La República de las Islas Marshall ha creado su primer santuario marino para proteger dos ecosistemas vírgenes alrededor de los atolones Bikar y Bokak,...
El pueblo millonario
- 21/12/2014 01:00
- 21/12/2014 01:00
En La Mitra de La Chorrera hay seis juntas comunales de agua que deben hacer maromas para hacer llegarlo a las casas del barrio: mendigar a políticos cuando las reservas se agotan, rezar cuando deben instalar una conexión, y colectar plata de donde no hay cuando toca abrir un pozo.
Es un modelo de ‘misera institucionalizada’. La zona es la más urbana de Playa Leona, un corregimiento de 8 mil habitantes, a 5.5 kilómetros de la capital de Panamá Oeste (la segunda provincia con más población), y por el que entre 2009 y 2014 pasaron unos $12 millones para las gestiones sociales de diputados —el pago a activistas y donaciones—, entre ellos las del chorrerano Rubén Frías.
En la oficina de la Junta de Agua de Balcón del Pacífico están pegadas desde 2013 las órdenes de compra para la apertura del sexto pozo del barrio. María Mudar, tesorera de la organización comunal, explica que tuvieron que recolectar $20 por habitante. Pagaron $8 mil. Y sin un centavo público.
La obra se terminó al tiempo que trascendía el escándalo por los giros de partidas que hacía el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) a las juntas comunales y alcaldías, yq ue serían desembolsadas a discreción de diputados —que no tienen estructura legal para manejar fondos—, una red paraoficial que quedó evidenciada tras los comicios de mayo, con fallos del Tribunal Electoral (TE). Playa Leona recibió y gastó en época electoral y por eso deberá repetir comicios hoy.
En el corregimiento no hay muchos banderines ni pancartas políticas, salvo una del PRD (del aspirante Marcel Rivera) en una casa en la costa, y otra de la actual representante y candidata a la reelección, Lilia Guerra, que resalta sobre una enorme pared repellada, que desentona el pedrerío que la rodea.
Ese fue el ‘ imperdonable’ en cinco años: empedrar Playa Leona.
UN BARRIO RICO EN LAS CALLES DE TOSCA
Unos metros adelante de la valla está el pozo recién abierto y una planta colectora y distribuidora de agua. Para acceder hay que esquivar huecos en una calle de asfalto y entrar a otra con tosca, una más de las que abundan en La Mitra y en todo el corregimiento.
La estructura está resguardada por una cerca de alambres con púas y palos de madera, una forma rudimentaria de seguridad. Mudar y el técnico del proyecto, Félix Franco, explican cómo la operan: una turbina extrae el agua del pozo y lo transporta a una purificadora comunal, cuyo nivel de químicos el Ministerio de Salud inspecciona. Es una toma rural. El agua sale de ahí a través de unas tuberías semienterradas, que se van dividiendo cual mitosis, a las casas.
Pasan por debajo de parques, tiendas, residencias, y de calles de asfaslto, de tierra y de tosca.
Guerra asegura que la construcción con tosca es lo más rentable en un corregimiento ‘que administra pobreza’ como el de ella, que dice recibir sólo $4,700 mensuales para operar.
‘Si tienes 50 calles de tierra no puedes invertir en asfalto para todas... tienes que darles tosca, para que una no diga que no tiene y la otra sí’, insiste, asumiendo una responsabilidad que nunca fue suya, sino del MOP.
El proyecto se ejecutó con la comisión que cobró por manejar hasta $2.4 millones anuales a cuatro diputados de Cambio Democrático. Además de Frías, Tito Rodríguez (de Las Cumbres), Marcos González (San Miguelito) y Absalón Herrera (Guna Yala) preferían endosar en Playa Leona.
Una vez Héctor Aparicio (Soná) también lo hizo. El corregimiento recibió 24 veces más dinero que El Arado, otra circunscripción chorrerana que sirvió para canalizar la plata que el MEF daba a los diputados.
‘Y no eran millones, como se dice... si ponían $100 mil, nos daban $2 mil, $3 mil, $5 mil... lo que estimaban’, asegura, sin, finalmente, confirmar con cuánto se quedó.
