'Su último deseo', un laberinto sin salida en Centroamérica

Actualizado
  • 27/02/2020 06:00
Creado
  • 27/02/2020 06:00
Armas, tráfico de drogas y un puente de Estados Unidos a Centroamérica, es la combinación que presenta la nueva cinta de la directora Dee Rees (Mudbound (2017)), Su último deseo (The Last Thing He Wanted, su título original).
'Su último deseo', un laberinto sin salida en Centroamérica

Armas, tráfico de drogas y un puente de Estados Unidos a Centroamérica, es la combinación que presenta la nueva cinta de la directora Dee Rees (Mudbound (2017)), Su último deseo (The Last Thing He Wanted, su título original). Con muchas expectativas de la crítica internacional, la cinta se estrenó en el Sundance Film Festival este año, para luego ser lanzada en Netflix el pasado fin de semana, teniendo el primer lugar en el top 10 en Panamá.

El filme se centra en la vida de la periodista Elena McMahon (Anne Hathaway) quien, al inicio, se encuentra evadiendo balas en El Salvador en 1982, acompañada de su amiga y fotógrafa Alma (Rosie Pérez), mientras investigan la entrada de armas y droga desde Estados Unidos y su conexión con la administración del entonces presidente Ronald Reagan. Dos años después, 1984, McMahon lucha por volver a Centroamérica para descubrir la verdad de lo que dejó abierto con los Contras, sin embargo, su editor lo descarta.

Lejos de seguir las instrucciones de su superior, Hathaway se embarca en un viaje peligroso en busca de obtener una millonaria suma para su padre, Richard McMahon (Willem Dafoe) y, quizá, lograr tener una vida tranquila con su hija, quien se encuentra sola en un internado escolar. Es entonces cuando la vida de Elena se compromete y se enreda cada vez más con figuras perjudiciales, en un laberinto intrincado pasando de Nicaragua a Honduras, hasta Costa Rica.

Pese a que la cinta trata de ser un thriller periodístico o un drama oscuro, no hay mucho que se pueda rescatar de la falta de brillantez en el guion o la dirección de Rees. Poseyendo una trama interesante, la escasez de puntos de referencia o pistas en torno al crimen que se condensa alrededor de McMahon (sin que, al parecer, ella lo sepa) hace que el espectador tenga que pensar el doble, tratando de amarrar los cabos sueltos de la narrativa. La aparición ocasional de Ben Affleck como el funcionario gubernamental de doble moral, Treat Morrison, opaca aún más la seriedad del caos que se cierne sobre la candidatura de reelección de Reagan y su conexión con la historia que investiga Elena.

Durante casi dos horas somos sumergidos en una corriente de acontecimientos que parecen no conectar en absoluto, siendo únicamente transporte de locación para la protagonista, quien no sabe a quién busca o por qué (según ella explica en el monólogo de exposición al principio de la cinta). Somos orillados a buscar empatía por la periodista divorciada y sobreviviente de cáncer de mama perdida en una ciudad latina de donde todo el mundo le apresura a irse, pero, por alguna razón se queda.

Un despilfarro de talento condicionado para Hathaway, quien interpreta -de manera confusa- a una mujer obsesionada con su trabajo, pero que ha perdido el foco y termina perdiéndose a sí misma en la intriga que creó; un Affleck fantasma que pretende salirse con la suya con tal solo cuatro apariciones en escena y sin diálogos importantes o de peso para la trama, y un Dafoe que no es lo suficientemente convincente como padre ausente, quien tiene el negocio que le ayudará a jubilarse el resto de su vida y, de repente, desaparece sin explicaciones y con una sombra de demencia sin tratar.

Para ser una película que aspira a representar una porción del periodismo de investigación, carece de un conocimiento básico de este trabajo, además de la poca representación de personas latinoamericanas más allá del tráfico de armas que pinta el peor escenario al que ha sido condicionado esta parte del continente desde hace décadas y del cual no ha podido escapar. Ni siquiera es una representación fiel a la aclamada novela negra de Joan Didion del mismo nombre lanzada en 1996. Es una sorpresa ver un resultado tan carente de magia de la mano de Rees, quien ya ha presentado cintas de alto nivel cinematográfico.

De alguna manera es extraordinario cómo Su último deseo logra ser inconforme en cada nivel que le compete. Quizás exista una versión extendida -y eliminada- donde se logre ver la conexión de cada línea dramática con los hechos presentados, pero lo que se nos entregó en la oscarizada plataforma de streaming puede llegar a aburrir al espectador en menos de media hora.

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