Ernesto ‘Neco’ Endara:

Ernesto “Neco” Endara: “La literatura y una relectura de la historia”

  • 02/11/2025 07:55
El teatro de Endara reabre el expediente del país: memoria, justicia y conciencia se funden en una sola escena.

Ernesto ‘Neco’ Endara es una de las voces más singulares y persistentes de la literatura panameña contemporánea. Toda su obra dialoga con la memoria histórica y las tensiones sociales del país desde una mirada crítica y a la vez profundamente humana.

En su obra de teatro El fusilado, su escritura alcanza una intensidad particular: combina el rigor documental con una sensibilidad poética que rescata las fisuras morales del poder y el costo humano de la violencia política. Endara no busca moralizar; interroga.

El pasado no es un decorado, sino una herida abierta donde el público se reconoce y se pregunta por su propio papel en la historia.

Por esta razón quería conocerlo y hacerle algunas preguntas, particularmente sobre su pieza teatral dedicada a Victoriano Lorenzo.

Días antes de encontrarnos en su residencia de Chitré, habíamos acordado la fecha de la entrevista. Así, el domingo 19 de octubre llegamos pasadas las 10:00 a.m. Neco y Rosa, su acogedora compañera, nos esperaban con alegría y con unas deliciosas “boquitas” que, después de un desayuno tempranero, nos regocijaron. Luego de saludarnos y conversar sobre distintos tópicos que enrumbaran la entrevista, comenzamos:

Mi primera pregunta: según el prólogo a su obra ‘El fusilado’, Premio Ricardo Miró de teatro 1983, usted dice que la obra se escribió en diálogo polémico con los historiadores panameños Juan B. Sosa(1870-1920) y Enrique J.Arce (1871-1947). ¿Pudiera referirse a esta afirmación?

En realidad, cuando yo estaba buscando información porque quería escribir sobre Victoriano Lorenzo, me fui a consultar a dos de los historiadores de mi época; y me di cuenta de que nada más tenían un parrafito aquí y un parrafito allá sobre Victoriano Lorenzo. Y eso es lo que yo les crítico, aunque lo hago muy benignamente. No digo que es un grave error de ellos; no me meto mucho con ellos, pero ya yo estaba influenciado por gente de pensamiento más libre que sí veía a Victoriano como un precursor en nuestra independencia. [Neco, casi indulgente, más bien muestra cierta pena por aquellos historiadores].

¿Y cuándo siente usted que se revierte ese olvido de Victoriano? ¿Cuándo resurge Victoriano?

Yo creo que con las obras que se escribieron sobre él: las novelas y los cuentos de Ramón H. Jurado, Álvaro Menéndez Franco y de Carlos Francisco Changmarín, la figura de Victoriano pasó de ser un cuatrero a ser un héroe... un héroe y un precursor de la independencia.

Poseía el sencillo espíritu de independencia del panameño. El más sencillo que se podía encontrar. Un hombre que aprendió a leer, pero también aprendió a pensar. Y eso es obvio en todas sus acciones. En lo poco que dejó escrito se ve un pensamiento tan íntegro, que es admirable. Pero eso vino después. [Todavía la imagen de Victoriano Lorenzo lo arroba].

¿Cómo fue el estreno de su obra ‘El fusilado’?¿Se llevó a la escena más de una vez?

Se ha montado varias veces por diferentes directores. Y creo que siempre ha sido muy bien acogida, muy bien.

¿En qué año se montó? Porque la obra es premio Ricardo Miró del 83, ¿no?

La obra fue estrenada el quince de mayo de 1986, en el Teatro Nacional de Panamá, dirigida por Miguel Moreno en una función de gala. La fecha coincidió con el día del fusilamiento de Victoriano.

Que el estreno fuese en el Teatro Nacional, tuvo para mí mucho significado. Sentí algo maravilloso al rememorar al muchacho que fui, que se colaba en casi todas las presentaciones que se hacían en el Nacional, y que varias veces fue alcanzado y sacado por la relinga. Ah, pero esa noche, se estrenaba una obra suya y fue recibido con aplausos como el principal de los espectadores.

En verdad, Iván Zachrisson y yo conocíamos el Teatro más que los que allí trabajaban. Cuando se cansaron de perseguirnos por todos los pasillos, llegamos a un acuerdo de no agresión: podríamos entrar gratis, pero veríamos el espectáculo desde la galería (el último piso). Y así fue como empezaron mis amoríos con el Teatro. [Al revivir aquellos años, Neco parece rejuvenecido, su rostro nonagenario vuelve a recobrar la picardía de aquellas aventuras].

Cuénteme de esa puesta, por favor.

