde 1978. Todos mis empleados me respetan. Cuando pasa cualquier cosa, ellos dicen: “lo dijo el viejo”.
-Supe que una vez usted trabajó ininterrumpidamente desde un viernes hasta un miércoles…
-Eran unos carnavales del año 1972 o 1973. Llegué el viernes a las 9:00 de la mañana y la cajera me pidió permiso para irse a Las Tablas. Le dije que no, porque su suplente estaba de vacaciones. La muchacha no me dijo nada y se fue a carnavalear. Yo me quedé trabajando hasta el miércoles a las 6:00 de la mañana, que se apareció el cajero. El lunes en la noche dormí durante dos horas encima de unos sacos de harina. No me bañé ni nada. Por día me hacía 2 mil dólares y cada plato costaba B/.1.50. Pasé 94 horas seguidas trabajando. Un amigo, Jovito García, pasó y me gritó: “El hombre caballo…el que duerme parao”.
¿Cómo es la relación con su familia?
 -Cualesquiera de mis tíos (los hermanos de mi mamá) fueron mis padres. Nosotros teníamos una costumbre: cuando muere el papá, los hermanos de la mamá se encargan de los hijos de la hermana. 
Siempre he sido un ejemplo para mis hijas; las eduqué diferente, jamás les pegué o las regañé. Lo único que, si ellas no llegaban temprano a casa, ya de grandes, yo no dormía. Al día siguiente les decía que yo tenía derecho a dormir. Nunca les faltó nada. Jamás dije en mi casa, no tengo plata o sí tengo plata. Mi esposa no sabe nada de la plata. Cuidado que ella es dueña de todo y no lo sabe.
-Cómo compaginaba la vida familiar y el trabajo?
-Me la pusiste difícil. Me siento un poco en deuda con mi esposa y mi familia. No tengo esa cultura de celebrar muchos cumpleaños o de hacer fiestas, pero cuando hago una, la hago bien. Una vez por año organizo una buena fiesta, a todo dar. Los matrimonios de mis tres hijas fueron espectaculares. 
Me perdí muchas celebraciones de mis hijas y de mi esposa, pero el negocio de restaurantero es así. Hoy disfruto con mis nietos, voy a sus fiestas, hasta a sus colegios cuando tienen actos. Son media docena, cuatro varones y dos mujeres. Hago con ellos lo que no pude hacer con mis hijas. Ellas nunca me reclamaron, sabían los motivos, y ahora creo que disfrutan viéndome cerca de mis nietos y nietas.
-¿En Panamá la gente come bien?
-Aquí se come bien y barato. Por ejemplo, aquí preparamos el “filete  Angelo”, el cual tiene un sabor, textura, frescura, tamaño y peso como no hay en ninguna parte del mundo. La carne de Panamá es excelente. Hay otros platos como el pulpo al carbón y la “corvina Jimmy”, que también son muy solicitados. Todos ellos basados en la frescura y calidad. Productos netamente panameños, que bien elaborados dan excelente resultado en la mesa.
Yo  introduje  la berenjena y el pulpo. Al principio se burlaban de mí, me decían “griego come pulpo”. Ahora a todo el mundo le gusta el pulpo. Igual me pasó con la berenjena frita.
-¿Cuál es su comida favorita?
-Mi preferida es la comida española, luego la francesa y la italiana. La española es muy natural.
-Me dijo que tuvo cáncer… ¿ya lo superó?
Bueno, un día regresé de Houston con un pulmón menos. También tengo dos bypass y cero vesícula… 
He tenido mucha suerte. Una vez me hicieron un examen de esfuerzo, y descubrieron que tenía una arteria tapada. El doctor me dijo que necesitaba una cirugía. Al día siguiente tomé un avión rumbo a Miami. No encontré al doctor que quería. Pero tuve contacto con otro cardiólogo. Regresé a Panamá y luego en 15 días volví a Estados Unidos para que me operaran; me pudieron controlar bien esa afección cardíaca.
Tiempo después me hicieron un examen del tórax y me salió una mancha en un pulmón. Al día siguiente me puse en contacto con un radiólogo especialista. Me pasé una hora esperando el resultado, el cual fue: “hay cáncer”. Hablé con mi familia y le dije que iba a Estados Unidos para que me operaran. Llegué a Houston y el doctor me estaba esperando. Nunca estaré lo suficientemente agradecido al Dr. Adán Ríos. Me hicieron la biopsia y al día siguiente me llaman y me recomiendan un doctor en Boston, un buen doctor, que me preparó la terapia; fue una terapia muy dura. No aguantaba esas terapias. Me ponían morfina. Tenía la hemoglobina baja… no soportaba más. Me daban unos dolores increíbles, cada hora que pasaba era peor que la anterior… quería matarme. 
Muchos amigos y gente que me quiere me visitaron o llamaban varias  veces por semana para saber cómo estaba. Me hicieron 11 terapias y el cáncer desapareció. “Puede irse mañana para Panamá”, me dijo el doctor, aunque de todas formas tenían que operarme. Resultado, me extirparon un pulmón, pero regresé.
 Ya algunos me estaban mandando flores porque creían que me había muerto. Antes de la cirugía en Houston, le pedí a Dios que me ayudara para celebrar los 15 años de mi única nieta en ese entonces, y el matrimonio de mi otra hija. Hace poco mi nieta cumplió 18 años. 
Hace unos meses fui al gastroenterólogo, otro susto, pero salió todo bien.

-¿Cuál es el secreto de su vida?
-El secreto de todo es la disciplina. La disciplina en todo. Sin disciplina, valentía, ni agradecimiento, el hombre no va para ningún lado. El peor hombre que hay en la tierra es el malagradecido. 
-¿Cómo quisiera que lo recordasen?
-Como un varón, caballero, trabajador, hombre de palabra y justo. Yo siempre le voy a dar la razón a quien la tiene, no a quien tiene plata o  poder. 
-¿Cuál es el ser humano que usted más detesta?
-Son dos: Judas, por traicionar a Jesús; y Adolf Hitler porque mató a  millones de personas. 
-¿El hombre más grande del mundo?
Alejandro Magno; si hubiese vivido dos años más, hubiera conquistado el mundo. Un hombre brillante.

Quiz íntimo:
-¿Un amigo?
-Demetrio Lakas.
¿Una mujer en su vida?
-Mi mujer, es santa porque me aguanta. No la cambio por ninguna.
-¿Un principio en su vida?
-La valentía.
-¿Un consejo?
-Hay que cuidarse de los amigos, porque los enemigos los conozco.
-¿Un valor?
-La palabra. La palabra no se borra… la escritura sí.
-¿Un plato de comida?
-Fresco y bien hecho.
-¿Una bebida?
-El vino
¿Un restaurante?
-El que cocina bien
-¿Un recuerdo de infancia?
-Cuando robaba aceite de la iglesia para alimentarme.
-¿Un escritor?
-Niko Kazatzakis
-¿Qué piensa del pasado?
-Nada, veo el futuro.
-Qué piensa del presente?
-Ser justo
-Qué piensa del futuro?
-Lo que siembras, cosechas.
-Un pensamiento…
-El que no es político, no es humano.

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