La vida cotidiana de los panameños: un mosaico de diversidad cultural y vibrante actividad

Actualizado
  • 11/03/2023 00:00
Creado
  • 11/03/2023 00:00
En las paredes que rodean la plaza, se pueden apreciar pinturas y murales que cuentan la historia de la ciudad de Panamá, y su rica diversidad cultural y racial
Transeúntes ocupan la plaza 5 de Mayo.

La Plaza 5 de Mayo es un lugar donde el pasado y el presente se fusionan en una mezcla de arte, cultura y movimiento constante. Desde tempranas horas de la mañana, los peatones apurados se mezclan con los vendedores que ofrecen una variedad de productos que van desde frutas y flores hasta artesanías hechas a mano.

El sol comienza a calentar el pavimento mientras las personas caminan por las calles, disfrutando del ambiente multicultural que rodea el sitio. Mientras tanto, el sonido de las voces de los vendedores se mezcla con el ruido de los motores y las bocinas de los automóviles que cruzan las calles.

En las paredes de la plaza se pueden apreciar pinturas y murales que cuentan la historia de la ciudad de Panamá y su rica diversidad cultural y racial. Algunos observan la vida ajetreada que llevan las personas en el vibrante y diverso Panamá.

En la Plaza 5 de Mayo puede haber personas con pasiones, intereses y propósitos diversos, además de historia.

A las 9:30 de la mañana, las paradas de los buses están abarrotadas de personas que esperan abordar el transporte bajo el fuerte sol veraniego. Las mujeres se abanican desesperadamente, tratando de encontrar un poco de frescura en medio de la sofocante humedad. La inquietud se apodera de quienes esperan. Se nota en los rostros el desespero.

Quince minutos después, de forma desmesurada, decenas de personas se aproximan al bus formando una aglomeración y dando fuertes empujones para abordar al transporte.

El Metrobús luce bastante caliente, con apariencia descuidada. Los barrotes desteñidos, los asientos rayados, el aire acondicionado descompuesto y algunas estructuras mal ajustadas.

Frenadas bruscas y diversos sonidos son parte de la aventura. Al fondo se puede escuchar la música de uno de los pasajeros, mientras que otro canta rap para recoger unas cuantas monedas.

Al bajar del bus en la 5 de Mayo, lo recibe el bullicio de la ciudad, la música, los comercios ofreciendo cualquier cantidad de productos, los motores, las construcciones y se ve a los conductores de buses gritando: “Camino, Machetazo, Hato Montaña...”.

La zona está repleta de vendedores, así como de personas que piden dinero y otras que ofrecen sus productos a los transeúntes. Los habitantes de la calle se acomodan en la sombra, buscando refugio del sol ardiente que abrasa el pavimento y sus propias pieles.

Un joven de 32 años que no quiere revelar su verdadera identidad, pero es conocido como 'Cachetes', afirma que solo llegó hasta tercer año de la educación premedia del Instituto Nacional. “Llegué a tercero de premedia, no me aceptaban en cualquier escuela por mi conducta, pero ahora me gusta lo que hago. Soy transportista desde los 12 y no me gustaría volver a estudiar, quiero aprender mecánica”.

Asegura que a pesar de todas las circunstancias nunca se rindió y hoy lucha por sus metas. “Trabajo todos los días para seguir adelante, luchar por lo que quiero y por lo que me propongo. En un día me puedo hacer alrededor de $20 o $30, otros días un poco más”.

Los relojeros son otro grupo de trabajadores en este lugar. Muchos de ellos tienen años de experiencia y habilidades para reparar y ajustar cualquier tipo de reloj, desde relojes de pulso hasta relojes de pared.

Erick Araujo, de nacionalidad colombiana, tiene 67 años. Es relojero en la 5 de Mayo, lleva 40 años dedicándose a la reparación de relojes. “Llegué hasta sexto año de bachillerato, no seguí estudiando porque uno va adquiriendo más responsabilidades”.

Erick asegura que disfruta su trabajo y que se busca el pan diario con su profesión. “Me gusta mi trabajo, después de 2 o 3 días de estar en mi casa me aburro y digo vamos para la 5 de Mayo. Me gusta mucho estar aquí. ¿Para qué te digo que no? Me gusta porque siempre he estado aquí, es parte de mi rutina diaria, es mi segunda casa”.

Cada persona tiene una historia que contar. Muchos de ellos muestran una mirada intensa y reflexiva que deja ver algún tipo de sentimiento. Otros parecen estar disfrutando de la vida al máximo, sonriendo y riendo.

Al adentrarse en el revuelo, se nota que algunos están ocupados en sus propios asuntos, mientras que otros parecen estar buscando algo en particular.

Parecen tener la piel quemada y reseca por el sol. Algunos rostros están cubiertos de arrugas y manchas. La gente camina con prisa, deteniéndose solo para intercambiar saludos y conversaciones fugaces. Unas cuantas personas se sientan en los bancos para observar el mundo pasar.

Rosa es una mujer colombiana que desde que llegó a Panamá a sus 21 años, ha trabajado arduamente. Hoy, a sus 61, sigue luchando por sus sueños y anhela poder regresar a su hogar en Cartagena, Colombia.

Parte de sus creencias incluyen el uso de una medalla de san Benito, que cuelga de su cuello, y utilizar la ropa al revés. Según Rosa, esta es una forma de protegerse contra las malas energías que puedan rodear su entorno laboral, ya que hay personas cercanas que “hacen rezos” para causar daño a otros trabajadores.

Durante los últimos cinco años ha dedicado su tiempo y esfuerzo a su trabajo en el puesto, donde gana $25 diarios. Sin embargo, su labor no está exenta de preocupaciones, ya que tiene un pequeño puesto improvisado de madera y tablones, en una larga hilera de pequeños locales que se dedican a vender cosas muy similares y que se encuentra a orillas de la calle por lo que teme que algún vehículo lo destruya.

A pesar de esto, Rosa sigue adelante, trabajando con pasión y perseverancia en su negocio.

Así como estas historias hay muchas más de panameños que buscan el pan de manera honrada en un lugar multicultural como la 5 de Mayo, donde destaca la realidad de quienes luchan por ganarse la vida en un entorno diverso y pintoresco.

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