Transporte Masivo de Panamá S.A o MiBus abrió a licitación la compra de hasta 60 autobuses medianos a diésel por un monto de 9,6 millones de dólares para...

- 30/08/2025 00:00
El alba anuncia una sinfonía de melodías, entre la lectura de Eduardo Galeano y el rico trinar de un pájaro pigmeo. Es la antesala de un pan mojado con café, el escenario perfecto de una jugada maestra al abrir la lata de sardinas. Un desayuno compartido en soledad, en medio de sendas órdenes de limpiar las ventanas, es mi inicio.
El salir con tiempo es casi un suicidio, que solo se resolverá al cumplir los quehaceres diarios y verificar, en mi mochila aventurera, los insumos de una faena complicada por lo cambiante del clima. En mi memoria se dispara una película con pensamientos rápidos, como si el mañana no existiera, y que, al abrir la alacena, recuerda mi cita en el Centro de Salud.
Es la misma fuerza que rompe en pedazos mi corazón, y que añora a mi amada Lorena, la que me ayuda a conocer a otras personas ante la falta de mis medicamentos. Al imaginar a Lorena, descubro en mí mismo esa recicladora de emociones, y que renuncio a las aulas por no ser un chico lozano. Son los consejos de mi terapista: el conocer nuevas amigas y seguir cultivando las letras.
Esa mañana, al terminar mi rutina con apremio y en medio de un centenar de cosas olvidadas, cargo la mochila con un par de libros. En eso, veo caminar hacia el gimnasio de la comunidad a una señora de cuatro décadas, con un palillo de dientes entre sus curvas, y en mi imaginación vuelven pensamientos de mi paso como profesor. Como él, no poder olvidar a esa enfermera alta, con lentes redondos y tez blanca, que, con seguridad, sería una mensajera de mi querida Lorena.
A lo lejos, con claros indicios de una lluvia después del mediodía, se vislumbra el bus de lata. A escasos pasos, un sinnúmero de gallinas en la parada son la chicharra del secretario del bus. Al llegar al parque de la iglesia de Chorrera, ante la falta de data, el conectar al servicio público recuerda que proteger mis datos es vital.La humedad es grande, y solo cuento con pocos minutos para llegar a casa y asistir a la abuela. Ella debe travesear en la cocina, o bien dominar el comedor con sus crucigramas. En la farmacia, el paralelismo entre palabras amables es una clara diferencia con los tormentos pintados en bloques corroñosos, vividos en el nosocomio que se encuentra cerca del Estadio Mariano Rivera.
Una bitácora que encuentra complacencia con la enfermera alta, de lentes redondos y tez blanca, que acepta una salida conmigo a comer a La Puñalada. Sin embargo, eso cambia al llegar al elefante blanco y ver a esas enfermeras, con sus zapatos blancos, rondar mi cama en la madrugada.
La periferia y demás pueblos del interior claman, como un hijo pródigo, medicamentos baratos y regulados, atención al paciente de calidad, y más insumos y educación en salud en nuestros pueblos. El empleo informal solo acaba de empezar, y es la antesala de un tifón que domina un siu mai jugoso, hecho con patatas, pero que se come rápido por no llevar salsa del mundo oriental.