El objetivo principal de este equipo interinstitucional, según el Ejecutivo, será gestionar la crisis social y laboral que enfrenta la provincia
- 21/07/2013 02:00
Se cuenta que en cierta ocasión al ser preguntado Zhou Enlai cuál consideraba que era el impacto fundamental de la Revolución Francesa, el líder comunista chino contestó: ‘Es muy pronto para opinar’. Sutilezas aparte, lo cierto es que se trata de un recaudo que cobra mayor importancia en nuestro tiempo justamente por la rapidez y el impacto de los acontecimientos, así como por la cantidad y calidad de la información disponible.
Mucho ha cambiado el contexto geopolítico en los dos últimos años: desde la agudización de la crisis económica mundial, especialmente en el sur del Viejo Mundo hasta el deterioro del ideal comunitario expresado en la Unión Europea, pasando por la pérdida de confianza en el fenómeno de las redes sociales de internet, hace poco símbolo emblemático de la protesta en el siglo XXI y la agudización del conflicto de Siria.
Tampoco el país del Nilo es el mismo del de los días iniciales de la Primavera Árabe, luego del triunfo de los movimientos sociales que obligaron a renunciar a Hosni Mubarak. Y, sobre todo, después de la coyuntura que se abrió el 30 de junio de 2012 con la elección de Mohamed Morsi, primer presidente egipcio democráticamente electo, y su posterior derrocamiento por un golpe militar, el 3 de julio de 2013.
POLÍTICA INTERNA, POLÍTICA EXTERNA
La mayor parte de los autores coincide en señalar que los principales desafíos que enfrenta Egipto son de carácter económico, financiero y social. Ester Shabot resume la complicada situación interna después de un año de gestión de Morsi: ‘el déficit fiscal se duplicó, au mentó extraordinariamente la deuda pública y las divisas se agotaron debido al hundimiento de las inversiones y del turismo, actividad ésta de importancia clave para el país y que se vio afectada por la inseguridad reinante y la crisis económica europea. El desempleo, de por sí agobiante durante la era de Mubarak, se incrementó, al tiempo que una cuarta parte de la población vive apenas con un dólar diario de ingreso. En este contexto se intensificó la escasez de productos de primera necesidad, incluidos los alimentos, con desabasto generalizado de combustibles, electricidad y aun agua potable.’ Tales condiciones materiales están en la raíz de la sociedad excluyente, con múltiples fracturas sociales y culturales.
Hoy por hoy, Egipto es un país polarizado, profundamente dividido en dos mitades ciudadanas que difieren en el proyecto de nación al que aspiran. ‘Pan, libertad, ley islámica’ y ‘Egipto es islámico, no será secular, no será liberal’ reclaman las multitudes adscritas a la Hermandad Musulmana y que están a favor de las medidas que Mursi implantó en Egipto. ‘Abajo Mursi’ y ‘No a la Hermandad, no a los salafistas, Egipto debe ser un Estado civil’, entonan los detractores agrupados en el llamado ‘Frente de Salvación Nacional’.
Contrariamente al desempeño en el ámbito interior, el gobierno de Morsi continuó la tradición egipcia que hace de la búsqueda de liderazgo una constante de su política exterior. El dinamismo de la diplomacia regional impulsada por Morsi cristalizó en cuatro acciones importantes: el Acuerdo Fatah-Hamas que abrió el camino de la reconciliación palestina; la decisión de abrir, aunque con restricciones, el paso en tre Egipto y Rafah, cerrado por Mubarak desde 2007; el acercamiento con Irán, que se inició con el permiso concedido a dos buques de guerra iraníes para cruzar el Canal de Suez, un hecho inédito desde 1979.
No obstante, fue el anuncio hecho por Morsi de rompimiento de relaciones diplomáticas con Siria y el abierto respaldo a la guerra santa contra el gobierno alauí de Bachar el Asad, la acción que provocó la quiebra definitiva del poderoso Ejército egipcio con el gobierno de los Hermanos. El mismo día de la declaración de Morsi, los militares emitieron un comunicado tan escueto como contundente en el que especificaban que ‘el único papel del Ejército es el de proteger a Egipto y garantizar su seguridad nacional’ y reiteraron que ‘el Ejército egipcio no va a interferir en los asuntos internos de otros países y no se dejará ma nipular ni utilizar en los conflictos regionales’.
UNA DIFÍCIL RELACIÓN
La confrontación principal en la arena egipcia tiene que ver con la lucha por los espacios de poder entre islamistas y sectores liberales que intentan imponer el ritmo de la vida local. Se trata de un pulso decisivo tras la abrupta salida del presidente Morsi y abre un nuevo período de transición en el país árabe más extenso y de mayor importancia cultural en el mundo musulmán.
Sobre este panorama, algunos analistas plantean que ‘el derrocamiento de Mubarak abrió una infernal caja de Pandora’. De cierta manera, esta era también la opinión del propio Mubarak, quien aseguraba a sus socios occidentales que el pueblo egipcio ‘simplemente no era lo suficientemente maduro para ejercer la democracia’ y permitir que los islamistas asumieran las riendas del poder ‘perjudicaría los intereses de Occidente y acabaría los Acuerdos de Paz con Israel’.
Todo indica que la cuestión de fondo es otra, más irritante y compleja: hasta qué punto la democracia y el islam son mutuamente excluyentes, o, dicho de otra manera, hasta qué punto la democracia puede prosperar en el mundo musulmán.
Para Benazir Bhutto, la asesinada ex primera ministra de Pakistán y una de las líderes musulmanas más relevantes del siglo XX, ‘dos elementos convergen en el contexto de un entorno adverso para el establecimiento, desarrollo y permanencia de instituciones democráticas en la mayor parte de las sociedades islámicas: el primer elemento, la pugna dentro del islam, la aparente lucha teológica entre facciones del islam que se relaciona con la búsqueda de poder político y económico. El segundo elemento, la responsabilidad de Occidente… Durante este período, Occidente fue fríamente indiferente ante cualquier posibilidad de apoyo a la democracia en los Estados y líderes islámicos por razones económicas (petróleo) o políticas (anticomunismo).’
Es claro que las condiciones de la democracia interna tienden a depender cada vez más de las condiciones de la ‘democracia externa’, por lo que están influidas de un modo creciente por la calidad de las relaciones internacionales (Zolo). En medio de un proceso de transición plagado de incertidumbre, nada indica, por ahora, que el grave enfrentamiento que divide a Egipto pueda resolverse en el corto plazo. Los Acuerdos de Camp David siguen siendo la piedra angular de la estrategia de seguridad nacional y la política exterior de Egipto, con lo que continúa la primacía de los militares en el ámbito local y regional. ¡Primavera Árabe, au revoir!
DOCENTE UNIVERSITARIA