‘Avatar: Fuego y Cenizas’, el regreso de los Na’vi y una nueva guerra

  • 18/12/2025 00:00
La tercera entrega del director James Cameron trae un nuevo escenario donde los Na’vi se enfrentan a los humanos una vez más, enfocándose en el autodescubrimiento, el luto y la fortaleza familiar

En su tercera entrega, el director James Cameron (‘Avatar’, ‘Titanic’) regresa a la pantalla grande con una historia basada en el luto, la familia, el autodescubrimiento y una guerra entre humanos y Na’vi que continúa arrasando con el mundo de Pandora. Entre efectos visuales que nos adentran en la fantasía y una banda sonora impactante compuesta por Simon Franglen –quien también compuso para ‘Avatar: El Camino del Agua’–, ‘Avatar: Fuego y Cenizas’ busca ser la más compleja y sobresaliente entrega de la trilogía hasta ahora.

Su guión a manos de Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver se destaca por entrelazar múltiples historias entre sus personajes y su entorno. Mientras que Avatar (2009) comenzó con una investigación de Pandora y la transformación del ex marine humano Jake Sully (Sam Worthington) en Na’vi tras convivir con la especie y su cultura, ‘El Camino del Agua’ continuó con los temas de madurez, familia y combate por proteger lo que más amaba, su esposa Neytiri (Zoe Saldaña) y su pueblo. Ahora, ‘Fuego y Cenizas’ va un paso más allá, trayendo consigo el eco de su predecesora y continuando desde donde terminó en 2022.

Al regresar a Pandora vemos a la familia Sully llevando el luto de perder a su hijo mayor, Neteyam (Jamie Flatters), tras la última batalla contra los humanos de la organización RDA que buscan colonizar Pandora y el regreso del Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), pero el luto se lleva de diferentes maneras hasta que se convierte en una combinación de tristeza, enojo y odio que implosiona en la relación de Neytiri y Jake, así como en sus hijos Lo’ak (Britain Dalton), Kiri (Sigourney Weaver) y Tuk (Trinity Jo-Li Bliss) y el humano criado por ellos, Spider (Jack Champion).

Si bien Cameron deja su huella nuevamente con una construcción de mundo que no debe envidiar a nadie, sus líneas de trama se envuelven, entrelazan y combinan de diferentes formas y en diferentes momentos, creando un entretejido de subtramas que nos obligan a prestar atención cada segundo o perdernos momentos importantes de pistas o diálogos. Aún así, la cinta logra capturar la esencia de su original de 2009, con Jake cargando con la mayoría de la nostalgia y manteniendo su integridad como esposo, padre y soldado en todo momento.

Una guerra que continúa

Tal como ha sido desde el origen de ‘Avatar’, los Na’vi en sus diferentes clanes –en este punto, los Sully viven con el clan Metkayina de los arrecifes– continúan luchando por proteger sus tierras, cultura y familias en contra de las “personas del cielo”, es decir los humanos que llegan a Pandora en busca de colonizarla. Ahora, tras los eventos que dieron regreso a Quaritch en su Avatar de Na’vi, la amenaza del RDA se hace cada vez más presente y sus ataque medidos para atrapar a Jake y ejecutarlo como traidor hacen que las familias del arrecife y los demás clanes se encuentren en peligro de muerte también.

A pesar de la guerra, el mayor obstáculo de la familia Sully, en especial de Jake y Neytiri, es reconocer su pérdida y las heridas que los humanos han dejado en sus vidas, así como la pérdida de su hogar original. Esto, aunado a la búsqueda de propósito de su hijo Lo’ak, que lo empuja a una aventura lejos de su familia junto a la hija del líder del clan, Tsireya (Bailey Bass), para salvar a los tulkums y encontrar su lugar en su tribu, hacen de la cinta una historia tripartita donde nos encontramos viendo episodios de diferentes tramas que se unen al final en la batalla.