Investigaciones del TE revelan que la Junta Comunal cobró en comisiones hasta el 5% de lo que depositaron los diputados en sus cuentas. Unos $600 mil.
Con ello se esparció piedra sobre 17 calles, la mayoría, según la edil, de tierra.
Una de ellas llega al barrio de Santa Elena, al borde de la autopista La Chorrera-Panamá. Al final del camino hay un asentamiento informal nuevo que todavía no ha sido bautizado.
Ahí viven unas 30 personas, en ocho casas de zinc, con un campo común y redes ilegales de agua. La conectaron desde la casa de un vecino y por ahí se fueron, explica Nelly, una de las ocupantes. El lodo y la hierba alta rodean el lugar. De hecho, cubren los cimientos de una iglesia que se construye hace treinta años.
‘Tiraron la tosca y la dejaron así. Cuando llueve ningún taxi entra’, insiste Nelly. Ella y sus vecinos se han reunido para explicar su drama. Una de ellas carga a un niño a la cadera, y el otro, César, evita los efectos del sol mientras recuerda cómo el gobierno de Playa Leona prometió legalizarles el terreno para que pudiesen pagar por él, como se hizo con La Milagrosa, otro barrio de precaristas.
El camino a La Milagrosa está bordeando la escuela Guillermo Endara Galimany, el moderno colegio que el gobierno de Martinelli construyó en La Chorrera —con tropiezos, y por $11.7 millones—. Guerra lo incluye entre sus glorias, aunque en el pueblo aseguran que no es suya, y denuncian el favoritismo de las autoridades con chiquillos de fuera del barrio.
LOS BLOQUES DE TODOS
La avenida (asfaltada) de La Milagrosa termina en La Mitra, donde está el despacho de la representante. Tras él hay una fábrica de bloques que la edil montó hace unos años para ‘abaratar el costo para los residentes del corregimiento’. Es una empresa pública que vende a $0.50 el bloque, y de la que se cuentan historias turbulentas.
Una de ellas la relata una residente del barrio de Playa Leona (que pide guardar su nombre porque teme que ‘por maldad’ le hagan algo’). ‘Les pedí unos bloques y me los otorgó, pero tenía que ir a buscarlos a la junta comunal. Antes hizo que renunciara al PRD y que trabajara por $100 al mes como activista suya’, relata antes de contar cómo vio desfilar las donaciones de materiales durante la campaña.
La gente, dice, esperó que les cambiaran el zinc por cemento y lo consiguió. En campaña, claro. Según el TE, días previos a las elecciones, Guerra ordenó el pago de materiales de construcción a 333 personas en un loocal comercial, pese a que la Junta Comunal posee su propia fábrica de bloques. En ello se gastó $381,873, más de la mitad de lo que los políticos dejaron a Playa Leona. Y, en base a las versiones de la edil, más de lo que se invirtió en carreteras.
Chon Félix tiene 30 años de vivir en Playa Leona. Camina con dejo, aburrido ya. En el barrio no hay diversión ni gente: los pescadores recién se embarcaron y no volverán hasta en tres días, con la ‘bonanza’ de los camarones y el pescado tras ellos. De hecho, es la única que conocen.
Del dinero que llegó al corregimiento sólo se escuchan ecos. No hay clínica, la escuela es multigrado, el centro comunal inaugurado por Guerra está cerrado, no hay señal telefónica y los buses, que cobran $2, son intermitentes. Sólo, dice, se hizo la carretera La Mitra-Playa Leona, y que su contendor, Marcel Rivera, atribuye a una gestión del gobierno de Torrijos.
‘Allá no la quieren’, reconoció Elida Villarreal, una partidaria de Guerra, que cuando supo que unos periodistas estaban el pueblo, los persiguió para verificar lo que la gente diría.
—¿Por qué se cree que aquí no están satisfechos?—, le preguntó La Estrella de Panamá a Félix, la leyenda de Playa Leona.
—Porque la representante prometió y nunca hizo nada... ¿dónde están el dinero que llegó a la junta?—, insiste.
Guerra responde desde la lejanía de los medios: lo que según el TE se malgastó ‘no era de Lilia ni de la Junta... nosotros no somos los dueños de esos recursos’.