Compañeros de viaje

Se cree que las mascotas existen en Japón desde el período Jomon (13,000-300 AEC), pues en enterramientos de esa época se encontraron tumbas de perros

Llegamos solos al mundo y solos nos iremos, en el camino conoceremos personas que formarán parte de nuestra vida para bien o para mal. Con todo esto, algunos sienten la necesidad de dar más amor y es ahí donde entra todo tipo de criaturas, —nuestras mascotas—. No importa si usted prefiere perros, gatos u animales exóticos, el tener estas compañías se inició pronto con el homo sapiens, pero centrémonos en Japón y cómo este amor va un poco más allá.

Un poco de historia

Se cree que las mascotas existen en Japón desde el período Jomon (13,000-300 AEC), pues en enterramientos de esa época se encontraron tumbas de perros que tal vez eran utilizados para la cacería o carga, mientras que en sitios arqueológicos del período Kofun (300–538) se dio el hallazgo de figurillas de barro que representaban a perros con collares y en el Heian (794–1185) obras como La historia de Genji o El libro de la almohada se mencionan a perros que campaban a sus anchas entre los cortesanos de la ciudad, en aquel momento eran considerados “residentes comunitarios” y no pertenecían a una persona o familia específica.

Las primeras leyes de protección animal en Japón datan del período Edo (1603-1868) y fueron creadas por el shogún Tsunayoshi Tokugawa (1646-1709). Las mismas estipulaban el cuidado de animales heridos que recuperados debían devolverse a su ambiente; el no permitirles pasar hambre, tener compasión y misericordia con cualquier animal, limitar la carga de los caballos y la prohibición de tener grillos o cigarras como mascotas, entre otras. Estipulaba también recompensas para quienes delataban a los que infringían la ley y los castigos eran de temer: exilio a una isla remota, acometer seppuku —suicido ritual— o la pena capital. ¡Esto parece increíble!

Para mayor asombro, Tsunayoshi —de quien se dice había nacido en el año del perro según el calendario chino— mandó a construir cinco perreras que ocupaban, ¡93 hectáreas, es decir 930,000 metros cuadrados!, estas llegaron a albergar entre cien y doscientos mil “perros viajeros” —nombre que Tokugawa impuso utilizar con los perros abandonados o los callejeros—. Sin embargo Tsunayoshi no era bien visto por sus pares, quienes despectivamente le llamaban Oinusama —El shogún perro—. Pero, el respeto a los animales se mantuvo pues una de sus creencias era que ellos viajaban entre este mundo y el más allá, y si eran maltratados podían ejecutar su tatari —venganza espiritual— sobre la gente. ¡Cuando algún animal moría el pueblo se encargaba de darle una sepultura digna!

Honrar, honra

¿Cuánto amor se debe tener por una mascota para querer que sea recordada por siempre? Durante el período akasuka (538-710) Shotoku Taishi —el Príncipe Shotoku— (574-622), erigió una estatua de su perro Yokimaru en su tumba. Tal vez fue el primero, pero no el último, en Japón existen decenas de estatuas dedicadas a las mascotas, la más conocida es la de Hachiko en la estación de Shibuya, pero hay otras dos iguales una frente al Museo de perros Akita y la otra en la estación de trenes, en Odate su pueblo natal.

Bunko, el perro bombero de Otaru en Hokkaido también fue inmortalizado, el perrito acompaño a los bomberos en más de mil incendios en sus veinticuatro años de vida. En 2007 cumpliéndose sesenta y nueve años de su muerte, el cuartel de bomberos develó una estatua en su honor.

La más concurrida cuenta con quince “perritos”, erigida en el Museo de ciencia polar en Tokyo, el grupo Perros de Tachikawa, consta de varias representaciones de Sakhalin huskies, aunque es una historia triste: Debido a las inclemencias del tiempo la expedición polar de 1958 tuvo que ser evacuada de urgencia de la Base Showa en la Antártida, quince perros quedaron varados en el continente blanco, increíblemente al regreso de los científicos en enero de 1959 dos de los quince habían sobrevivido.

Personalmente la que más nos gusta es la del “último verdadero samurái” Saigo Takamori amante de los canes en cuya estatua le acompaña su perro favorito, Tsun. Se comenta que al ver la primera estatua el gobierno hizo que su autor, Goto Sadayuki, le cambiara las orejas del animalito —que parecía ser un sabueso— para que se viese “más japonés”.

Recientemente, en 1992 se erigió una estatua a Chirori, una perrita de terapia a la que se le atribuye la recuperación de cientos de pacientes con limitaciones físicas y afecciones psicológicas. Después de su muerte en 2006 trabajadores sociales del área hicieron una colecta para la creación de una estatua con sus cachorros, se puede visitar en el parque de Tsukijigawa en Ginza.

En la actualidad

En Japón conviven 8.5 millones de inu —perros— caseros, estas cifras no incluyen a los callejeros, gracias a la perrita Chirori los perros de terapia comenzaron a ser relevantes en la sociedad, ayudando a pacientes de hospitales, personas con depresión y adultos mayores. Lo más importante es que la Asociación de perros de terapia no compra animales para dicha labor, sino que rescatan y entrenan a perros de la calle, lo cual beneficia a pacientes y animales, estos conforman parte del cuerpo de trabajadores de la salud en asilos y hospitales.

Las mascotas se han convertido en parte de la familia, tan es así que muchos animales ahora pueden formar parte del tradicional Shichi-Go-San —festividad de niños y niñas de 3, 5 y 7 años—. El artículo de Lisa Wallin “La historia del Shogún que creyó haber sido un perro en una vida anterior” explica que esta transición es natural: “Los sacerdotes sostienen que es una transición natural en parejas sin hijos, las mascotas se convierten en parte de la familia y ellos también merecen ser celebrados por la alegría que traen a sus dueños.”

Algo que nos queda claro es que los perros se hicieron un lugar privilegiado en el corazón no solo de los japoneses sino de todo el mundo, que día a día les brinda su amor incondicional al igual que ellos lo hacen con nosotros.

Rolando José Rodríguez De León es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vicedecano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.

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