Karina Lima: 'Este dolor nunca tendrá un final feliz'

Actualizado
  • 22/08/2023 00:00
Creado
  • 22/08/2023 00:00
Desde Florida, Estados Unidos, la víctima de la explosión del apartamento 07-22, en el PH Costa Mare, Costa Sur, en el corregimiento Don Bosco, comparte por primera vez su historia
Karina Lima lleva cerca de tres centenares de cirugías.

Karina Lima vive en un cuerpo que ya no es el suyo, cubierto de injertos de piel, con un rostro que –reflejado en un espejo– tampoco es suyo. Lleva las cicatrices de la tragedia que le cambió la vida.

Hace cuatro años se le quemó el 80% del cuerpo: las manos, las piernas, la cara, la espalda, el abdomen... Una tragedia acabó con sus recuerdos más preciados: las fotos, los juguetes y la ropita de recién nacido del bebé de la casa. Convirtió en cenizas el juego de sala y de recámara, las cortinas que nunca imaginó que tendría y la refrigeradora que compró con dinero prestado.

“Es un sufrimiento que va desde lo más vano que es la pérdida de mis muebles, de mi casa, de lo que construimos. Luego va a lo físico. Que tu cara te haya cambiado para siempre, que tengas marcas por todos lados y que tengas que aprender a vivir con ciertas limitaciones ...”, cuenta la mujer de 39 años.

Lo anterior queda totalmente anulado “cuando ves a tu hijo, lo que más amas, cómo quedó con sus piernas. Y peor aún cuando recuerdas que perdiste a tu bebé”, relata. Karina hace una breve pausa para reprimir sus emociones. No lo logra. Agacha la cabeza y con su mano derecha retira las lágrimas que han empezado a correr por sus mejillas. La nostalgia contagia. “¿Crees que podrás seguir?”, se le pregunta. Ella respira y responde: “¡Sí! ¡Voy a llorar!, advierte. ¡Pero llorar sana!”, suspira.

A través de la pantalla del equipo electrónico, Karina se muestra de la cintura para arriba: cabello oscuro y piel blanca. Al oírla, sorprende su aplomo. Con voz aguda deja claro que es “un milagro de amor”. Su historia movió masivamente corazones en diferentes partes del mundo.

Por primera vez, la víctima de la explosión del apartamento 07-22, en el PH Costa Mare, Costa Sur, en el corregimiento de Don Bosco, da una entrevista. Aunque evita conversar sobre el episodio central de la tragedia.

Cuenta su historia para que se cree un precedente que evite que cualquier otra familia en Panamá atraviese por una situación similar. Y así empieza el relato, en principio un poco inquieta. Ella conoce el trabajo del periodista. Es graduada de publicidad y relaciones públicas. Durante la carrera estudió periodismo.

Un mundo perfecto

La joven de mirada fija y voz cálida había emigrado de su natal Barquisimeto, Venezuela, después de un secuestro express que experimentó junto con dos de sus amigas. Buscando un ambiente seguro para construir una familia y criar a los hijos que soñaba, aterrizó en Panamá en 2010.

Apenas llegó al país compró un vestido para su matrimonio civil. Pero pospuso el enlace hasta el día que decidió que se pondría ese vestido para un matrimonio que no era el suyo. Cayó en cuenta y fijó la fecha de la boda.

Un año después –2011– contrajo matrimonio con Miguel Muñoz, también de orígen venezolano, con quien compartió la aventura de migrar a Panamá. Ambos decidieron reservar la boda religiosa para la patria que habían abandonado.

El noche de la tragedia

Consiguió trabajo en una revista y después en una aseguradora en la sección de ventas. Dos años después dejó la aseguradora para cuidar su primer embarazo.

El viernes 31 de mayo de 2019 tenía 35 años y disfrutaba una de las mejores etapas de su existencia. Había cumplido su sueño más grande que era ser mamá. Tenía dos de los tres niños que anhelaba. Ya eran cuatro en la familia Muñoz Lima.

Miguel Ignacio Muñoz Lima, de cinco años, era el capitán y máximo goleador de su equipo. Hasta sus propios padres se sorprendían del talento de su hijo. Para entonces, “Minacho” –como le llamaba su mamá– labraba su camino para convertirse en jugador de fútbol. Para complementar su mundo había llegado Marcelo Muñoz Lima, de 10 meses, un hermoso bebé que exhibe una sonrisa en una fotografía familiar que ella cuelga en su perfil de WhatsApp. “Fueron los años más felices de mi vida”, rememora, y nuevamente no puede contener las lágrimas.

No le faltaba nada ni le interesaba más nada. Para ella era “un mundo perfecto dentro de las imperfecciones...

