Ernesto De León, director del Cuerpo de Bomberos de Panamá, explicó a los medios de comunicación que el sistema de prevención de incendios funcionó correctamente...
- 22/11/2015 01:01
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La mañana del 21 de noviembre de 1985, un hombre vestido de color oscuro, sombrero y lentes de sol, atravesaba a paso lento y cauteloso el aeropuerto Mariscal Sucre, en Quito, Ecuador.
Mirando alternativamente hacia adelante, a la izquierda y a la derecha, se dirigió hacia el mostrador de Ecuatoriana de Aviación, para tomar su lugar en la fila.
Al tocarle el turno, entregó a la joven dependiente su pasaporte británico y pidió, con un español marcado con acento hebreo, registrarse en el vuelo a Panamá.
La joven alzó la mirada para observarlo. Tendría unos 64 años y su barba y bigote canosos parecían no haber sido tocados en varios meses. Con el sombrero ahora en una mano, y alisándose el cabello con la otra, contestaba las preguntas de la dependiente de forma parca.
Unas horas después, el vuelo que tomó llegaba sin retraso al Aeropuerto Internacional de Tocumen, en la ciudad de Panamá. Tras pasar por inmigración y aduana, sin llamar la atención de nadie, el hombre abordó uno de los taxis del aeropuerto.
‘Lléveme a Colón', le dijo al conductor.
A las 4:30 pm el taxi se detenia frente a una residencia de la zona más exclusiva de la ciudad caribeña. Antes de bajar, suspiró, tomando fuerza. Se preparaba para dar a su familia una de las mayores sorpresas de su vida, tras aparecer, como si nada, después de 20 meses de ausencia. Era el empresario Sam Kardonski, uno de los más prominentes hombres de negocios de Panamá y Centroamérica, presidente del Tower Bank y de Kardonski Hermanos, fundador de la Compañía Peikard Zona Libre, de Seguros Western Insurance, secuestrado el 11 de marzo de 1984 y liberado un año y ocho meses después.
RECIBIMIENTO
‘Tiene su mente clara y está bien de ánimo, feliz de ver a su familia', declaró a La Estrella de Panamá su hijo Fred, al día siguiente.
La prensa local e internacional, que había seguido con interés la desaparición de Kardonski desde 1984, se mostraba ansiosa por reportar cualquier detalle sobre el vía crucis del empresario. Pero la información llegaba a cuentagotas.
El viernes 22, la familia notificó que había desayunado crema de trigo y visto por primera vez a su nieto Daniel, a quien no conocía.
Por fin, el domingo, Kardonski apareció en una conferencia de prensa, afeitado, tranquilo, descansado. Allí aseguró que, en contra de los rumores que corrían, sus captores no eran miembros del grupo guerrillero colombiano M-19.
‘No puedo decir quiénes son, pero me hicieron saber que no tenían nada contra mí ni contra mi familia. Me trataron bien', dijo. Poco después añadió: ‘fue simplemente un negocio. Solo se trató de dinero'.
SECUESTRO
Antes de su misteriosa desaparición, el empresario colonense había sido visto por última vez un domingo en horas de la noche, cuando abordaba su automóvil Toyota Crown de color gris en la puerta de entrada del Hotel Washington, en Colón.
El lunes 12, en horas de la tarde, la policía encontraba su automovil abandonado en una carretera secundaria a medio camino entre las ciudades de Colón y Panamá, y a unos 400 metros de la represa Madden.
En el asiento posterior del vehículo había sangre, que una prueba de laboratorio identificó de Kardonski.
La familia temió lo peor.
Dada la notoriedad del empresario, forjador de la Zona Libre de Colón, representante de la marca Sanyo para América Latina, y fundador de un banco con sucursales en Estados Unidos, la atención que despertó el caso fue mayúscula.
¿Lo mataron para robarle? ¿Fue secuestrado por la guerrilla? ¿O se trataba de un acto de venganza orquestado por sus rivales comerciales?
El jefe del entonces Departamento Nacional de Investigaciones (Deni), el mayor Nivaldo Madriñán, ofreció su cooperación a los familiares e instaló un cuartel general de búsqueda en la habitación 237 del Hotel Wahington, como reportó La Estrella de Panamá en marzo de 1984.
Durante los días siguientes al secuestro, el departamento policial llevó perros entrenados a las zonas selváticas vecinas de Madden e hizo unos 200 interrogatorios, pero no se obtuvo ninguna pista segura. Solo algunos quisieron ver una señal en la estrella de David dibujada en uno de los muros de la vieja casa semidestruida cercana al sitio donde fue encontrado el carro abandonado.
