El objetivo principal de este equipo interinstitucional, según el Ejecutivo, será gestionar la crisis social y laboral que enfrenta la provincia
- 17/05/2023 00:00

Cuando hablamos de despolitización de la juventud como parte de una estrategia de grupos dominantes que desean que las estructuras de desigualdad social y económica se fortalezcan y continúen intactas dentro de cincuenta o cien años, no significa que no podemos vislumbrar nuevos caminos que permitan que la juventud tome conciencia de su rol transformador dentro de la sociedad, un rol que vaya más allá de lo que las mismas agendas de desigualdad promueven desde sus empresas forjadoras de cultura como Netflix, Disney o Sony. Según el filósofo Mark Horkheimer, la sociedad moderna está dominada por la lógica del mercado y el consumo, que promueve la estandarización de la cultura.
El propio ejercicio de participación ciudadana permite un rejuego de ideas que tiende a enriquecer el pensamiento colectivo de una sociedad que se prepara para una nueva era de deliberación de los problemas sociales.
Para Habermas, la deliberación es un proceso discursivo mediante el cual los ciudadanos pueden superar la dominación cultural que ejercen los dueños del monopolio del capital mundial sobre las sociedades modernas y que las decisiones políticas sean tomadas de acuerdo con un proceso de diálogo abierto en el que todos los participantes tengan la oportunidad de expresar sus posiciones desde un ambiente donde se respeta la inclusión (la verdadera inclusión), la igualdad y la racionalidad.
La inclusión se refiere a la necesidad de asegurar que todas las voces sean escuchadas en el proceso deliberativo, independientemente de su posición social o política. La igualdad se refiere a la necesidad de garantizar que todos los participantes tengan la misma oportunidad de expresar sus opiniones y argumentos. La racionalidad se refiere a la necesidad de que los argumentos y las opiniones se basen en hechos y razones, en lugar de en prejuicios o intereses particulares.
Cuando miramos al futuro con pesimismo es muy difícil ser parte de la construcción colectiva de una nueva realidad; lo que plantea Habermas es una sociedad capaz de deliberar sus problemas con un proceso deliberativo que tiene un fin claro, es el de poder garantizar mejores decisiones producto del capital colectivo que enriquece esa toma de decisiones.
Se trata de construir una sociedad más unida y democrática. Una sociedad donde impere la confianza. Donde los intereses particulares no estén por encima del bien común. Hacia esa sociedad debemos avanzar, y si usted es de los que piensan que las cosas nunca van a cambiar, posiblemente usted sea parte del problema sin saberlo. El pesimismo sobre el futuro es una patología social producto y efecto de la propia democracia representativa liberal que no podremos superar sin un claro esfuerzo dialéctico.
La instrumentalización de semejantes ideas requiere de un esfuerzo individual y colectivo. Si hablamos acerca del futuro de una sociedad, nos referimos principalmente a la juventud, sin embargo, parte del efecto individualista de la posmodernidad es el egoísmo, y ese egoísmo se pone de manifiesto en una actitud negativa frente a los jóvenes, que otrora eran percibidos como la esperanza. Hoy muchos cometen el error de perder completamente la esperanza en ellos.
Reconozcamos una pizca de valor al determinismo tecnológico. El determinismo tecnológico sostiene que las tecnologías determinan en gran medida la evolución social, cultural, económica y política de la sociedad. Establezcamos como premisa que la tecnología es una de las variables con capacidad de coadyuvar a impulsar el progreso de todos los ámbitos sociales, incluyendo la profundización de la democracia, facilitando nuevas avenidas como la democracia digital y la democracia directa.
La democracia digital es un concepto moderno que propone el uso de la tecnología para facilitar la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas, fomentar la transparencia y la rendición de cuentas, y mejorar la eficiencia y la eficacia de los procesos democráticos. Es poner la tecnología a beneficio de las decisiones democráticas, transformando así la participación ciudadana en el nuevo milenio.
“Las democracias contemporáneas del siglo XXI presentan nuevas oportunidades y desafíos, producto de la revolución de internet, las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) y las diversas plataformas digitales. El Estado, la ciudadanía y los diversos actores que componen la sociedad deben saber adaptarse, así como usar eficiente y responsablemente estas herramientas que ofrecen múltiples beneficios para fortalecer la gobernabilidad democrática. Se entiende por democracia digital el poner la tecnología al servicio de la ciudadanía con un fin colectivo y que contribuya en la consolidación del sistema democrático”. (Ford, Elaine, 2015)
El corazón y el futuro de la democracia están en el sistema educativo panameño, y es importante incorporar en los planes de estudio la formación de una nueva ciudadanía, a la que podemos llamar tecnociudadanía.
Uno de los principales retos que tiene nuestro sistema democrático es formar a los tecnociudadanos del futuro, y capacitarlos para que participen activamente de los problemas de sus comunidades y su país, utilizando la tecnología de manera crítica y consciente para promover el bien común.
Nos referimos a las competencias sociales y cívicas que deben ser impulsadas desde el sistema educativo si queremos aspirar a tener una sociedad democrática y deliberativa en el futuro.
Los tecnociudadanos tienen la capacidad de utilizar una variedad de herramientas tecnológicas para abordar problemas sociales, como la creación de aplicaciones móviles para aumentar la transparencia gubernamental, el uso de sensores para monitorear la calidad del aire y del agua, y la implementación de plataformas digitales para fomentar la participación ciudadana. En Panamá existen ejemplos pioneros de democracia digital, como la herramienta www.quiencumple.com de la fundación Generación Sin Límite, creada en el año 2017. Se trata de una plataforma cívica que utiliza visualizaciones de datos abiertos de gobierno para estimular el monitoreo ciudadano de la Ley de Transparencia a los órganos del Estado y a las instituciones públicas. También contamos con la iniciativa de transparencia CoSt Panamá, cuyo objetivo es “elevar los estándares de transparencia y rendición de cuentas en los proyectos de infraestructura pública a nivel internacional, y de esta manera ser un mecanismo de prevención de la corrupción en este sector.
Otros ejemplos de democracia digital son las plataformas en línea que permiten a los ciudadanos proponer, debatir y votar sobre cuestiones políticas. Existe, por ejemplo, la plataforma “Cónsul” para la participación ciudadana, herramienta que está en más de 35 países y es utilizada por 90 millones de ciudadanos en todo el mundo. Dicha herramienta permite a los ciudadanos emitir su voto en línea sobre los asuntos que son discutidos en su comunidad. También permite que los ciudadanos propongan y decidan de manera directa cómo gastar parte del presupuesto de sus comunidades (presupuestos abiertos en línea).
Estos mecanismos de democracia directa digital van a mejorar la participación ciudadana y fomentar la transparencia y la rendición de cuentas en la toma de decisiones políticas en el futuro inmediato. Sin embargo, es importante mencionar que existen desafíos que debemos abordar, como las brechas digitales, para lograr la accesibilidad e inclusión de todas las personas en el proceso, la seguridad y privacidad de los datos.
Es fundamental que se tomen medidas para garantizar que el proceso de alfabetización digital cívica sea una realidad dentro del sistema educativo panameño, como un paso fundamental hacia una sociedad más democrática, abierta e incluyente, y así profundizar la democracia para lograr un sistema político que inspire confianza. Eso nos catapultará hacia el desarrollo social que tanto deseamos los panameños.