Política, los partidos y la crisis de representación

Actualizado
  • 19/06/2016 02:00
Creado
  • 19/06/2016 02:00
Este espectro ideológico político, se configuró desde el conservadurismo al nacionalismo, ambos de naturaleza populista

Como resultado del descrédito que tienen, tanto partidos políticos, como los políticos—y pese a lo que muestran en las últimas décadas las votaciones nacionales a Presidente (cercanas al 75%) —, los actores políticos padecen de una profunda crisis de representación. Este descrédito alcanza a la Asamblea Nacional, y al sistema político del cual forman parte. En esta crisis de representación política, lo que está en la base, aparte de la desconfianza que la ciudadanía tiene por estos ‘operadores' políticos; es también, la extrema organicidad que estos actores tienen con los grandes intereses corporativos y económicos del país.

MISIÓN Y VISIÓN DE FLACSO

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Una concepción voluntarista en la explicación de este estado de situación haría responsable a los políticos por su incultura y su proclividad a la chabacanería. Sin embargo, para la teoría política las cuestiones de cultura política se articulan a eso que se denomina sistema político, cuyo componente principal es el régimen político presidencialista panameño. La decadencia del sistema político no solo es ‘cosa' de individuos es también ‘cosa' de la arquitectura institucional, que es el lugar donde operan partidos y políticos.

El agotamiento de este encuadre político es una mezcla o contra punto, entre la crisis de legitimidad de los partidos políticos, consecuencia de la falta identidad programática e ideológica; y la de un régimen presidencialista que descansa en instituciones desacreditadas. La consecuencia más grave es quizás, la ausencia de consciencia de esta situación.

DE LAS GRANDES A LAS PEQUEÑAS IDENTIDADES

Las grandes identidades políticas de hoy, en descomposición, se construyeron a fines de siglo en torno a los liderazgos carismáticos fundantes de Arnulfo Arias y Omar Torrijos.

Este espectro ideológico político, se configuró desde el conservadurismo al nacionalismo, ambos de naturaleza populista.

El primero expresó los intereses pre-capitalistas de la pequeña burguesía urbana y rural, en alianza con sectores profesionales de raigambre conservadora.

La segunda, afirmó a la clase media profesional e intelectual progresista, en alianza con sectores obreros y empresariales modernizantes, configurando el primer bloque pluriclasista moderno de la sociedad panameña. Moderno tanto por sus tareas como por su composición.

Desde el siglo pasado nos llegan como ecos, plataformas ideológicas programáticas menores que se insertaron también como referentes: el Partido del Pueblo orientado al mundo del trabajo, y la Democracia Cristiana (hoy Partido Popular) hacia una fracción de los sectores medios profesionales.

Lo crucial de este proceso es la disolución de las viejas e históricas identidades y la emergencia de nuevas, forjadas alrededor de personalidades.

Lo relativamente nuevo es el surgimiento de estas pequeñas identidades que representan a reducidas élites sociopolíticas, carentes de fortaleza programática y de soporte cultural: Varelismo, Mireyismo, Torismo, Torrijismo, Navarrismo, etc. Y de manera reciente, la irrupción de una iniciativa corporativa hecha aparato (Martinellismo) creada con el propósito de forjar un nuevo modelo de dominación política, orientado en la represión, corrupción y mercantilización del espacio público.

Siendo todas ellas expresiones de tiempos políticos distintos, están marcadas por la fragmentación y por una orientación política basada en el poder a toda costa.

Este modelo de hacer política descansa en un soporte cultural de naturaleza egocéntrica que privilegia el protagonismo de un actor cualquiera, cuya orientación o interacción fundamental es con el poder. Es lo que Ángel Flisfisch (politólogo chileno) llamó: ‘paradigma del príncipe'.

En el ámbito de la sociedad civil y del mundo del trabajo la diferenciación socioeconómica, la complejidad étnico-cultural y la propia movilización popular han permitido la emergencia de nuevos actores en la esfera pública.

Estos han construido con mucha dificultad, una agenda política nacional progresista que no pasa por el concepto de partido político de pequeñas y fragmentadas identidades: es el caso del FAD y de la candidatura independiente de Juan Jované.

LA POLÍTICA EROSIONADA

La desconfianza como una manifestación del malestar hacia la política panameña expresa el debilitamiento de los vínculos de identificación que parcialmente gozaron entre los ciudadanos, partidos, políticos e instituciones.

En la base explicativa de este proceso están los deficitarios procesos de socialización que acompañan a la disminuida institución familiar, el contexto de urbanización desordenada propio de una transición hacia una modernidad inconclusa que no termina por realizarse; y esa gran herida abierta con la invasión de 1989, que tensa las aspiraciones democráticas de libertad, participación, inclusión y calidad de vida, con unas políticas neoliberales que además de exaltar el individualismo, se apoyan en una institucionalidad organizada en el clientelismo y en una deficiente acción profesional institucional.

La nueva política —fundamentada en la buena vida y asentada en la responsabilidad individual y colectiva—, requiere de nuevos liderazgos. Liderazgos que se doten de un discurso nuevo, que abandone las tradicionales apelaciones al gobierno y a una política pública basada en acciones individuales.

Se requiere de una política que tenga como referencia al Estado nacional, a la separación de poderes y a sus instituciones, como el espacio de solución de los grandes problemas de la agenda nacional, en articulación con las tareas del desarrollo.

Sostenibilidad y continuidad son conceptos claves en la política pública y en la democracia. Las exclusiones sociales y la desigualdad se erigen en obstáculos para la participación ciudadana. Perpetúan la degradación social y moral, a la par que estimulan la evasión y el clientelismo en la política.

Se instala el principio de Sísifo, donde se retorna siempre al mismo punto; también donde todo esfuerzo de superación individual se ve truncado por severas falencias culturales y educativas. Es el escenario donde prima la impotencia y la percepción de inutilidad de participar con las reglas de la transparencia y del juego limpio, haciendo de bisagra a los grandes intereses económicos.

HIPÓTESIS PARA TRABAJAR

Las acciones políticas no pueden ser analizadas ni valoradas al margen de la cultura política del país, especialmente si están orientadas con prescindencia de ideologías y principios programáticos.

En los sistemas con estructuras partidarias débiles y cuyos énfasis políticos descansan en las figuras o candidaturas individuales, la acción política será proclive a enfatizar los intereses privados, a glorificar personalidades y al financiamiento público más donaciones privadas no reguladas. A diferencia de aquellos sistemas de partidos constituidos por organizaciones partidarias firmes y consolidadas en las experiencias de una cultura política democrática, orientadas a la formación de un ciudadano con capacidad deliberativa, probablemente ejercerán el monopolio de la participación y representación política, y optarán por un financiamiento exclusivamente público y rigurosamente regulado.

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‘La desconfianza como manifestación del malestar hacia la política expresa el debilitamiento',

ENOCH ADAMES

FLACSO

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‘El desarrollo de la nueva política requiere del surgimiento de nuevos liderazgos ',

ENOCH ADAMES,

FLACSO

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