¡Domingo!... el oso dormilón

Actualizado
  • 08/02/2020 09:21
Creado
  • 08/02/2020 09:21
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Las diminutas hormigas jugaban en medio de sus dedos. Ella detestaba el calzado y vestirse elegante. Ese martes de verano no era la excepción. Su vestido era sencillo, como aquellos utilizados por las criadas de los burgueses tacaños.

¡Domingo!... el oso dormilón

—Sofía, Sofía —dijo el pajarito mientras picoteaba la nariz de la adolescente. Al sentarse, todas las mariposas que dormían en los rizos de la niña se posaron en los barandales de la Casa del Árbol.

—¿Qué? —respondió ella.

Asustado, el pajarito se posó en la oreja de Sofía, y le susurró:

—¡No estamos solos!, Domingo, el oso del reino Riola, está sentado en las raíces de la Casa del Árbol —.

—Yo lo invité para que almuerce con nosotros —dijo Sofía.

El pajarito voló hasta quedar entre las mariposas y desde allí le reclamó a Sofía.

—Si lo traes a la Casa del Árbol puede haber problemas con los apicultores, ¡sobre todo con las abejas!

—Domingo es mi amigo, él es diferente —sonrió Sofía al ave inquieta.

—La miel es lo que les gusta a los osos, es su naturaleza...

—¡Domingo, Domingo! —gritó Sofía al oso que estaba dormido.

Al acostarse sobre el suelo de madera, los rizos de Sofía quedaron en el ombligo de la Casa del Árbol. «¡Domingo!, ¡Domingo!», insistió Sofía con el rostro fuera de las barandas de la casa. «Qué tierno es», pensó.

El oso regordete despertó no por la voz de Sofía sino por las picaduras de las abejas que cubrían todo su áspero pelaje negro.

—No lo lastimen, ¿qué les pasa? —preguntó ofuscada Sofía.

La reina de las abejas voló hasta ella, sus patas se aferraron a su nariz y le dijo: Él no puede entrar aquí.

—Esta es mi Casa del Árbol y yo soy la que decide a quién invitar y a quién no —contestó Sofía.

La reina abeja esquivó una de las gotas que brotaba del cielo cubierto por nubes grises.

—Insolente, tú cuidas nuestra miel —despotricó la reina abeja, mientras intentaba esquivar las gotas convertidas en tempestad.

—¡Auxilio, auxilio! —gritó Domingo con voz trémula.

—¡No!, lo van a matar —dijo Sofía.

La reina abeja emprendió vuelo seguida de su séquito.

—Nos vamos por culpa de la lluvia, Sofía, pero mañana regresamos, ¡mañana regreso! —gritó.

—Oh… pobre osito. Domingo, ¿estás bien? —preguntó Sofía.

—Sí, sí lo estoy —gritó el oso.

—Debes subir, ven, sube a protegerte, te espero dentro de la Casa del Árbol, con toallas y comida —dijo Sofía.

Al oso le costó levantarse por la gordura. Intentó cuatro veces y, en la quinta, lo logró: se paró en dos patas y dijo: «Rosa, Blanca, vengan». Las osas salieron con parsimonia con sus patas impregnadas de lodo y de hojas desechas por la tormenta.

Los tres osos eran iguales: regordetes, negros, del mismo reino Riola. El primero en subir fue Domingo, seguido de las dos osas.

—¡Bienvenido! —dijo Sofía frunciendo el ceño.

—¡Hola!, Sofía, traje a unas amigas —dijo Domingo.

—Pero... nunca me dijiste que venían contigo, solo tú podías venir—, dijo Sofía.

Domingo alzó a Sofía por la cintura y le dijo: «no tenía porqué decirte». El oso sonrió enseñando sus dientes afilados, la tomó con ambas patas delanteras por el cuello y llevó su cuerpo fuera del balcón de la Casa del Árbol.

—Entren y saquen la miel —dijo Domingo a Rosa y a Blanca.

—Pero... pero, ¿nosotros somos amigos?, ¡Domingo! —dijo Sofía.

—Mi niña Sofía, mi tonta Sofía, tienes que entender que los osos te dirán cualquier cosa con tal de conquistar tu miel —dijo Domingo, después de soltar a Sofía al vacío.

María Alejandra Carrasquilla
Autora
María Carrasquilla

María Alejandra Carrasquilla es estudiante de periodismo en la Universidad de Panamá.

Participó en el programa China-Latin America Press Program 2018 junto con 12 periodistas de América Latina en la República Popular China.

Ha desarrollado los programas multimedia '60 segundos' y 'Cooltura' para el portal digital de 'La Estrella de Panamá', donde labora actualmente.

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