CINE

Explosiones, chamanes y distopías se entremezclan en ‘Boy Kills World’

Actualizado
  • 06/05/2024 16:15
Creado
  • 06/05/2024 15:27
La película dirigida por Moritz Mohr es una divertida y violenta historia sobre un huérfano sordomudo que enfrenta a un gobierno tiránico en busca de venganza por la muerte de su familia

Cuando el director alemán Moritz Mohr ideó la vida de un joven sordomudo que busca venganza en un mundo distópico y bajo un gobierno tiránico, creó una de las cintas con mayor carisma y violencia de la temporada cinemática. Contra Todos (Boy Kills World, en su idioma original) sigue al personaje solo conocido como Boy interpretado por Bill Skarsgård, quien tiene que enfrentarse a la realidad de ser el último sobreviviente de su familia en una sociedad sumida en la pobreza y el abuso de sus soberanos.

Pero su personaje hace más que solo ser estratégico y repetirse el mantra de su objetivo una y otra vez, ya que no habla y es sordo, por lo que sus pensamientos son comunicados a la audiencia a través de su voz interna, brillantemente interpretada por H. Jon Benjamin (Archer, Bob’s Burgers).

Skarsgård no pierde tiempo en mostrarnos las habilidades de combate y estrategia que posee, siendo un ‘arma’ en sí mismo, enseñado por el Chamán interpretado por Yaya Ruhian (The Raid), quien actúa como figura ‘paterna’ y le acoge luego de que la familia gobernante, los Van Der Koy, asesinaran a su familia.

La cinta es perfecta para los amantes del género de acción que se combina con los estilos de combate clásicos de los cómics y películas como John Wick, Kill Bill o La Purga, mezclando escenas con cortes rápidos que nos hacen estar al borde del asiento con cada paliza que da y recibe Skarsgård.

Cada personaje da golpes interminables con una intensidad de una fracción de segundo que magnetiza la cámara en cada uno de sus movimientos. Boy lanza fuego desde su ametralladora con la destreza de un cirujano balístico, y no se limita a patear: convierte su cuerpo en un arma letal. La acción es el punto de la cinta, pero no es todo; Contra Todos logra crear un mundo fascista tóxicos solo capaz de tener origen en la imaginación.

En medio de los golpes hay un propósito: Boy tiene la misión de asesinar a la dictadora Hila Van Der Koy (Famke Janssen) y por consiguiente al resto del clan, conformado por su despiadada hermana Melanie (Michelle Dockery) y su hermano, que vive en el dilema del ‘artista frustrado’, Gideon (Brett Gelman).

Sus recuerdos lo llevan múltiples veces al momento de los asesinatos, y a ver a su hermana menor Mina (Quinn Copeland) como un fantasma y aliada. Con el pasar de la trama conocemos mejor la historia de Boy y Mina, cuya hermandad los unía en cada momento, compartiendo su infancia con diversión y alegría. A esto ayuda mucho que Skarsgård y Copeland tienen una química innegable frente a la cámara, con comentarios ingeniosos que van y vienen como un juego infinito de ping-pong, lo que añade realismo a su relación.

Mina sigue a Boy como una voz de conciencia y como un refugio para su mente atribulada por el rencor y el dolor de la pérdida. Y mientras Boy se dedica a patear y matar a sus enemigos —cuerpos que se añaden cada vez más rápido al contador de muertes en esta cinta—, logra hacerse de un pequeño equipo con los agentes de la resistencia anti-Van Der Koy, Basho (Andrew Koji) y Bennie (Isaiah Mustafa).

Uno de los elementos de comedia que la cinta aprovecha a su máxima potencia es el hecho de que Boy puede leer los labios, lo que le permite entender lo que pasa a su alrededor, pero entre una que otra equivocación, logra sacarnos carcajadas y destacar escenas entre el trío de asesinos. Incluso, la cinta no se acobarda, y muestra momentos de silencio en los que nos adentramos a la realidad de Boy, donde no todo es entendible y busca unir fragmentos para dar sentido a los planes que Bennie y Basho le presentan.

Mustafa y Koji destacan por su facilidad al momento de interpretar sus diálogos, ya sea entre ellos mismos o incluyendo a Skarsgård, haciendo de la comedia negra de la cinta mucho más entretenida y natural. Esto no le resta el trabajo de Skarsgård de transmitir comedia física y con gestos faciales únicamente, sin nunca decir una palabra, haciéndolo parece un trabajo fácil.

El trío logra infiltrarse en la mansión de la familia Van Der Koy durante el día de El Sacrificio, un evento televisado en donde los aliados del gobierno se deleitan en la muerte de ‘enemigos del estado’, recordando un poco al método de Los Juegos del Hambre; pero en vez del presidente Snow enviando adolescentes a una arena para matarse entre sí, Melanie se encarga de mostrar la masacre en televisión abierta con el patrocinio de cereales y elementos infantiles, lo que aumenta aún más el sentido de crueldad por contraste.

Los villanos de la cinta son memorables, aunque parezcan salidos de la misma caja de todo villano de cómics, con objetivos claros y sencillos: apoderarse de todos y destruirse entre ellos por conseguirlo. Dockery, Janssen y Gelman son villanos sólidos, cada uno con sus peculiaridades y partes humanas, eclipsadas por su búsqueda de sangre.

En el equipo de los villanos se encuentra la asesina ninja con un casco moderno llamada June27 (Jessica Rothe), cuyo compromiso por ser tan cruel como cruda posible da sus frutos en la primera mitad de la cinta, creando un arco nutrido que, como audiencia, nos hace temerle y tenerle curiosidad en cada escena.

Hay intentos fallidos, golpes sangrientos y bajas en ambos equipos (‘héroes v. villanos’), en donde los guionistas, Tyler Burton Smith y Arend Remmers, hacen un trabajo notable en mantener el balance de las emociones necesarias para interesarnos y preocuparnos por los personajes que rodean a Boy, pero sin dejar de lado la acción y la graciosa narración minuto a minuto por Jon Benjamin.

La película, que fue grabada en Sudáfrica, también destaca por su escenografía, vestimenta y utilización de sangre a montones (¡Alerta para quienes sufren por ver sangre volar por los aires!), con colores que se contrastan entre cálidos —Boy y June27 son cubiertos por rojos y dorados— y fríos —en escenas donde los villanos se camuflan con los metales a su alrededor— para crear escenas vibrantes y con más intrepidez.

Su banda sonora fue compuesta por Ludvig Forssell —mejor conocido por su trabajo en Belle: The dragon and freckled princess (2021)—, con matices únicos que se apegan a las personalidades de Boy y de los Van Der Koy, como principales. Cada escena de acción tiene un sentido de urgencia aunado por la música que la envuelve y las rápidas transiciones y juegos de cámara que nos hacen entrar y salir de la psique de Boy.

Mohr deja su sello en Boy Kills World y nos deja en claro que no ha venido a jugar o hacer tramas a medias. Para cuando terminamos de ver la cinta, hay un cierre coherente entre los giros de la trama y las sorpresas que revela, las que entrelazan las vidas de los personajes. Su visión combina lo irreverente de los cómics con el drama de las familias disfuncionales, creando una comedia negra para ver una y otra vez.

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