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El día en que los panameños honran la memoria de sus difuntos
- 03/11/2022 00:00
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Clemente Fonseca Rivas fue reclutado para batallar en la Guerra de Coto. Al pasar los años, para las fechas patrias, los soldados hacían la apertura de los desfiles del 3 de noviembre. Además, él recibía, cada año, un estipendio por haber prestado sus servicios en defensa del país.
Fonseca murió en el año 1978, cuando su nieto Darryll Martínez Fonseca tenía siete años de edad. Él lo recuerda como un hombre alto, de tez morena y ojos claros. “Siempre vestía elegante, como tradicionalmente hacían los caballeros de antes, con saco, corbata y sombrero”.
Después de la guerra, Fonseca se graduó en artes gráficas. Por muchos años trabajó como director de la imprenta La Nación. Fue amigo del expresidente de la República Belisario Porras, formó parte del Partido Liberal. Cuando falleció fue enterrado con el pabellón nacional y se hizo un desfile desde la iglesia de Santa Ana hasta el cementerio Amador.
Mientras Martínez habla con orgullo de su abuelo, arregla las flores de plástico que están colocadas sobre una cruz.
Lejos de Fonseca está María Coronado. Ella crió a 12 hijos sola, trabajaba en una casa de familia limpiando y planchando. “Colocaba a Dios por encima de todo”. Su nieto Julián Delgado la honra visitando su tumba con frecuencia, pidiéndole sabiduría en momentos de dificultad y recordándola en los momentos de superación.
Para Delgado, la desigualdad que se aprecia en las tumbas del cementerio Amador va marcada por el olvido de los familiares, quienes no se acercan a darles mantenimiento. Aunque él prefiere darle más valor a la forma espiritual en que cada persona recuerda a sus fallecidos y no a lo material.
De un momento a otro el ser humano se encuentra con su partida del plano terrenal. La muerte se percibe como el fin de la existencia, pero algunas creencias insinúan que, al dejar el cuerpo, el alma pasa a otras dimensiones. Si es así, las cosas materiales se pierden junto con la vida. Con ella también se pierde el estatus social y económico.
Esta premisa surge del discurso del Dr. Eloy Alfaro , exembajador de Panamá en Washington, quien fue el orador de fondo en los actos protocolares de este 2 de noviembre.
Durante su intervención, invitó a reflexionar acerca de cómo la muerte borra las diferencias sociales, de raza o políticas. “No existen, ni importan ya, las distinciones entre ricos y pobres, ni entre razas o colores, políticos o detractores, inscritos o independientes, que antes tanto los dividían. Entonces, ¿por qué no tratar de imaginar lo que es de suponer serán sus interesantes tertulias?”, expresó.
Desde el camposanto, mirando un poco más allá, se eleva el imponente cerro Ancón, con su bandera a media asta, ahí, verde y silencioso, como para no robarle atención a los difuntos honrados.
Al culminar los actos protocolares, las autoridades del país se van del lugar. Las puertas del cementerio quedan abiertas a los familiares que se acercan para rendir honor a la memoria de los fallecidos.
En las tumbas visitadas se aprecian banderas, fotografías, grama artificial, piedras decorativas, cruces y figuras de santos. Huele a pintura fresca, más que a flores, porque la mayoría de las personas prefirió colocarlas de plástico para que perduren. Algunos sí eligieron ofrendar con rosas, girasoles naturales, o arreglos con más variedades.
También huele a carne asada, porque algunos grupos familiares traen comida. Huele a heces humanas, las criptas abandonadas son utilizadas como sanitarios. A simple vista, el cementerio parece estar limpio, pero, al detallar más, se hallan tumbas con desechos plásticos, latas de soda.
Hay personas orando alrededor de las parcelas, niños pintando lápidas y otros colocando arreglos florales.
Varias personas, entre adultos y niños, están ofreciendo servicios de limpieza y pintura de las parcelas. Bertha William es una de ellas, cobra entre tres y cuatro dólares por cada trabajo que cumple. Está bajo el inclemente sol con un galón de pintura blanca. En un envase más pequeño tiene pintura negra –para retocar los escritos de las lápidas–, también lleva varias brochas. Relató que trabaja en la Autoridad de Aseo, pero hace trabajos adicionales para poder subsistir.
Con la interrogante del Dr. Alfaro, surge otra: ¿Cómo serán las tertulias entre Clemente Fonseca Rivas y María Coronado? Fonseca fue soldado en la guerra de Coto y Coronado fue trabajadora doméstica. No se conocían en vida, aunque quizá lo hagan después de la muerte.
Una calle de honor bordeada por el Cuerpo de Bomberos de Panamá recibió al presidente Laurentino Cortizo, al vicepresidente José Gabriel Carrizo, a ministros y viceministros que llegaron al cementerio Amador para honrar a los próceres del país.
El presidente Cortizo colocó una ofrenda floral ante el mausoleo del Dr. Manuel Amador Guerrero, quien fue el primer presidente de la República. También colocó una ofrenda en el mausoleo de los soldados de la independencia.
En compañía de la Guardia de Honor del Servicio de Protección Institucional (SPI), se dio el solemne toque de silencio, para honrar a los difuntos en esta fecha. La Banda Republicana entonó las notas del himno nacional.
El acto siguió con las palabras de Dr. Eloy Alfaro, exembajador de Panamá en Washington, quien expresó: “Honramos a todos esos hombres y mujeres, panameños y extranjeros, que nos antecedieron y que, con sus esfuerzos, con sus sacrificios, cada uno de ellos en su momento, en sus circunstancias y en la medida de sus capacidades, con sus aciertos y sus errores, contribuyeron a la fundación de nuestra nación y forjaron nuestra nacionalidad”.
También advirtió del evidente contraste entre la igualdad que une a los difuntos y la desigualdad que deshonra a los vivos, “esa desigualdad económica que bien sabemos existe, que hoy sacrifica a la mayoría de nuestra sociedad, castigada con brechas intolerables de perjuicios sociales imposibles de justificar”.