Fíjate que ‘El fusilado’ es un musical. Esa noche se montó con toda su música. Debo acotar que tengo cuatro obras musicales y a todas les puso música el mismo compositor: mi primo Toño Rovira, nom de plume de José Antonio Riba, cofundador de la firma Riba/Smith.

Toño Rovira, tiene más de cuatrocientos canciones registradas; además de un Concierto y un Ballet. Tenía un estudio de grabación pero era demasiado modesto. Con esas posibilidades, yo me hubiera dedicado a grabar y grabar y grabar, pero él parecía esperar con toda paciencia a que sus obras por sí solas estallaran en su excelencia. Se equivocó. Toñito, hay que empujar las obras, sacarlas del anonimato, presentarlas al público. Es una lástima que tanta belleza musical duerma sin deleitar otros oídos. [La voz de Neco delata la admiración y gratitud que siente por su socio teatral].

¿La música y las décimas?

Las décimas, con todo y sus defectos, son mías. Toñito les puso música. Trabajar con un genio como él fue fácil. Yo le indicaba las emociones que debía despertar su música en tal o cual momento del drama. Se me quedaba mirando y luego, arremetía en el piano y tocaba una melodía que era exactamente la que yo soñaba. ¿Increíble, no?

Pero oiga, yo siento en ellas, cuando se inician, las huellas del Martín Fierro, de José Hernández: ‘Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela...’, yo siento eso.

Sí, siempre me ha impresionado esa obra. Puede haber algo de ella en mis décimas; pero también hay de Changmarín: “Adiós, adiós, patria mía, adiós palito de uvero / no me voy porque yo quiero, / sino porque no quería”. Ya usted sabe, uno va escribiendo y de pronto le estalla una de esas resonancias. Ni acepto ni niego. Todo está en el aire. El aire no tiene dueño. Sí, a veces el escritor ni cuenta se da. Las oleadas de palabras surgen espontáneamente, y así mismo desaparecen. [Ahora su rostro adquiere sospechosos tintes de inocencia].

¿Y por qué las décimas, de dónde provino esa idea?

Bueno, a mí me gusta hacer teatro con ciertos toques personales, que mi obra se parezca a mí, que tenga ese toque de originalidad. Por ejemplo, en otra obra, un hombre siente el perfume de una mujer y lo dice.

Y entonces —como yo conozco el Teatro Nacional—, pedí que pusieran un poco de loción en el aire acondicionado, para que se esparciera por todo el teatro en el momento en que el personaje se refiriera a ello. Imagínate el efecto que puede tener eso en un espectador. Maravilla, maravilla.

¿No te acuerdas de Jean-Marie Farina? Pues el perfume que él creo fue el que utilicé. [Neco muestra orgullo por su obra y maneras de concebir su acercamiento al público].

¿Y Victoriano?

Victoriano está muy ligado a mí desde su nombre. Mi abuelo paterno se llamaba Victoriano. Cuando mis padres se divorciaron, fuimos a vivir a la pensión Crespo. El señor Crespo, de aquí de Chitré, fue un ministro de educación fuera de serie. Fabuloso. Un sabio. Brillante.

Y él tenía de chofer a un señor llamado Victoriano. Se diría que era hijo de Victoriano Lorenzo. Caminaba muy lento, y era dipsómano. Mi mamá confiaba en él plenamente. Y cuando yo iba al cine, a veces, era porque se le daba plata a Victoriano para que me llevara al cine. Él me dejaba en el cine y se iba a tomar sus traguitos. Ese era el Victoriano de la mansión Crespo.

Otro de mis recuerdos: El hermano de mi abuelo Victoriano se llama Carlos Endara. Era un fotógrafo y también pintor de fines del siglo XIX y principios del XX. Es de los pocos—yo no sé cuántos más habrá, yo nada más lo conozco a él— que ha dejado un legado fotográfico de lo que era la ciudad de Panamá.

Pues bien, él tomó la foto del momento del fusilamiento de Victoriano Lorenzo. Lo hizo con tal tino que se ve el pelotón, a Victoriano sentado y el fuego saliendo de los fusiles. Un momento muy dramático. [El recuerdo de aquellos tiempos lo entusiasma y muestra su admiración por la obra de su tío abuelo Carlos Endara].

¿Cómo se documentó usted sobre Victoriano Lorenzo? ¿Cuáles fueron las fuentes fundamentales para documentarse, además de las ya mencionadas de los historiadores?

Bueno, yo busqué los libros publicados que mencionaban a Victoriano creo que en la Biblioteca. Pero, en verdad, yo quería conocer lo básico, pero sobre todo lo referido al juicio. Que fue un juicio amañado. Estúpidamente injusto. Y me puse a imaginar lo que conversaba la gente de ese tiempo que estaba afuera. Estaban juzgando a Victoriano.

