‘Aprendí a leer los labios para terminar la escuela'

Actualizado
  • 15/03/2016 01:00
Creado
  • 15/03/2016 01:00
Encontrar un empleo formal cuando se padece una discapacidad resulta una tarea que puede tomar años

El que ve a Anel lavando y secando el trapeador en una cubeta no imagina que para esa aparentemente sencilla tarea necesitó doce años de capacitación. Es su primer trabajo formal y lo desempeña desde hace un año.

A los dieciséis, los hermanos lo llevaron a Industrias de Buena Voluntad, una oenegé internacional que capacita jóvenes, con o sin discapacidad, para su primer empleo. Tenía la primaria completa y un año de formación vocacional, pero no sabía leer ni escribir. El diagnóstico en su expediente era de ‘retraso mental moderado'.

Anel aprobó la formación muy poco a poco. Tras las fases de formación y orientación requeridas pasó a la parte práctica. En los talleres de empaque y limpieza alcanzó el grado de supervisor. Por este cargo, sus compañeros le apodaron ‘el jefe'.

En la empresa Compañía Climatizadora, ubicada en la urbanización industrial Los Ángeles, lo contrataron para encargarse de la limpieza, antes solo, ahora con el apoyo de otro empleado.

Para aprenderse el camino al trabajo, sus hermanos y las guías de Industrias de Buena Voluntad lo acompañaron en el recorrido durante dos semanas.

‘Vi-a-jo-en-tren', dice haciendo una pausa en su jornada laboral para atender esta entrevista.

Antes de abordar el Metro tiene que luchar por un espacio en una chiva que lo traslada de la Nueve de Enero hasta la estación de Los Andes 2. En este barrio reside con uno de sus cinco hermanos y su madre, para quien tramita los documentos como beneficiaria suya en la Caja de Seguro Social. Su padre falleció hace años.

Con su primer sueldo, relata, se compró una televisión para ver los partidos de fútbol y los programas de música de acordeón, su favorita, algo de ropa y artículos de aseo personal. Mercedes de Urrutia, gerente administrativa de la empresa, una de las quince en Panamá que apoyan el programa de inserción laboral de personas con discapacidad, lo recuerda muy callado aquellos primeros días.

‘Luego lo hemos visto crecer. Estamos contentos con él y queremos que se quede aquí hasta la jubilación', asegura.

La meta de Anel, sin embargo, es otra que ser un asalariado hasta los 62 años, edad en que llega el retiro de los hombres. Quiere poner una empresa de limpieza en compañía de su familia.

‘Es poco probable que un chico con retraso moderado mantenga un empleo. Su caso era complicado, bien pudo quedarse vendiendo pastillas en las calles, pero él superó todas esas barreras', señala Marisol Rosario, coordinadora del programa..

La Navidad pasada, Anel asistió a la primera fiesta de fin de año en una empresa. Aquella noche se metió de lleno a la pista de baile y salió con el premio del mejor bailarín de la velada. Dentro de pocas semanas, disfrutará sus primeras vacaciones.

‘ME DESPIDIERON CUANDO SE DIERON CUENTA QUE NO ESCUCHABA'

Cuando la empresa donde laboraba Niza se dio cuenta de su pérdida auditiva le rescindieron el contrato. Por su hija y su madre salió a la calle de inmediato a entregar hojas de vida. Pasaron años, hasta cinco, y nadie la llamó para entrevistas. Luego llegó la depresión.

‘No voy a hacer más intentos', se decía. Fue su madre la que escuchó en la radio que Industrias de Buena Voluntad dictaba cursos para inserción laboral a personas con discapacidades y la animó a intentarlo. Así fue como Niza tomó el valor de viajar desde Arraiján hasta Los Andes para conocer el programa. Ya lleva cinco años trabajando en una oficina del piso 22 de una importante torre de Costa del Este, ‘desde donde se ven los barcos como manchitas moviéndose en el mar', dice.

Perdió la audición a los dieciséis años y su familia no tenía recursos para colocarle audífonos.

‘Me sentaba cerca de los profesores para leerles los labios', recuerda de sus años de escuela. Terminó el bachillerato e ingresó al módulo de programación de la Universidad Tecnológica de Panamá. Su primer trabajo formal fue en una empresa que dictaba seminarios. A los tres años quebró y se colocó en otro negocio, como recepcionista. ‘Usaba los audífonos grandes que la universidad me ayudó a comprar. Eran de los más baratos y hacían que el teléfono en alta voz pitara', cuenta. La despidieron porque no podía responder el teléfono en ‘speaker', la única manera que tenía de oír.

Yaneth Poveda, de Recursos Humanos, afirma que los seis trabajadores del grupo, todas mujeres, con discapacidad se han desempeñado con mucha eficiencia durante los cinco años que tienen en la empresa. ‘Han crecido porque no le tienen miedo el trabajo. Una viajaba, sin decírnoslos, todos los días desde Antón a Panamá. Ya no tiene que hacer este trayecto porque se abrió una plaza en Coclé', apunta satisfecha.

El cambio de suerte de Niza empezó en 2009, como asistente de planilla en la firma Morgan y Morgan. A la fecha ha ocupado diversas posiciones: asistente del departamento de digitalización, asistente de vicepresidencia de Operaciones Bancarias y analista contable, su puesto actual.

‘Si me hubiera quedado llorando en la casa no tendría mis propios ingresos ni Seguro Social. Le recomiendo a todo aquel que tiene una discapacidad que no permita que otros les pongan barreras. Hay que echar pa' lante', aconseja.

LAS BARRERAS

Anel y Niza son dos de los 97 mil panameños con discapacidad que registró el Censo de Población y Vivienda de 2010 y están entre el centenar que ingresa anualmente a los cursos de Industrias de Buena Voluntad. De los que se capacitan, solo el 30% logra insertarse en el mercado laboral.

‘La idea es que estos talleres sean un lugar transitorio, donde los aprendices puedan desarrollar buenos hábitos, valores y aptitudes de trabajo como la puntualidad, la honestidad, el trabajo en equipo y respeto', señala Ariel Cárdenas, director ejecutivo de la organización.

Cárdenas considera que las barreras más comunes para estas personas son las arquitectónicas. ‘Muchas empresas no cuentan con los espacios donde las personas con discapacidad, especialmente las de discapacidades físicas, se puedan movilizar sin problemas. Otro impedimento es la actitud de los jefes y compañeros de trabajo que piensan que el discapacitado traerá un problema a la empresa. Para evitar esto, promovemos charlas de concienciación sobre como relacionarse con una persona con discapacidad en el trabajo, antes de llevar a estas personas a ocupar un cargo dentro de una empresa'.

Alcanzar que la mayoría de las personas con discapacidad tengan un trabajo digno dependerá, a juicio de Cárdenas, del cumplimiento de la Ley 42, que equipara las oportunidades para este grupo poblacional en el sector laboral formal y del cambio de actitud de los ciudadanos sobre las capacidades de los trabajadores con discapacidad.

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‘Es poco probable que un chico con retraso moderado mantenga un empleo. Su caso era complicado, bien pudo quedarse vendiendo pastillas en las calles, pero él superó todas esas barreras'

MARISOL ROSARIO

COORDINADORA DEL PROGRAMA DE INSERCIÓN LABORAL

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‘Muchas empresas no cuentan con los espacios donde las personas con discapacidad, especialmente las de discapacidades físicas, se puedan movilizar son contrariempo',

ARIEL CÁRDENAS

DIRECTOR DE INDUSTRIAS DE BUENA VOLUNTAD

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