Aguiluchos para toda la vida, vivencias institutoras

Actualizado
  • 25/07/2013 02:00
Creado
  • 25/07/2013 02:00
PANAMÁ. ‘Quienes han sido institutores han tenido una vivencia que jamás termina y por eso, ¡somos aguiluchos para toda la vida!’, y eso...

PANAMÁ. ‘Quienes han sido institutores han tenido una vivencia que jamás termina y por eso, ¡somos aguiluchos para toda la vida!’, y eso es cierto, pasan los años y seguimos sintiendo ese gran orgullo de haber sido institutores, de haber sido estudiantes de este colegio cuya historia ha sido de gloria y de honor desde su fundación.

La idea de darle a la nueva República de Panamá un centro de enseñanza superior nace bajo la administración del presidente Manuel Amador Guerrero, lo que promueve la fundación del Instituto Nacional, que obedeció a un estímulo para movilizar los espíritus y despertar conciencia, para convertirlo en un heredero de preocupaciones intelectuales.

Fue el 17 de julio de 1911 que se inaugura la sede principal del Instituto Nacional, correspondiendo este honor al presidente Pablo Arosemena. Luego, en 1913, se graduaron los primeros 14 educadores egresados de este plantel.

Su primer rector fue el educador panameño Justo A. Facio y ha funcionado desde entonces en este edificio a las faldas del Cerro Ancón, en estas imponentes estructuras, representativas de tendencias arquitectónicas europeas y que fueron declaradas Monumento Histórico Nacional en 1971.

MONUMENTO HISTÓRICO NACIONAL

En 1963, nuestra graduación fue la número 50 del colegio y este año 2013, que celebramos nuestras bodas de oro (50 años de graduados), el Instituto Nacional celebra 100 años de su primera graduación, fechas históricas de las que somos testigos vivientes.

La historia de nuestro país no podrá olvidar nunca el aporte de la heroica participación de los estudiantes del Instituto Nacional en las luchas reivindicadoras en defensa de la soberanía del Canal de Panamá, que tuvo su momento cumbre en la gesta patriótica del 9 de enero de 1964, gesta que fue liderizada por estudiantes institutores.

Este colegio fue para mí mi alma mater por tres años, donde me nutrí de conocimientos, de valores, de civismo, de sueños con metas concretas.

Guardo muy gratos recuerdos de mis años de institutora, fue una época de mi vida muy interesante, donde éramos pocas mujeres entre una mayoría de varones y quienes fueron verdaderos compañeros, casi hermanos.

Tuvimos la fortuna de ser alumnos de ilustres profesores, a los que guardo mucho respeto y eterno agradecimiento por sus enseñanzas y consejos que me dieron. Mencionaré algunos como: Magda Paredes De Arrieta, Aura Alvarado, Praxedes Mateo Montilla T., Adolfo Chang Wong, Laura De Montule, Julio Barba, Rubén Oro, Ricardo Lajón, Ricaurte Soler y otros magníficos educadores que sería largo enumerar y que fueron fuente de luz para nosotros.

En este centro educativo estudiábamos jóvenes de todos los sectores geográficos y de diferentes estratos sociales del país, sin distingos de clase; en armonía participábamos en los diferentes eventos que se desarrollaban: educativos, sociales, deportivos, culturales.

El Instituto Nacional conservaba un gran prestigio académico porque para ingresar a él había que tener un buen promedio de calificaciones y estaba muy vigente el lema que para nosotros era un dogma.

‘TODO POR LA GLORIA INSTITUTORA’.

Recuerdo con alegre nostalgia los bailes que se efectuaban los viernes después de clases en el gimnasio; que duraban solo 3 horas, tiempo que a todos nos parecía suficiente para liberarnos de la tensión de la semana de clases; sin disturbios, en sana diversión y supervisados por los profesores.

El Instituto Nacional ha sido forjador de la mente y el temple de muchos hombres y mujeres que han contribuido al desarrollo del país, también ha sido escenario de numerosas asambleas que han coadyuvado a delinear la personalidad de esta nación.

