Los problemas del pueblo y sus soluciones

Actualizado
  • 18/12/2021 00:00
Creado
  • 18/12/2021 00:00
La inseguridad social es la punta del iceberg y de los males sociales acumulados. La lucha contra la inseguridad social debe organizarse sin dar a sus protagonistas los instrumentos que hagan posible causar males mayores, como los ya conocidos en los tiempos de la dictadura militar. Luchar por seguridad social no es despertar al gorila que murió en diciembre de 1989.
Los problemas del pueblo y sus soluciones

Publicado originalmente el 19 de julio de 2008.

Son múltiples los problemas que afectan al pueblo panameño. Lo curioso es que todos como que se vienen agudizando. Pareciera que ellos se encuentran en creciente ebullición. Si bien la cuestión electoral distrae y produce otras vivencias, existen problemas que siguen al pueblo como la sombra al cuerpo.

Si se hace un inventario de todo aquello que más preocupa, como la pobreza, la canasta básica, el desempleo, la corrupción, la seguridad social, y otros que han adquirido la categoría de angustia y viven rotándose en las cavilaciones del pueblo. Si durante la dictadura militar todos teníamos un policía intercraneal que sentíamos que vigilaba nuestros pasos y hasta “sapeaba” nuestros pensamientos, en otros regímenes neoliberales el pueblo tiene tal desventura económica que llega a fatigar su alma o a cancelar sus ilusiones.

Este vivir sin horizontes, este diario confrontar de contradicciones no solo es dañino, sino que tiende a amasar alternativas que pasan por la violencia social.

¿Cuál es el saldo que queda en el desempleado o en el pobre de estatus permanente, cuando le dicen con triunfalismo democrático que el país ha crecido en un 11% y que de ese crecimiento solo llega a la mesa del pellejo del pueblo las migajas del banquete del sistema? Queda un saldo de frustración, de descreimiento y hasta de odio.

El sector más afectado del descreimiento social es la clase política. Esta realidad obliga, para bien de la democracia, dar al discurso electoral un acento reflexivo, realista. Por no darse ese acento, históricamente todo nuevo gobierno se deslegitimiza porque ignoró el contenido de sus ofertas y adoptó otras no sometidas al plebiscito del torneo electoral.

Y retomando la dinámica coherente que trae este artículo he de preguntar, ¿cuál es el saldo que queda en la reflexión del pueblo cuando observa que la canasta básica sube constantemente y el gobierno no toma el camino que le señala la Constitución para frenar esas alzas crónicas?

El problema alimenticio es mundial. Es provechoso observar cuáles son las políticas que se establecen en otros países. México es un ejemplo. Ante el descontrol de los precios, el gobierno conservador mexicano congeló los precios de 150 productos de la canasta básica. Lo hizo como solución provisional hasta diciembre del presente año. Tengo entendido que la medida fue consensuada con las fuerzas productoras.

Por la vía del consenso, ¿por qué no se toma una medida semejante en Panamá? ¿Por qué no la toma el gobierno social demócrata que preside Martín Torrijos?

El pueblo lo respaldaría y si adopta el camino prudente del consenso, el sacrificio podría ser compartido sin trauma. A las medidas propias del Estado intervencionista que se vienen tomando con la compra directa por parte del gobierno a los productores, está el congelamiento provisional de los artículos de la canasta básica. Ese sería un sacrificio necesario.

Los otros problemas apuntados en el inventario (pobreza, desempleo, seguridad, etc.) están íntimamente vinculados. Todos tienen prioridad y formas de resolverse sin atentar contra la democracia. Los problemas como la pobreza se resuelven haciendo ricos a los pobres y no pobres a los ricos; es decir, se resuelven con un revolucionario cambio de las estructuras, que pueden convertir a los pobres en sujetos del capital y no en sujetos del salario.

Si yo fuera gobernante fundaría decenas de pequeñas empresas y decenas de bancos como Mi Banco. Sin dejar de lado la siembra de cooperativas, productos como los fundados durante el gobierno de Mireya Moscoso y estimuladas por Roberto Eisenmann.

La inseguridad social es la punta del iceberg y de los males sociales acumulados. La lucha contra la inseguridad social debe organizarse sin dar a sus protagonistas los instrumentos que hagan posible causar males mayores, como los ya conocidos en los tiempos de la dictadura militar. Luchar por seguridad social no es despertar al gorila que murió en diciembre de 1989. Eso es todo. Mientras tanto el gobierno está en la obligación de actuar a sabiendas que lo básico es crear confianza.

Es de esperar que el policía intercraneal que prevaleció durante la dictadura no sea reemplazado por un puñal hendido en el vientre y en el alma del pueblo.

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