A parte de esto, nos encontramos con Quaritch, quien tras tener los recuerdos de su ser humano, busca a Spider para llevarlo consigo a la base militar de RDA y reclamar su victoria sobre Jake y su tribu. Esto unido a una cacería masiva de tulkums durante uno de los momentos más importantes de su ciclo de vida, a cargo de una tripulación que solo busca ganar dinero extrayendo el químico “amrita” de estos animales marinos (parecido a la cacería de ballenas para extraer su aceite en el océano), logra realmente explotar el sentimentalismo y el sentido de protección al ver tal brutalidad que hace espejo a la realidad de nuestra Tierra.

El sentido de urgencia se mantiene palpable a través de las 3 horas de duración de la cinta, lo que hace que haya pocos momentos de descanso emocional al ver la historia desenvolverse. Asimismo, la banda sonora de Franglen se acopla magistralmente a cada escena creando un ambiente de emociones que reflejan los pensamientos e intenciones de cada personaje, aún sin diálogo en escena.

Cameron también continúa entregando alta calidad en su fondos, ambientes y en los cuerpos de los Avatar, con un trazo experto en efectos visuales y efectos especiales en pantalla, haciendo que los colores y gradientes se vuelvan parte de la realidad, envolviendo a cada objeto y parte del entorno en un abanico de colores, luces y sombras que hacen a Pandora cada vez más real. Sin embargo, para los nuevos villanos, los Mangkwas, liderados por la tsahik Varang (Oona Chaplin), quien con el poder del fuego aterroriza a los clanes y a los mercaderes flotantes de Pandora, causando robos y muertes.

Con su clan, que habita a las faldas de un volcán, Varang se ha hecho de una pequeña milicia leal a sus ideales y sus torturas inhumanas, además de su uso de brujería y hierbas para ver “las almas” y controlar el fuego. Su clan se convierte en el villano principal, agravando las persecuciones al clan Metkayina y la familia de Jake, así como explotando la villanía de Quatrich, quien quiere televisar su éxito y deja en claro el rol de las comunicaciones y la óptica enfermiza de los tabloides en la actualidad.

La fe contra la razón

Uno de los temas principales de la cinta está basado en la fe de los Na’vi en su diosa, Eywa, la Madre de Todo. Pese a los eventos ocurridos en la primera cinta, el árbol que conecta a los Na’vi a la energía de Eywa a través de sus trenzas se mantiene en pie en la base científica de los amigos humanos de Jake, quienes se mantienen en alerta para salvar o ayudar a los Na’vi y el clan Omaticaya, la familia de Neytiri.

Es bajo esta premisa que confronta cuánto podemos tener fe en situaciones de vida o muerte, y cuándo la razón prevalece por encima de las creencias, que Kiri (Sigourney Weaver) se ve en la posición de enfrentar sus poderes otorgados por Eywa y buscar la realidad de su identidad como Na’vi. Se convierte entonces en un pilar de valentía y fuerza para sus hermanos y es la representación de la fe encarnada de su tribu en momentos de emergencia. Su relación con Spider también es impactada por dicha fe y este se convierte en un puente entre humano y Na’vi, expandiendo la frontera de información que Cameron ya había establecido en cintas previas.

Sin embargo, Jake y Neytiri son la dicotomía entre seguir a la razón o aferrarse a las creencias cuando es lo único que te queda para recordar tu hogar en un lugar desconocido. Esta premisa toca todos los subtramas de la cinta y ayuda a recordarnos que Avatar no se asienta sobre una guerra entre dos especies distintas, sino sobre la supervivencia de una civilización que es atacada por la barbarie y la capacidad de maldad que habita en todo ser vivo sin control de sus instintos.

Cameron aún promete ahondar en Pandora, dándonos un final sin mucho que hablar y con un mayor simbolismo de comunidad y familia, pero sin olvidar que los peligros aún acechan y la próxima vez que haya un ataque todos deberán ser una fortaleza entre ellos.

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