Obama y su varita

Actualizado
  • 07/10/2023 00:00
Creado
  • 07/10/2023 00:00
La existencia de un hombre negro, por primera vez en la historia de Estados Unidos, compitiendo por la Presidencia fue una prueba al temperamento tolerante del pueblo blanco
El expresidente de Estados Unidos Barack Obama

En verdad la elección del nuevo presidente de Estados Unidos ha creado una expectativa mundial, tal vez sin precedentes en la historia de ese país.

Las proclamas del candidato Obama tan llenas de promesas de cambio, han tonificado de optimismo a las mayorías nacionales que lo eligieron presidente. Pero para quienes ven la cuestión electoral como un desbordamiento de ofrecimientos, tienden a pisar realidades y a mantenerse simplemente a la expectativa.

Es que los problemas acumulados de la poderosa nación no invitan a un optimismo irracional. Y el señor Obama no llega al poder con una varita mágica extraña a las realidades propias. El presidente electo encontrará a su país con múltiples problemas internos que reclaman soluciones prioritarias. La guerra de Irak que produce un sangramiento en la economía de carácter yugular. El déficit fiscal que llega a la colosal cifra de $500.000 millones. La gravosa controversia bélica de Afganistán. La inflación interna y otras calamidades como la quiebra de bancos y de empresas, son todas en su conjunto, o aisladamente, problemas gigantes que convertirán a Obama en remendador y no creador de un cambio, por lo pronto.

De allí la cautela de los observadores que no son del todo optimistas para atribuirle al nuevo presidente capacidad de superhombre.

Sin embargo, deben ponderarse otras dulces experiencias en esta elección presidencial. Tal vez la participación inicial de una mujer en la contienda electoral fue un chispazo muy luminoso para advertir la existencia de una nueva sociedad. Los 18 millones de votantes que acumuló Hillary Clinton jugaron un papel en el señalamiento de una sociedad que dejó de marginar a la mujer.

Luego la existencia de un hombre negro por primera vez en la historia de Estados Unidos, compitiendo por la Presidencia fue, en primer lugar, una prueba al temperamento tolerante del pueblo blanco. Lo que fue un amago inicial, de prueba, terminó siendo el más honroso y glorioso triunfo de un avance democrático.

Esta ha sido a mi juicio la más hermosa lección que el pueblo norteamericano ha ofrecido al mundo.

Estamos, simplemente, en presencia de una sociedad democrática. Y ante esa realidad como demócrata saludo emocionado a la sociedad política de Estados Unidos.

Atrás quedó un mundo de perversidades y humillaciones contra la población negra.

Es el ejemplo para todas las sociedades latinoamericanas, aún llenas de políticas que invitan a la desigualdad.

Una de esas políticas es el monopolio que tienen los partidos para determinar o conducir las preferencias electorales. Solo los partidos pueden postular a candidatos presidenciales y este mandamiento legal amarra a la sociedad a limitadas alternativas. Y la sociedad deja de ser democrática y se afilia a un ordenamiento que propicia la desigualdad.

Volviendo al tema central de este artículo, es oportuna otra reflexión. Todo eslogan que apuesta por el cambio envuelve una amplitud de soluciones. Y si tal slogan se predica en momentos de crisis, los pueblos se desesperan si hay dilación en la solución de sus problemas. Sobre todo, si la naturaleza de la crisis tiene mucho que ver con el desplome de un sistema.

No creo que Obama se dedicará a los retoques cosméticos de la globalización. Ni creo que va a entrar de lleno en su reemplazo. ¿Qué hará mientras tanto? He allí lo que tiene al mundo perplejo.

Por supuesto que por el bien de su pueblo y también por el bien de la política exterior de Estados Unidos, yo le deseo al presidente electo toda la suerte y todo el valor para hacerle frente a los problemas acumulados tan identificados con los intereses creados.

Publicado originalmente el 6 de noviembre de 2008

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