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- 05/03/2023 00:00
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¡Pueblan nuestras pesadillas criaturas gigantes de las que no podemos escapar ni escondernos! Con un zarpazo levantan el techo de una casa o nos aplastan con el pie sin siquiera notarnos. Son los monstruos gigantes, estrellas de la cinematografía internacional, cuyo padre nació de las pruebas atómicas que llevaron destrucción y luego salvación a Japón, son los kaiju —bestias extrañas— ¡Hoy los conoceremos!
No estamos aquí para decidir si pueden o no existir, de eso ya dieron respuesta Galileo y Arquímedes siglos atrás, hablamos de los kaiju, quienes terminaron siendo sinónimo de 'monstruos gigantes' en Japón, que les dedicó parte de su cinematografía al crear las Kaiju eiga —Películas de monstruos gigantes—. El género se expandió como pólvora por todo el mundo. Los cinéfilos podrán ponerse en pie de guerra en este momento alegando que King kong (1933) de Cooper y Schoedsack, fue el primer monstruo gigante de la pantalla, pero ese mono medía escasos siete metros. Otros atribuirán a los dinosaurios de El mundo perdido (The lost World, 1925) de Hyot el primer lugar, pero los paleontólogos afirman que el más grande, el Sauroposeidon, pudo llegar a los dieciocho metros y medio de alto aproximadamente.
La verdad es que de las profundidades del mar, despertado por el retumbar de las explosiones atómicas apareció Godzilla (Gojira, 1954). ¡Nació grande! más que los antes mencionados. Con cincuenta metros de altura, en el año de su estreno podía ver por encima del edificio más alto de Tokio y deja destrucción a su paso. La escritora y filósofa Susan Sontag describió el fenómeno como “ansiedades mundiales”, narrativas que no presentan el “final feliz” porque son leviatanes que vienen, destruyen y se van. Solo persiste la incertidumbre de si lo ocurrido no volverá a suceder.
Después de Godzilla, su fiebre se esparció y la cinematografía mundial produjo sus gigantes utilizando técnicas de animación stop-motion con 'monstruitos a escala' que luego en edición se añadían a la película, ¡Ah, pero los japoneses pensaban en grande! Eiji Tsuburaya e Ishiro Honda crearon disfraces y maquetas a gran escala de sus monstruos dignos de admirar en el plató donde los monstruo-actores campaban a sus anchas.
Si bien Godzilla es el más famoso, la productora cinematográfica Toho dedujo bien las 'monstruosas' cantidades de dinero que podía hacer y se dedicó a producir más kaiju. Lo que siguió entonces fueron las peleas contra otras bestias como Rodan (Sora no Daikaiju Radon, 1956), King Kong contra Godzilla (Kingu Kongu tai Gojira, 1963), Godzilla contra Mothra (Mosura tai Gojira, 1964), Ghidra, monstruo de tres cabezas (San Daikaiju: Chikyu Saidai no Kessen, 1964) o Hedora, la burbuja tóxica (Gojira tai Hedora, 1971). Con el tiempo todos se transformaron en los enemigos de Japón y Godzilla en el defensor del país. Después la narrativa de Toho volvió a cambiar, hizo películas más familiares, menos traumáticas, que permitían a sus arcas crecer tanto o más que sus monstruos, Godzilla se hizo amigo de los niños quienes jugaban con figuras del monstruo, y está de más decir que las mercancías también hicieron atractivo al personaje y aumentaron sus regalías.
Toda mercancía que se precie debe diversificarse y aunque los kaiju dejaban ganancias, Tsuburaya sacó otro conejo del sombrero con la creación para la televisión de series llenas de efectos especiales, con monstruos y héroes, que además tenían la habilidad de crecer descomunalmente y destruir parte de las ciudades en las que se enfrentaban a los monstruos de quienes debían salvarnos.
El Tokusatsu —efectos especiales— llegó al cine por primera vez con Super gigante (Supa Jaiantsu, 1957) y a la televisión con el inolvidable Capitán Centella (Gekko kamen, 1958) y los archiconocidos visitantes de la Nebulosa M-78 Urutoraman —Ultraman— y Urutorasebun —Ultrasiete—.
En Panamá en la década de los setenta, muchos de estos héroes poblaron nuestras pantallas los sábados en la mañana, luego evolucionaron en las Supa Sentai Shirizu —series de súper escuadrones— que la compañía Saban 'ocidentalizó' en los Mighty Morphin Power Rangers.
Al igual que una persona crece y madura, lo mismo sucedió con el género; directores japoneses hicieron introspección y crearon obras como Big man Japan (Dai Nipponjin, 2007), grabado como un falso documental que relata la vida de Daisatou Masaru, tercera generación de protectores de Japón, cuya realidad dista de ser glamurosa y heroica. Más reciente es The great Buddah arrival (Daibutsu Kokaiku, 2018) basado en una película homónima de 1934 y cuyo original se perdió.
No hemos olvidado a los amantes del género kaiju, ya que en plena pandemia se estrenó el documental Nezura 1964 (2020). Daigunju Nezura —El gran enjambre de ratas— fue una película que nunca se terminó. A diferencia de las anteriores kaiju eiga, Nezura se filmaría en ciudades en miniatura y necesitaba ratas reales, decenas de ellas. Como estas tendían a escapar del plató, el Departamento de Salud canceló la producción por temor a que transmitieran enfermedades a la población. A pesar de haber rodado más de treinta minutos de metraje que nunca vieron la luz, la peor parte la llevaron los roedores pues no podían ser liberados y simplemente les prendieron fuego. El estudio Daiei Film (ahora Kadokowa Pictures) hizo realidad sus aspiraciones y al año siguiente estrenó Gamera: El mundo bajo el terror (Daikaiju Gamera, 1965) franquicia que llegó a ser tan popular como la del propio Godzilla.
Mucha agua ha pasado debajo del puente, tanta que los monstruos gigantes se volvieron parte del folklore mundial, Trolls, Santa Claus y seres interdimensionales han destruido una y otra vez diferentes capitales del mundo y seguramente lo seguirán haciendo durante generaciones.
Rolando José Rodríguez De León es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vicedecano de la Facultad de Arquitectura y Diseño.