¿Habría sido capturado por sus actividades pro-israelíes?, era otra de las dudas.
Poco después, el diario El Tiempo , de Bogotá, reportaba que la familia Kardonski había recibido una llamada de algún punto de Colombia, por parte de personas desconocidas, que pedían un rescate de $5 millones.
Como se sabría posteriormente, la familia ya había entablado comunicación con los captores y negociaba con ellos.
LETARGO
Aunque en un principio las comunicaciones parecieron fluidas —los captores enviaron varios mensajes seguidos, a través de cartas y cintas grabados—, los intercambios se interrumperían abruptamente. A los once meses del secuestro, la familia publicaba un anuncio en la prensa local, que decía: A los secuestradores de Sam Kardonski: Hemos cooperado, pero ustedes han rehusado comunicarse de forma directa. ¿Qué quieren? ¿Por qué el retraso? ¿Por qué amenazan a miembros de la familia?
CAUTIVERIO
Mientras el mundo especulaba sobre su ausencia, Sam Kardonski se encontraba muy lejos de Panamá o de Colombia, donde algunos habían querido ubicarlo.
Estaba incomunicado del mundo, en un sótano, posiblemente en una finca en las afueras de Quito, Ecuador, contaría Kardonski en la conferencia de prensa, después de su liberación.
Allí, era vigilado por tres personas, que solo se comunicaban con él por escrito.
Cuando entraban en su celda, lo hacían vestidos con capuchas y guantes. No le daban acceso a revistas ni periódicos ni televisión, pero regularmente le entregaban libros, los que Kardonski devoraba, hasta llegar a leer unos diez por mes.
Aunque en un principio se sintió muy deprimido y ansioso, tomó pronto la decisión de disciplinarse y ejercer la voluntad.
Durante la mayor parte de su cautiverio, siguió la rutina de caminar unos 15 mil pasos diarios alrededor de su celda y mantener pensamientos positivos.
LIBERADO
Una noche, cuando menos lo esperaba, le dijeron que lo iban a liberar.
Al día siguiente, cuando los encapuchados entraron en su habitación, le vendaron los ojos y le pusieron unos audífonos. Después, sin hablarle, lo sacaron del sótano y le ordenaron caminar.
Guiado por la mano de sus captores, lo hizo por un larguísimo trecho. Posteriormente, lo subieron a un automóvil, que se mantuvo andando durante varias horas .
Finalmente, lo dejaron en el aeropuerto, con un boleto de avión, pasaporte británico falso con nombre ficticio, y $400 en el bolsillo. Ya podía volver a Panamá.
LOS RESPONSABLES
El regreso de Kardonski no fue la última noticia que generó su secuestro. A finales de noviembre de ese mismo año, como fuera reportado por un cable de la agencia EFE, la policía de Ginebra detuvo a 3 miembros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), mientras intentaban poner en circulación dinero procedente del rescate del empresario panameño Sam Kardonski. En conjunto, portaban $1 millón 230 mil.
Supuestamente, según el cable de EFE, el rescate de $7 millones había sido entregado en Zurich, Suiza, por la familia del banquero, el 18 de marzo de 1985.
Posteriormente, el ex agente de inteligencia cubano Jorge Masetti (hijo del legendario Jorge Ricardo Masetti, periodista fundador de Prensa Latina), aseguró en una serie de entrevistas (Javier Ortega, La historia de los años verde olivo) que el secuestro de Kardonski había sido un trabajo en equipo, con participación de colombianos del M-19, chilenos del MIR y vascos de ETA.
El trabajo habría sido coordinado, según Masetti, por Manuel Piñeiro Losada, alias Barba Roja, responsable de la construcción de los sistemas de seguridad cubanos.
Los fondos obtenidos habían sido repartidos. A La Habana le había correspondido una parte, aseguró Masetti.
Según la agencia investigadora Control Risk Group, anualmente se denuncian 7,500 casos de secuestro en el continente americano, lo que, de acuerdo con la agencia, corresponde a una décima parte de una industria de mil millones de dólares al anño.
El empresario Sam Kardonski, quien murió en Panamá en 2005, a los 84 años, fue uno de los afortunados que pudo regresar para contarlo.
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‘Mis captores no tenían nada contra mí ni contra mi familia. Todo fue negocio. Solo se trató de dinero... Nunca pensé que fuera el M-19...',
SAM KARDONSKI
EMPRESARIO Y BANQUERO