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- 11/09/2009 02:00
Hay mujeres que determinan que se es mal o buen amante por el número de veces que se hace el amor a la semana. Son puras fantasías. Peor aún, constituyen una pésima interpretación de ese misterioso motor de la vida que es el deseo. Su manejo se volvió volátil y obsesivo a expensas del consumismo, que hizo de él una señal de status. “Para tener un aire normal y cool hay que hacer el amor muchas veces. La frecuencia de las relaciones se ha convertido en la debilidad de la intimidad. Vivimos en una cultura que se acomoda mal a las leyes del deseo”, dice el psicoanalista francés Jean-Michael Hirt, autor del libro la Insolencia del amor. Para él, tales tonterías de nuestro tiempo son la causa de tantos malentendidos en las relaciones de hoy, ya que a la primera variación de las ganas de tener sexo, los amantes decretan el fin de la pasión.
Lo que ignora la gran mayoría de hombres y mujeres que caen en esa trampa, es que justamente la búsqueda de la excitación a toda hora es la mejor manera de espantar la atracción, la cual necesita de carencia, prohibición y tiempo para despertar y estallar. Las reales leyes del deseo no son las encuestas de un minuto hechas en las calles. Son reglas son mucho más complejas, pero nada difíciles de comprender o cumplir, si se está dispuesto a romper con los tabúes que se venden con tanto éxito la desinformación mediática.
La primera ley dice que el deseo no se desgasta, sino que se transforma. Muchas parejas se desesperan porque ya no sienten el mismo ímpetu de sus primeros momentos y culpan de ello a la costumbre. Pero, según las declaraciones del sexólogo Gonzague de Larocque, en un estudio publicado por la revista “Psycologies”, de Francia, “ habituarse al otro no marca el fin del deseo.” Al contrario, concluye, “el conocimiento íntimo puede favorecer una sexualidad más profunda e inventiva. Pero para eso hay que comenzar por aceptar que el deseo cambia de forma.” Otra clave para ponerse en paz con el deseo es entender que éste vive de emociones. No es raro ni ninguna fatalidad que el estrés, el exceso de trabajo, o los acontecimientos difíciles de la vida lo afecten hasta paralizarlo por periodos largos de tiempo. Y al igual que el apetito por la comida o la forma física tienes su altas y bajas.
De acuerdo con una estudio realizado por el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación de Francia, luego de 15 años de su vida común, 40% de las mujeres experimenta a menudo o a veces falta de deseo, mientras que solo el 23% de los hombres reporta esta sensación.
La diferencia entre los hombres y las mujeres en este punto es inminente. “Curiosamente-dice la terapeuta de pareja Mireille Bonierbale-, son las mujeres las más propensas al cansancio, porque son más sensibles al tono de la relación. Para ellas basta que la comunicación intima se frene para que el deseo se debilite”.
A diferencia de los hombres quienes se podría decir que están más centrados en su propio funcionamiento físico que en el rumbo de su relación. Para ellos su pene es muy importante y les es más fácil excitarse. Pero la influencia de las emociones no termina allí. Según el médico Larocque, acechan otros dos obstáculos:
“La relación sexual es un proyector desde el cual todos los pequeños desacuerdos se hacen visibles. Mientras menos buena es la comunicación, más importantes se vuelven las inconformidades y ello necesariamente adormece el deseo”.
El otro problema, dice, es la pasividad. “cada vez más veo hombres y mujeres que no se exploran sexualmente, sino que esperan que el otro sea excitante, activo e inventivo y a la menor baja de la intensidad de las relaciones, lo culpan cuando la pregunta que deberían hacerse es ¿Cuál es mi responsabilidad en todo esto?