Pero lo que yo quería, el drama que yo quería desarrollar era la imagen de aquel hombre sentado frente al pelotón de fusilamiento, que mantiene un diálogo imaginario con el soldado más joven del pelotón, visiblemente nervioso. Aprovecho el diálogo para tratar asuntos históricos... Como hice con el cura que lo enseñó a leer, con la herencia que dejó Victoriano, la herencia de un general. Fue nombrado general, pero no recuerdo otro general que se haya ganado sus galones como Victoriano: en el campo de batalla.

El general deja de herencia medio saco de arroz. Y yo no sé qué otra minucia por aquí y por allá. Eso era toda su fortuna. Era toda su pertenencia. ¿Te imaginas un general de nuestra época dejando una herencia similar? ¿De cuántos millones se hablaría? Porque de los generales hay que hablar de millones... Sobre eso sí me documenté. Me informé con lo poco que había. [Su admiración por Victoriano Lorenzo preside cada frase].

¿Y en qué medida también con el recuerdo o el imaginario popular?

El imaginario popular poco me ayudó. Como poco me ayudó el imaginario popular —que tenía que haber— cuando escribí sobre el 9 de enero en mi obra Una bandera. Había tal revuelco, tales anomalías con todo aquello que yo lo que sentí fue rabia. Esa obra se la dediqué a Isaac Orobio, quien era profesor conmigo en la Escuela Náutica... Que es el papá de la teatrista Ester Orobio. Escribí la obra yo solo. Llorando yo solo. Pues es una obra que me hizo llorar. Como me hace llorar siempre la impotencia.

En el caso de la creación del personaje Victoriano Lorenzo, ¿cómo lidió con esa tensión entre el mito y el hombre real?

Es que Victoriano es tan transparente, como dice Changmarín en el título de su novela El guerrillero transparente. Es muy acertado ese título. Porque un hombre que no tiene cortina, capucha, antifaz es un hombre transparente. Y Victoriano era transparente por todos lados. [Obviamente, a Neco lo conmovió la novela de Changmarín].

¿Recuerda alguna anécdota sobre Victoriano que lo haya impresionado particularmente?

La sencillez de ese hombre de fugarse de una cárcel, donde posiblemente lo iban a matar, para tomarse una foto de general (Porque él sabía que era general).Y él quería tomarse una foto con su espada. Y después regresa a la cárcel. Y que Coclé lo recordara como general. [Neco se queda pensativo...]

¿Y por qué usted eligió la forma de teatro para tratar a ese personaje?

¿Qué es mejor que eso? Para mí es el modo de comunicación más directo que hay. Tienes al público delante y puedes observar sus reacciones, porque la lectura de un poema, un cuento o una novela es tan personal... La lectura es tan individual y tan solitaria... Pero en el teatro es el público. Son los espectadores que están reaccionando y se siente el murmullo. Y yo mirando para allá, que si hacen esto o lo otro...

¿Usted tomó en cuenta algún modelo de teatro?

¿Cómo no? Más que todo del español este, ¿cómo se llama? El de La sirena varada. El dramaturgo español Alejandro Casona. El teatro de ese tipo me fascina por lo imaginativo.

¿Identificaría usted a Victoriano Lorenzo con otros héroes guerrilleros como Emiliano Zapata, o Pancho Villa, o Tupac Amaru? ¿O con alguno de esos grandes mitos latinoamericanos de guerrilleros?

Mire usted cómo se mete Victoriano en esto. Él es guerrillero de corazón. Él sabe que hay una gran injusticia con la sal. El problema en Panamá era la sal. Y el desprecio hacia los indios y los cholos. Victoriano era un cholo. Y es un hombre auténtico. Yo lo veo así. Yo no creo que haya podido ser de otra forma.

Cada uno de estos señores considerados héroes en sus países tiene lo suyo. Tiene sus peculiaridades. Este Victoriano tiene las de nosotros. En el sentido de que él es de acá de Coclé y sus batallas de verdad épicas fueron por ahí en esas provincias. El liberalismo y el conservadurismo a él le resbalaban. Él lo que quería era más justicia para los indios, para los cholos. [Aquí Neco se esfuerza en convencernos del valor y la justeza de la lucha de Lorenzo].

¿Usted cree que eso está vigente? ¿Esa demanda de Victoriano está vigente?

No, hombre. Ahora los indios tienen de más. Fíjate cómo cierran calles. Hacen lo que les da la gana y tienen una cantidad de territorio increíble. [Neco mueve la cabeza a ambos lados].