Sin embargo, ahora se dice que el Instituto Nacional no es el mismo de antes; y me pregunto ¿qué fue lo que causó ese cambio?

Duele mucho ver lo que sucede actualmente con nuestro prestigioso colegio, donde se habla de una pérdida de valores entre sus estudiantes.

Quizás es cierto y no hay ese sentido de pertenencia en los actuales estudiantes, pero nosotros tenemos que transmitirle por convencimiento propio, a las actuales y nuevas generaciones estudiantiles, lo que significa.

¡EL ORGULLO DE SER UN VERDADERO INSTITUTOR!

Es que no podemos permanecer del otro lado de la acera como meros espectadores, viendo cómo el Instituto Nacional que hoy cumple 104 años se deteriora internamente y hasta se piensa en el cierre definitivo de este centro del saber, sin buscarle una solución a sus problemas, que no son producto de un solo día o un año, como si fuera un fenómeno de generación espontánea, sino que es la acumulación de muchos factores que deben ser analizados muy profundamente.

¿Y qué decir de su estructura física? Este edificio que es una joya arquitectónica que por más de 100 años ha desafiado la labor destructora del tiempo y del uso, que sus paredes han resistido los ataques por años, en las luchas patrióticas que han llevado los aguiluchos en defensa de sus ideales; ideales que parece que no son los mismos de antes, ahora este monumental edificio está en franco deterioro.

Las esfinges que custodian al Instituto Nacional han soportado de todo, desde pedradas y balas hasta la indiferencia de todos los gobiernos que por años no han mirado hacia este centro educativo que nació con la República, y que fue su primer centro educativo superior.

Ellas son vigilantes permanentes de este colegio y en este momento están enfrentando la más dura lucha de su historia.

¡VENCER AL TIEMPO!

Creo que llegó el momento de que las esfinges abran sus labios de bronce para decir las palabras supremas que salvarán al Instituto Nacional.

Yo veo con admiración cómo existen en otros países, colegios más antiguos que el Instituto Nacional y que aún permanecen vigentes. Pongo como ejemplo el Instituto Nacional de Chile, fundado en 1813, y que el actual presidente Sebastián Piñera lo calificó como colegio em blemático en el bicentenario del país. ¿No podremos los panameños hacer lo mismo con este también emblemático colegio?

Amigos todos presentes hoy, de esta valiosa promoción de 1963 y de muchas otras han egresado grandes pensadores que pueden aportar mucho con sus conocimientos y su experiencia profesional para rescatar al Instituto Nacional y restablecer a este colegio al sitial de honor que tuvo por largos años.

Creo que todos juntos, profesionales, educadores, estudiantes, padres de familia y en especial el Ministerio de Educación, tenemos la tarea de luchar por el rescate del prestigio que otrora tenía el Instituto Nacional.

Compañeros aguiluchos, sé que a los de nuestra generación no nos queda mucho tiempo, pero tenemos que aprovecharlo sumando a los egresados de otras generaciones porque con el apoyo de todos los aguiluchos de diferentes épocas que sentimos amor por este colegio, lo podemos lograr, recuerden que somos cariátides de bronce de nuestra nación y, por ende, de nuestro colegio.

Hagamos honor a nuestro himno y hoy que conmemoramos un aniversario más de este plantel y las bodas de oro de nuestra graduación, sintamos el orgullo de haber sido parte del que fuera el más importante y reconocido colegio secundario del país, que desde sus inicios ha forjado muchos hombres y mujeres de bien, lo que le valió el apodo de ser ¡un nido de águilas!

En estas, nuestras bodas de oro, develamos con mucha emoción y orgullo la placa conmemorativa a nuestra graduación, en reconocimiento a la formación que recibimos en este noble plantel educativo, con la firme esperanza de que se recupere y se mantenga siendo el más prestigioso centro educativo del país.

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