La cantante argentina Nicki Nicole resalta la importancia de mantenerse “con los pies en la tierra” en una entrevista con EFE por su visita a México, donde...
- 05/04/2009 03:00
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PANAMÁ. Son las 12:00 a. m. Dos carros patrullas de la Policía Nacional llegan uno de detrás del otro. Dos agentes se bajan rápidamente y cada uno le pide a los extraños pasajeros que viajan en la parte trasera del vehículo que se bajen.
Ambas personas saltan del patrulla esposados y caminan a paso lento, muy bien custodiados, hacia el Juzgado Nocturno que está en la calle Victoriano Lorenzo en el histórico barrio de San Felipe. Era la madrugada del jueves 2 de abril. Uno de los policías abre una verja pintada de negro y después una vieja puerta de madera, todos entran a un recinto muy deteriorado e insalubre.
Lo primero que hace el policía es entregar el parte policivo y luego una señora cincuentona a toda prisa toma las declaraciones de cada uno de los esposados en una vieja computadora. Después trasladaron a una celda pequeña y sucia, con capacidad para 10 personas, cinco acostados y cinco sentados. Allí tendrían que esperar a que el juez de turno los llame para que los juzgue por sus casos.
En aquel juzgado, ese día hubo pocos casos, cosa que no ocurre los fines de semana cuando los hechos delictivos y de violencia intrafamiliar aumentan considerablemente.
Allí había aire acondicionado. Las sillas donde las personas se sientan a esperar su turno, varias están oxidadas. Las paredes están sin pintar y en una de ellas cuelga un cuadro de Jesucristo. El cielo raso está deteriorado y hace falta. El desorden es manifiesto en aquel recinto donde se imparte justicia administrativa.
Hay un cúmulo de expedientes desde 2000. Computadoras viejas y dañadas y en una esquina una carretilla de obrero que está volteada.
Las horas pasan y no se detienen. El reloj marcaba las 1:00 a.m. Empiezan a llegar más personas: una pareja de esposos deseaban deslindar una denuncia de maltrato; un señor llega al juzgado para que el juez haga justicia a su caso de robo de su celular en la Terminal de Albrook; otro asiste a buscar una sentencia que desde hace cuatro meses no le dictan y dos personas fueron llevados por pelear en la vía pública.
A las secretarias se les nota la incomodidad ante la cantidad de personas que llegaron casi que a la par, pero esto no es nada en comparación a los viernes, sábados o domingos, cuando el trabajo se hace insoportable. Es una locura que la viven las dos secretarias y los tres jueces que trabajan en este juzgado de 6:00 p.m. a 12:00 a.m. y de 12:00 a.m. a 6:00 a.m. los 365 días del año.
Serían las 1:30 a.m. El juez ya ha despachado varios casos y entre llamado y llamado también toma su relax para comerse un mafá con una soda Coca Cola. Él escucha atentamente aunque no mira a los ojos constantemente a los implicados.
Lee y explica cada caso basado en la ley, con voz pausada, bromea a su manera y falla el caso. Tiene que atender en seis horas los casos que lleguen al juzgado y la gran mayoría son personas humildes.
Este juzgado popular resuelve casos, porque no hay quien falle en derecho durante las horas de la noche, la madrugada y sobre los fines de semana, toda vez que la justicia ordinaria no labora estos días.
Así transcurren todos los días las horas laborables dentro del Juzgado Nocturno en San Felipe hasta llegar a las 6:00 a.m. Pero esto podría acabarse si se acoge la propuesta de la Alianza Ciudadana Pro Justicia, que consiste en cambiar esta sede hacia otro sector donde no haya tanto peligro e instruir a los jueces y demás funcionarios en materia de violencia doméstica, maltrato infantil, control de la ira y resolución de conflictos.
Ya son las 5:00 a.m. Hay pocas personas en el Juzgado Nocturno de San Felipe, en espera de una solución a sus problemas. Dentro de una hora habrá cambio de jueces y sigue la rutina. Es hora de partir.