¿Qué busca usted con el lenguaje? ¿Reproducir el habla popular o crear una voz simbólica y poética? ¿Cómo manejó el problema del lenguaje?

Jamás caeré en “¡Opa! Porque juimos...” Yo odio eso, ¿sabes? Que un escritor quiera hacer un diálogo al estilo del campesino. Sin embargo, yo gozo con la manera en que hablan los chitreanos. Tienen una salida formidable.

Si se pusiera de nuevo ‘El fusilado’, ¿qué cambiaría usted?

Yo creo que ya no cambiaría nada. Ya yo no estoy en una edad de cambiar nada, ni de mujer. [Su esposa, que está a su lado, le lanza una mirada y sonrisa cómplices].

¿Qué diría hoy Victoriano, entonces, a esta sociedad que estamos viviendo? ¿Qué le diría la imagen de Victoriano al Panamá actual? ¿La imagen de Victoriano para qué serviría en el Panamá actual?

La imagen de Victoriano serviría como modelo de la autenticidad y la honestidad. La honestidad, que es lo que más necesitamos. Porque bueno, no es que Panamá sea un revoltillo insalvable de los tipos estos, de los diputados, los diputados no tienen que ser sinónimos de trácala, de trampa y de todas esas vainas. Pero, ojo, Panamá no es el abanderado de esa deshonestidad que hay en el mundo. No. Todo el mundo se comporta igual. [Neco resuma orgullo de ser panameño].

¿Cree usted que el teatro tiene una función que desempeñar en la sociedad de hoy?

Sí, sí, siempre lo he pensado, pero su función cuestionadora no la debe desempeñar de manera forzada, no hay que hacerlo forzado, sino a partir de una concepción de personajes y contextos que respondan a ese propósito. Que se presten para eso, como hice con Victoriano Lorenzo.

Incluso el teatro puede promover la reflexión de aspectos sociales conflictivos. Juan David Morgan y yo estábamos almorzando una vez con Renato Sores y pensamos: “oye, ¿qué tal si un día hacemos una obra en la cual se le hiciera un juicio a Bunau-Varilla?” ¿Por qué Bunau-Varilla? Porque Bunau-Varilla está catalogado en un ciento por ciento como un traidor a Panamá. Pero él no es traidor a Panamá porque, primero, no era panameño, pero estuvo varias veces e incluso le dio la fiebre amarilla. Segundo, aunque hubiera sido panameño, si estaba defendiendo algo de sus millones, hubiera hecho lo mismo. Pero tercero, pero tercero, ese tipo se arriesgó y luchó porque tenía otro motivo. Los franceses de esa época creían en el honor. Y él defendió su honor.

Entonces, Juan David y yo hicimos una obra en que la historia de Panamá le hace un juicio a Banau-Varilla. La historia es el juez. Le hace un juicio y llama como testigo a todos los que tuvieron algo que ver con esto. Incluso al general Torrijos fue como testigo. Y concebimos que los tiquetes, los tickets que se compraban para ver la obra se rompieran por el medio, estaban punteados, se rompieran para que el espectador se quedara con una mitad y escribiera detrás del boleto “inocente” o “culpable”. Porque nosotros lo que queríamos era un juicio de la historia y de los panameños. No el de Juan David ni el mío. Nosotros mostramos en la obra cómo se podía o debía atacar a este por este lado y cómo se debía defender por este otro. Y eso fue muy interesante. Creo que en la votación quedó inocente. Inocente. Y ya eso es algo sumamente importante. Eso significa que una obra puede hacer cambiar la opinión.

¿Y una relectura de la historia nacional sería efectiva a través del teatro o de la literatura en general?

Claro que sí. Y eso es lo que hacen, por ejemplo, novelistas como Juan David (Morgan). Es lo que él ha hecho, como en Ardiente fulgores de gloria y otras obras suyas.

[Aunque Neco sigue la entrevista con una vitalidad envidiable y disfruta cada enunciado, no quiero abusar de su paciencia y hospitalidad y la doy por concluida, no sin antes agradecer mucho su acogida y entonces pasamos a conversar de otras cosas, sin que faltaran vidajenerías.]

Ernesto Endara,
Dramaturgo.
Es que Victoriano es tan transparente (...) Porque un hombre que no tiene cortina, capucha, antifaz es un hombre transparente. Y Victoriano era transparente por todos lados”,
Ernesto Endara,
Dramaturgo
Él (Victoriano) es guerrillero de corazón. Él sabe que hay una gran injusticia con la sal. El problema en Panamá era la sal. Y el desprecio hacia los indios y los cholos. Victoriano era un cholo. Y es un hombre auténtico. Yo lo veo así. Yo no creo que haya podido ser de otra forma”,
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