Aquella noche del 31 de mayo, a eso de las 9:00 p.m., la familia Muñoz Lima estaba mudándose a su propio apartamento. Miguel descargaba la mudanza. Marcelo estaba inquieto como si presintiera que iba camino a un destino desconocido. Karina subió al apartamento para tranquilizarlo junto con su hermano mayor. Encendió una vela aromática. Tras ello, ni siquiera las paredes quedaron de pie. En el ascensor habían sentido un olor extraño parecido al de la basura. A la 1:00 de la tarde, por instrucciones del administrador de la propiedad horizontal, un electricista había abierto la llave de gas que estaba en el área común del PH. Lo hizo a pesar de que no había nadie en el apartamento.

Durante nueve horas las burbujas de gas viajaron por los diferentes espacios del apartamento, mezclándose con oxígeno, provocando una potente explosión. “Me quitaron todo de un solo golpe”, dice.

Despertó en Texas, Estados Unidos, en un nosocomio, cubierta de vendas blancas, después de 15 días en coma, experimentando alucinaciones, sintiendo que estaba secuestrada, que querían asesinarla, que le ponían en las manos tucos de hielo y le hacían tatuajes negros en las piernas para torturarla. “No veía bien, no podía moverse, no entendía mucho”. “¿Cómo estoy en Estados Unidos. No tengo seguro de salud?, pensaba. Las preguntas iban y venían, pero no había respuestas. Miguel –su esposo– no podía verle la cara. Le faltaban las fuerzas.

En ese momento todo era sinónimo de sufrimiento. Aún estaba muy mal: había pasado por una neumonía y tenía un coágulo en la cabeza. Los médicos todavía no daban esperanza de vida.

Adiós en un mundo paralelo

Karina solo quería saber de sus hijos, aunque era consciente de que Marcelo ya no estaba. “ Recuerdo que mi esposo me lo llevó (al hospital) y le besé la espalda. Yo lo miré y le dije: ¡está bien, ve! ”, evoca desahogando nuevamente el dolor que aún experimenta por la imprevista partida del bebé.

Aún no puede ver sus fotos ni puede hablar mucho de él, “es insoportable”, reconoce. Aunque recupera la paz cuando piensa que donde está su bebé, está bien.

Tampoco tenía buenas noticias sobre su hijo mayor. El niño que movía el balón como un rey en la cancha ya no sentía sus piernas, perdía el equilibrio y usaría férulas para sostenerse. Las quemaduras se comieron su masa muscular. Un médico recomendaba amputar las piernas del futbolista.

El papá del niño se negó. Su instinto no le falló. “Minacho” corre y salta. Pero su crecimiento sigue siendo incierto. Sus piernas no son normales, son solo injertos. “No sabemos qué puede pasar con él”, comentó la mamá.

A Karina, ni la morfina le aliviaba el dolor de las quemaduras que literalmente traspasaron sus huesos. Solo el poder del amor por su hijo pudo ayudarla a levantarse de la cama del hospital –con una sonda gástrica, las manos tiesas, con la apertura de la boca a medias y sin poder levantar los brazos–, tomar una andadera y seguir adelante de la mano de la familia. Para recuperarse y asistir a los tratamientos y cirugías tuvo que quedarse en Estados Unidos. Le han practicado cerca de tres decenas de cirugías y aún no comienza con la reconstrucción estética.

A Marcelo, Karina lo recuerda desde una visión espiritual donde –cree ella– mantiene una conexión con él. Marcelo dejó de estar entre ellos para vivir en ellos, está convencida. Un corazoncito azul lo identifica en la cuenta de Instagram de la familia Muñoz Lima.

El clamor de justicia

Para ella, la maternidad ya quedó en el olvido. No porque físicamente no pueda. Es un tema emocional, admite conmovida. Ahora su mayor misión es estar al lado de “Minacho”. Se compara con “Guido”, el papá de Giosué en la película de La vida es bella, un hombre que caminando hacia la ejecución hizo reír a su hijo con un güiño de ojo y una caminata parecida a la de un soldado, haciéndole creer que todo era un juego divertido. Haciéndole creer que a pesar de las dificultades “la vida es bella”. Ese es el mensaje que todos los días le transmite a su hijo, quien anhela regresar a la tierra que lo vio nacer para hacerle ganar un mundial de fútbol a su querida 'Sele'. Esa es la mística de la protagonista de esta historia. Es como un mecanismo de sobrevivencia todos los días.

Karina reclama justicia. El 19 de agosto de 2023, a las 10:49 de la noche conoció mediante un correo electrónico que el juicio que concluyó con la condena de tres acusados había sido anulado.

Un tribunal superior ordenó la celebración de un nuevo juicio, pero solo para dos de los acusados. La empresa administradora del PH –MTS Administración Total S.A.– quedó absuelta. “Este dolor tan grande nunca tendrá un final feliz. Solo espero uno justo...”, dice.

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