¿Importa la verdad?

Actualizado
  • 05/06/2016 02:00
Creado
  • 05/06/2016 02:00
El Reverbero

La verdad. Díganme ustedes fieles lectores de este periódico, ¿qué es la verdad? ¿Existe tal cosa? Bueno, yo digo que si no existe habrá que inventarla y una vez inventada que esa sea la verdad y santa solución; ya, más nada que objetar y pa' lante con nuestras vidas, pa' lante con la muerte a cuestas y a enfrentar lo que venga; es decir: a enfrentar lluvias, presidentes, sequías, tranques, enfermedades y una que otra alegría.

¿Oscuro? Lo sé.

¿Triste? También lo sé. En fin, la verdad. LA VERDAD, en mayúscula cerrada, esa cosa que tanto han buscado, buscan y seguirán buscando los filósofos, y que a la vez tanto han pisoteado, pisotean y seguirán pisoteando los políticos.

¿Será, hablando ya de verdad, que la verdad no importa y que lo único que nos interesa es buscarla sabiendo de antemano que jamás hemos de encontrarla? Lo que no se puede negar (esa es la verdad) es que a todos nos interesa.

Por ejemplo, a los periodistas de este periódico, y de otros, imagino yo, les interesa la verdad: buscarla, encontrarla y mostrarla, para que los lectores, entonces, con esa verdad, la observen, la examinen, comenten, tomen decisiones. Una de esas decisiones, por ejemplo, completamente entendible, puede ser no hacer absolutamente nada, solo quedarse observando el horizonte mientras se pela un mango y se lo come uno chorreándose de líquido amarillo sin por eso amedrentarse, sino todo lo contrario: venga otro mango, que el verano es corto.

Debo hacer una pausa y decir que he leído también (y esto es un poco ya más serio) que algunos reporteros de guerra, que supuestamente tienen un compromiso con la búsqueda y divulgación de la verdad, en realidad nunca salieron del hotel en donde se hospedaron, a pesar de que en sus relatos sientes que las balas les rozan las orejas. Esto lo pueden buscar en Google, en varias páginas, y confirmarlo, no me lo invento yo.

Al pobre Kapusckinsky, reportero y escritor polaco, uno de los más grandes del siglo veinte, ganador del Príncipe de Asturias, entre otros premios, lo quisieron linchar cuando reconoció que sus reportajes estaban un poco, digamos, adornados de literatura y por lo tanto de imaginación.

No me jodan, pensé yo, dejen al Kapuzckinsky en paz, hombre, no sean ingenuos; ¿qué se creían ustedes, que el hombre no se inventaba cosillas aquí y allá? Yo se lo agradezco como lector, porque, ombe, ¡qué delicia leer a esa cabrón!

En todo caso, aunque él hubiese creído que todo lo que narraba era tal cual, el cerebro siempre se encarga de engañarnos. Ya lo dice la psicología: al cerebro no le importa la verdad, sino la coherencia. Pero a la mente, moralmente (ingenuamente), sí que le interesa, y ya se sabe que el cerebro y la mente no son lo mismo (no voy a entrar en detalles porque no hay espacio).

Una cosita más con respecto a la coherencia: El señor de los anillos es un relato coherente, por ejemplo. ¿Ya? Sigo. Un periodista siempre matiza la verdad, la interpreta y la crea. Si nos mandaran a ti, querido lector, y a mí, a un mismo pueblo o suceso a cubrirlo, ilustraríamos cada uno una realidad muy diferente.

Entonces, desde ese punto de vista (filosófico, si se quiere) ¿qué es la realidad, qué es la verdad? Ese ‘tal y como son' no existe. Es una ilusión eso de ‘tal y como son'. Pero es una ilusión que más vale creernos, para tener un poco de paz mental (que no cerebral, repito) si es que creer en una verdad objetiva es necesario para tener paz mental. La verdad, no lo sé.

La paz tal vez esté en creer en la mentira. Eso es lo creo, la verdad. Creo. No estoy seguro.

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