La Enagua

Actualizado
  • 08/06/2019 02:00
Creado
  • 08/06/2019 02:00
Fue moviéndose en el patio para llevarle ventaja, desenganchando pieza por pieza las camisas, las medias y las faldas que había colgado esa mañana.

Antes de buscar la ropa tendida, dejó caer desde el barandal algunas migajas de pan para las palomas que huían de la tormenta en el horizonte y que se guarecían en los aleros de la casa. La mujer bajó las escaleras del caserón de madera con un descenso que crujía a cada paso sobre los tablones. A su edad, los huesos secos se resignaban a un sonido de hojarasca que rompía en sus rodillas al andar, pero que hoy competían con el enérgico rugido del temporal que se adueñaba del cielo. El estrépito venía montado en una nube que parecía de hierro, anunciándose con latigazos de luz y la fuerza de un bramido que podía escucharse hasta en la cima de las más lejanas montañas.

EYRA HARBAR

Escritora

Nacida en Bocas del Toro ha sido ganadora de importantes premios literarios, como el Gustavo Batista Cedeño, 2002; Demetrio Herrera Sevillano, 1996, Esther María Osses, 1995, Concurso IPEL 2015, Esther María Osses.

La autora es abogada, especialista en género y proyectos. Entre sus obras se encuentran Donde habita el escarabajo , Espejos , Paraíso quemado , Desertores de alborada y Cuentos para el planeta , ganadora del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Esther María Osses 2017, de la Udelas.

Los cuentos ‘La Enagua' y ‘Profeta' están incluidos en la obra No está de más , su más reciente libro de minificciones, presentado el pasado 28 de mayo en la Universidad de Panamá.

Fue moviéndose en el patio para llevarle ventaja, desenganchando pieza por pieza las camisas, las medias y las faldas que había colgado esa mañana. La ropa olía a tierra mojada, al olor de la lluvia que se adelantaba a la descarga y que dejaba impregnado el ambiente con una brisa que cada vez se hacía más vehemente. Alcanzó a sentir la llegada de las primeras gotas que arremetían con fuerza contra su espalda. Esta tormenta tenía la osadía de quien toma lo suyo a la fuerza, porque, precipitada sobre ella, parecía lanzar golpes para impedirle soltar las prendas restantes. Entraron en disputa.

En el combate, el cielo se impuso con una catástrofe de fuego y rayos. Era un gigante que arrastraba un torrente de centellas inmensas en su barba. Con ojos incrédulos y salpicados por el terror, la vieja lo vio salir de entre las nubes con un remolino cubierto de escamas y con ojos de pez que la miraban fijamente. Detrás del telón descomunal se le enfrentaba un cuerpo, el más robusto que había visto en toda su vida, con un torso luminoso que brillaba en el nubarrón con un tridente desenvainado. El coloso enganchó a su antojo la ropa a medio secar y se encaprichó con una enagua de la mujer que aún quedaba colgado en el tendedero. Breve fue la disputa en la lucha dispar.

Las gallinas del patio ordenaron dormir temprano y las nubes se disiparon por la tarde con el viento. Del estruendo sólo quedó un pedazo de enagua en manos de la vieja, que empezaba a rezongar enfurecida por el lamentable estado de su prenda chamuscada. Pacientemente las palomas esperaron en las escalinatas su ración de pan.

ESCRITORA

‘Esta tormenta tenía la osadía de quien toma lo suyo a la fuerza, porque, precipitada sobre ella, parecía lanzar golpes para impedirle soltar las prendas restantes...'

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