El control coercitivo

El llamado es claro: la violencia de género comienza mucho antes del primer golpe. Expertos identifican el control coercitivo como el inicio de una espiral que puede terminar en feminicidio

Tengo varias amigas a quienes quiero, respeto y valoro muchísimo. Todas ellas, mujeres fuertes y dignas de admirar porque tienen algo en común, fueron víctimas de violencia de género, sin duda, son sobrevivientes muy valientes.

Este artículo no solo está dedicado a ellas sino también, a todas las víctimas que no lograron superar a su victimario y, a todas aquellas que por temor guardan silencio. Si usted amigo(a) lector(a), está pasando por esta situación, conoce o intuye que alguien está atravesando por este infierno por favor, hágale llegar esta nota...

Nuestra sociedad machista, en especial la latina, debe transformarse y, aquellos que tenemos la preparación para ser factor de cambio, debemos hablar.

El control coercitivo es, de hecho, la forma más siniestra de abuso pues va más allá de la violencia física. Se trata de un patrón de comportamiento calculado que busca controlar y manipular a otra persona, socavando su ser y sentido de identidad.

Esta forma insidiosa de abuso es muy difícil de identificar pues a menudo está envuelta en un velo de normalidad y amor, ello la hace aún más devastadora para la víctima.

Lo que estoy a punto de compartir no suele suceder en un periodo de meses, a veces, pueden pasar años y por ello es casi imperceptible tanto para la víctima como para la sociedad o sistema penal y, otras veces, puede detonar en días luego de años de aparente “calma”. Recuerde esta frase: “hay serpientes que parecen encantadoras y solo esperan el momento para atacar”.

Después de todos los casos que he analizado, estoy convencido que el famoso “crimen pasional espontáneo” no existe. Si analizamos los casos más recientes que han impactado a Panamá, veremos que hay planificación, determinación, ventaja y alevosía porque siempre, siempre, hubo control coercitivo.

Aunque hay ocho etapas claras que explicaré más adelante, existen tres fases determinantes.

La primera fase se llama coerción emocional, implica manipulación mediante amenazas, intimidación y chantaje emocional. La segunda fase es el aislamiento, el abusador busca aislar a la víctima de su red de apoyo, controlando sus interacciones sociales y limitando su contacto con amigos, familiares o colegas y, la última fase, es el control total; donde se controlan todos los aspectos de la vida de la víctima, incluyendo sus finanzas, estudios, apariencia, decisiones, pensamientos y vida misma.

Erróneamente, la sociedad piensa que, la violencia de género arranca cuando hay golpes, es más, muchas autoridades dicen: “si no hay lesión, golpes, amenazas físicas evidentes, no podemos hacer nada”. Desde ya le digo, la violencia de género y, en especial el control coercitivo, inicia muchísimo antes de un golpe.

Dentro de estas tres fases ya comentadas, existen ocho etapas divididas entre ellas que, una vez aparecen no solo van escalando, son cíclicas y, todas, llegan a un único objetivo final: acabar con la vida de su víctima.

Y aquí, amigo(a) lector(a), se dará cuenta que, el control coercitivo, no es instantáneo; ocurre gradualmente y por tal motivo la legislación actual y la sociedad suelen ser los últimos factores de ayuda o apoyo. Aquí escuchará frases de la sociedad como “se lo buscó”, “ella tuvo la culpa”, “¿qué acaso estaba ciega?”.

Etapa 1, idealización: el abusador atrae a la víctima con afecto y amor, creando una sensación intensa de intimidad y dependencia. También conocido como ”bombardeo amoroso”. Aquí hay regalos inesperados, salidas, cenas de forma constante e, incluso, busca satisfacción sexual casi de inmediato.

Etapa dos, desvalorización: Una vez el abusador estudia a su pareja y descubre cuáles son sus puntos débiles o fortalezas que le intimiden como atacante, comienza a criticarla, socavando su autoestima y confianza o, haciendo solicitudes que hagan cambiar sus hábitos o forma de ser, por ejemplo, “si vas a salir conmigo, bájate de esos tacones”.

Etapa tres, aislamiento: El abusador comienza a controlar las interacciones sociales de la víctima, aislándola de su red de apoyo. Preguntando o cuestionando las amistades de su pareja para que esta las bloquee, aleje o elimine de su vida.

Etapa cuatro, demandas y amenazas: El abusador hace demandas y amenazas, controlando el comportamiento de su pareja a través del miedo e intimidación.

Etapa cinco, negaciones y minimización: El abusador niega su conducta abusiva, engañando y manipulando la psiquis de su pareja. Aquí aparece su arma favorita, el gaslighting.

Etapa seis, culpa y vergüenza: El abusador manipula a la víctima para que se sienta culpable o avergonzada y constantemente, el victimario, suele hacerse la víctima.

Etapa siete, humillación y degradación: El abusador humilla y degrada deliberadamente a la víctima, erosionando aún más su autoestima. Lo puede hacer verbal, emocional, psicológica y físicamente. La trata como objeto o trofeo. Y aquí, aunque la pareja viva bajo el paraguas del matrimonio, pueden darse violaciones y degradaciones sexuales que lastimen física o emocionalmente a su pareja.

Etapa ocho, terror: El abusador crea una atmósfera de miedo y terror, haciendo que la víctima se sienta muerta en vida. Una vez arrancó esta etapa recrudecen los abusos físicos, continúan los abusos sexuales y terminan en la muerte.

Este 25 de noviembre y todos los días, ¡NI UNA MÁS! Debe ser el grito de una sociedad unida, íntegra y con conciencia porque, no podemos ni debemos seguir sumando más cruces a lo que se pudo evitar.

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