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- 04/06/2023 00:00

Era 1996. Jorge Sanchez Urrutia —mi jefe en aquella fecha— me pidió que le ayudara a él y a su esposa a mudarse de Marbella al Casco Viejo. Así conocí el Condominio Calle del Palacio, ubicado en avenida A con calle primera de nuestro centro histórico, edificio pionero que inauguró una era de recuperación del área (foto 1). Yo ignoraba el giro que tomaría mi vida.
Antes de seguir, es oportuno entender los ciclos de auge, decadencia y recuperación del Casco. El periodo de decadencia más reciente duró unos sesenta y pico años. Inicia en 1916 con Belisario Porras fundando el Barrio la Exposición y concluye a finales de los años setenta con Omar Torrijos creando la Dirección del Patrimonio Histórico del Instituto Nacional de Cultura, invitando al arquitecto restaurador mexicano Carlos Flores Marini a ejecutar un plan maestro, promulgando la Ley 91 y restaurando algunas plazas y ruinas.
Veamos detalles del inicio de esa fase de decadencia. Son explicados por Patricia Pizzurno en su artículo “Consideraciones históricas, patrimoniales y turísticas sobre el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá” de la revista Tareas, número 127 publicado por el Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena. La doctora en historia nos dice: “Las casas de inquilinato de bajo costo, construidas con materiales de mala calidad fueron el origen de importantes fortunas, [pues] el cerco de cuarterías levantado por la oligarquía casa-teniente [entre los que estaban Alberto Belisario de Obarrio y otros], alojó antillanos importados para trabajar en las obras de la vía [canalera] y se convirtió en uno de los negocios más rentables de la época (foto 2). El cordón de inquilinato entre el Chorrillo y el Marañón creó un nuevo cerco en torno a la vieja ciudad. [Aunque] en 1915 Panamá obtuvo de las autoridades [norteamericanas] de la Zona [canalera], un corredor gracias al cual la ciudad pudo expandirse, la posición del Casco Antiguo pasó a ser periférica: el centro se desplazó [y] San Felipe se agotó como modelo urbano ante la avalancha demográfica que representó la construcción del Canal, dando inicio a su degradación. Con un espacio cercenado para crecer en busca de más espacio y otros estándares de confort, la élite emigró. El centro tradicional ya había comenzado un proceso irreversible de proletarización que se aceleró aún más con la salida del patriciado. Solamente en los diez años transcurridos entre 1930 y 1940, la población sufrió un incremento de 37 mil personas [porque] las antiguas casonas de la élite se dividieron y subdividieron para proporcionar alojamiento a varias familias de escasos recursos, a veces en un total hacinamiento”.

La finca sobre la cual se construyó el Condominio Calle del Palacio, es la número 3097 y tiene una superficie de 290 metros cuadrados. Revisé archivos del Registro Público para comprobar que por muchos años estuvo controlada por la familia de Icaza, cuyo tronco fue Juan Martín de Icaza, nacido en Vizcaya, España (foto 3). Falleció en Santiago de Veraguas dejando una prole numerosa, dispersa por la costas de México, Ecuador, Panamá y Perú.
La historia de la finca 3097 en el periodo que va de 1890 a 1980, inicia con Feliciano Pérez Domínguez y Manuel Pérez Otero. Ellos venden a Rosa María de Icaza, descendiente de Juan Martín y en el transcurso de los años, la propiedad pasa de mano en mano entre integrantes de su familia (María Josefa, Diego y Gilda, entre otros), con transacciones que fluctuaron entre 886 pesos plata (cuando fuimos colombianos) y 8,173 balboas (cuando ya eramos panameños). Después los dueños fueron personas jurídicas: primero la Inmobiliaria Cerro Liso SA y finalmente Inversiones Casco Antiguo SA.

