Política y Periodismo

El mundo del espectáculo político ya está servido. El último telón está por abrirse. Los actores ya están listos y deseosos por dar lo m...

El mundo del espectáculo político ya está servido. El último telón está por abrirse. Los actores ya están listos y deseosos por dar lo mejor de sí. Es su última oportunidad de salir airosos. En ese mundo del espectáculo político hay otros protagonistas fuera del escenario, que quieren ver, quieren saber, quieren echar una mirada detrás del telón. Ya no se conforma con lo que le muestran cuando se abre el telón. Es un público exigente. Quieren ir más allá.

En la médula de ese público exigente, hay uno más quisquilloso, que corre, busca, es curioso, se encuentra en todas partes, no descansa, es notorio, conocido y popular, se entremezcla en la multitud, sin importarle quién está detrás del telón, espera con micrófono en mano, su aliado, ese aparato que escucha y transmite y que tiene su mirada fija en su objetivo. Ese es el mundo mediático, ese es el oficio del que comunica, el trajín del periodista.

La política y el Periodismo tienen su encanto y también su desencanto. La campaña electoral está agitada en todos los escenarios mediáticos. En la televisión, en la radio, redes sociales, los blogs, en la Internet. Sin embargo, en este oficio nada agradable para muchos y mucho menos para los que son desenmascarados por nada bueno, hay periodistas y periodistas, los serios, sensatos y equilibrados; pero también los sádicos, perseguidores, y conflictivos. Golpean a quienes no les agrada, algunos sin ton ni son, simplemente cumplen con los que le mandan a escribir, parecen destilar odio, animadversión, y se les conoce. He aquí el desencanto en el Periodismo.

Tres notas esenciales caracterizan el escenario político: un cuerpo que se exhibe, una mirada que observa y una distancia entre cuerpo y mirada. Entonces, más allá del discurso político los candidatos a puestos de elección popular se muestran, se exponen, y hasta su vida personal queda al descubierto. ‘Yo quiero ver’. ‘Yo quiero que me vean’. ‘Yo quiero que lo vean’. En definitiva el político en plena campaña electoral quiere ser visto y escuchado en el escenario mediático. Esto genera poder, porque lo que hace noticia vuela por todas partes y se aloja hasta en los cerebros más contrarios a la política.

¿Esto aumenta la popularidad y los votos? ¿O, afecta negativamente su imagen? En este sentido, cada caso es diferente. Lo que para uno le permite crecer, para otro resulta un episodio más y para un tercero puede ser una grave crisis de imagen. Depende del político, de sus características personales, de su trayectoria, de sus ideas. Y depende de la sociedad en la que vive y opera, de sus prejuicios y su talante. Y depende del periodista, del manejo de la noticia.

El resultado electoral está sujeto a la psicología política del electorado, de la opinión pública, de la personalidad de los candidatos, su imagen, su trayectoria, del dinero que tenga disponible, de su partido, de la lealtad de sus seguidores, de un buen jefe de campaña y del poder de los medios.

El punto central es la percepción y razonamiento político que ese público tenga en cuanto a qué candidato resolverá mejor sus problemas. Sabido es que el espectáculo tiene sus propias leyes, y el político que lo ignore arriesga con tropezar con algunas de ellas. La notoriedad puede ser resplandeciente. Pero, un paso en falso puede dejar el show fuera de cartel. Y, más que aplausos, más que el voto a favor, se le destierra y pierde.

Una sociedad necesita siempre de tres componentes: reparación, reconstrucción y recuperación. El escenario político igualmente necesita de tres componentes: el pueblo, el político y el medio que comunica. Con estos elementos la mesa está servida. No obstante, en la mesa se necesita un líder. ¿Quién asumirá el liderazgo?

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.

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