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- 13/12/2020 00:00
Hámsteres
¿Han visto alguna vez cosa más estúpida que un pobre hámster enjaulado dando vueltas en su ruedita sin llegar nunca a ningún sitio?
Así estamos nosotros desde hace casi un año, en una prisión donde los que gobiernan hacen y no hacen a su capricho, mientras el pueblo da vueltas a la ruedita, deslomándose para llegar a ninguna parte.
Cosas que sí han hecho los del gobierno: fiestas privadas, varias y por variados motivos, quinceaños, cumpleaños, chupatas basiquitas de domingo, con seco y barbacoa. ¿Qué más han hecho? Han permitido carnavales, han dejado que un señor recorriera las calles y los cielos bendiciendo a los creyentes y que otro señor tocase un cuerno, sin mascarilla, obvio, porque con ella el shofar no suena. Han detenido y puesto a barrer calle a gente que se la rifó y han conculcado los derechos de todos. Han condenado a un colectivo trans a tener que pedir misericordia porque no podían salir nunca a la calle. Han aprovechado la pandemia para robar a manos llenas, para malversar fondos, para emplanillar caras bonitas sin cerebro, pero con muchos likes en las redes sociales.
Se han burlado de todos imponiendo una cuarentena draconiana que nunca llegó a bajar las cifras reales de contagios. Han quebrado al gremio teatral. Han publicado los poemarios de un señor por una promesa del ministro de Cultura, mientras los escritores que por ley ya deberían tener sus libros publicados, siguen esperando. Han traficado con personas, con armas, con drogas, saltándose ya no las leyes de la ética, que de eso ni tienen ni conocen dónde hay, sino los cercos sanitarios que solo sirvieron para mantener a los honrados encerrados y abocados a la miseria comiéndose una pandemia que ha sido para unos pero para otros no, mientras ellos, sus amiguitos y las amiguitas de sus amiguitos, pelechaban de la esquilmada teta estatal.
¿Saben lo que no han hecho los encargados de dirigir el país? No han arreglado las calles, que después de siete meses parecen una cara picada de viruela, no han dado una solución clara y meditada al problema educativo; se acerca marzo y nos encontraremos con un puro improvisar. Tampoco han logrado que el excelentísimo señor presidente vete la ley de salud mental, quién sabe por qué, quizá porque alguno de los artículos hacía pupa a la mafia que controla la venta de medicamentos en Panamá.
No tienen listos hospitales modulares, ni centros de convenciones, ni siquiera una pinche carpita para hacer frente al repunte de casos que se sabía que venía al abrir. Y teniéndonos por ratones descerebrados ¡vuelven a imponer las mismas medidas absurdas y estúpidas con las que nos castigaron hace meses!
Mientras tanto, el cabecilla de los dueños de la jaula donde vivimos como roedores enloquecidos, afirma en los medios tan campante que si él se contagiara saldría a rifársela, tóquense ustedes los cataplines a dos manos y con regocijo, porque le gusta hablar con la gente, y el contacto humano. Dice.
A los demás no, señor presidente, a los demás no nos gusta, estábamos felices sin ver a nuestros afectos. Algunos nos pasamos doscientos ocho (sí, 208) días encerrados porque nos encanta la mancha de moho de nuestro techo. Lo hicimos por puritito gusto.
Porque no somos tan valientes como usted y no nos la queremos rifar enfrentándonos a la policía. O porque quizá sabemos que a nosotros no nos van a pagar 30,000 dólares para curarnos el covid en un hospital privado. Debe ser eso, que somos pusilánimes y no nos gusta la adrenalina. Señor presidente, ¿¡por qué no se calla!?