Y, precisamente, con la empresa Inversiones Casco Antiguo inicia la fase actual de la historia del Condominio. Esa sociedad compró la finca en $14,000 y el edificio fue diseñado por Jorge Arosemena Athanasiadis, licenciado en arquitectura, graduado en la Universidad de Panamá en 1971. Estimo yo, que justo en esos años el inmueble que existió sobre la finca 3097 fue demolido, produciendo un lote baldío. El nuevo edificio diseñado por Arosemena, fue construido allí en 1987 —de hormigón armado y acero— a un costo de $300,000. Tiene una ubicación privilegiada pues domina una esquina valiosa, desde la cual se puede tomar cualquiera de tres fascinantes rumbos: hacia el antiguo Club Unión (hoy el Hotel Sofitel Legend de la cadena Accor), hacia el paseo Esteban Huertas o hacia la plaza de Francia.

Los residentes de Casco a finales de los años noventa e inicios del siglo XXI, fuimos pioneros dispuestos a tolerar inconvenientes e inseguridad a cambio de participar de momentos de magia irrepetibles.
En un experimento social inédito, convivíamos personas de clase media y un puñado de ricos, junto a indigentes y a los moradores de bajos ingresos, hijos y nietos de quienes ocuparon las propiedades abandonadas por los dueños originales de las casas señoriales que se volvieron de inquilinato…. unos tugurios de rarísimo encanto. Con hojas de zinc, improvisaron espacios en balcones cuyo bello hierro forjado ya no cumplía la función estética del fer forge francés sino una funcional, oxidándose como tendedero de trapeadores, calzoncillos y panties.
Los edificios y calles del centro histórico panameño constituyen unos activos que pierden seducción cuando faltan habitantes que aporten el acervo poderoso de sus tradiciones y narrativa. Esos aportes sustentan el desarrollo económico de lo que deseo llamar industria de la nostalgia, una prolífica creadora de empleos y prosperidad.

La gentrificación que renueva edificios decadentes obedece a la realidad del mercado inmobiliario y a los costos de construcción. Los promotores están obligados a buscar rentabilidad. El proceso de adquisición y restauración causa que el metro cuadrado de un edificio ubicado en las primeras doce calles del barrio, se venda a precios entre $3000 y $5000. Así pues, hoy solo compradores locales y extranjeros de ciertos ingresos lo pueden costear.
Hay un caso de un edificio que rompe récords de precios. Se llama Santa Familia. Construido sobre la antigua Escuela Nacional de Modistería, fundada en 1875 por el grupo de Hermanas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Es un proyecto que la inmobiliaria Arco Properties —agencia de bienes raíces enfocada exclusivamente en propiedades del sector— vende a $6000 por metro. ¡Absolutamente exclusivo! (fotos 4 y 5). Están convencidos —igual que yo— de la importancia de contar con comunidades diversas. Por ello, también tienen un conglomerado de cinco proyectos de bajo costo ubicados en calles 14 y 15.
Desear que el Casco viejo sea una comunidad socioculturalmente diversa, no un escaparate acartonado, exige preguntarnos si existe un remedio que mitigue la gentrificación. Tal vez sí, pero requeriría alinear las políticas públicas con las fuerzas del mercado. Encontrar el mejor modo de lograrlo será siempre motivo de un robusto debate.
El colosal crecimiento del Casco —particularmente durante los veinte años transcurridos de 2001 a 2021— conlleva serios retos. Hoy, la abundancia de restaurantes y bares causa ruidos y basura incómodos para los residentes. Hoy, los turistas que repletan sus calles, enfrentan dificultades para caminar sobre aceras angostas o precarias. Además, todos los visitantes locales que puedan ingresar en auto propio lo hacen, causando tranques absurdos desde plaza Herrera en adelante, provocando una contaminación auditiva y visual a la que ya nos acostumbramos.
Y aquí comparto una idea oportuna del Dr. Alfredo Castillero Calvo. Nos explica que “los hechos históricos tienen orígenes diversos y son producto de una causalidad múltiple. Llegamos a donde estamos como resultado de muchos procesos discontinuos, y no como la culminación inexorable o mecánica de un ascenso ininterrumpido que nos ha conducido a un final glorioso, o fatal, según los casos”.
Tomando en cuenta eso, el Casco debe planificar la gestión de sus desechos y tener estacionamientos externos desde los cuales los visitantes aborden trolleys o pequeños buses eléctricos. Logrado lo anterior, podremos peatonalizar el centro histórico. Estas medidas nos evitaran el dolor de ver al casco derrumbado, víctima del peso de su éxito.