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- 27/02/2021 00:00
- 27/02/2021 00:00
El desarrollo de la tecnología sigue avanzando a pasos agigantados, incluso más rápido que nuestra propia inteligencia.
Este crecimiento constante demanda el aprendizaje de nuevos conceptos, herramientas y disciplinas. Por eso hoy quiero hablarle, amigo lector, de un concepto totalmente nuevo: el machine learning, una cualidad de la inteligencia artificial (IA) que está desarrollando herramientas y creando las bases para un futuro que viene de la mano con una enorme incógnita: ¿a costa de qué?
Hay muchas definiciones sobre la IA. La más común señala que es un sistema que puede imitar un “comportamiento inteligente”. Esto nos ubica frente a dos cuestiones importantes a entender:
Primero, que lo “imita”, es decir, no se genera por sí mismo. Y segundo, que se expresa en diferentes formas, ya que un comportamiento inteligente puede ser desde reconocer la conducta de un usuario y categorizarla, hasta jugar ajedrez de una forma sofisticada o armar un cubo de Rubik en un dos por tres.
La IA puede desplegar sus funciones en muchos niveles. Imitando movimientos o con nuestro lenguaje escrito o verbal pues responde mecánicamente con textos al tiempo que “aprende” de nuestras respuestas con base en el ensayo y error. Con esta última habilidad entramos al terreno del machine learning, entendiendo que es una funcionalidad de la IA que ha sido programada para el aprendizaje.
Todo esto puede traer preocupaciones en torno al avance de la tecnología y el desplazamiento de las áreas laborales del ser humano, e incluso traer reflexiones morales en torno a la seguridad de las personas respecto a las máquinas. Ante esto conviene recordar que detrás de cada inteligencia artificial hay personas desarrollando códigos y algoritmos y, aunque pueden “reemplazar” y/o “mejorar” tareas ejercidas por las personas, también pueden abrir nuevas fuentes de trabajo.
Sin embargo, esto tiene un costo altísimo; por ejemplo, el criterio y la empatía humana en muchas ocasiones desaparece. Le pondré esta situación, la cual por cierto ya se está dando; tanto los casinos como los aeropuertos y las ciudades modernas están usando cámaras con reconocimiento facial. Podrán leer rostros y con mucha precisión, pero no entienden el contexto de las emociones.
En el caso del neuromarketing, por ejemplo, aunque la información que nos brindan los lectores faciales es valiosa, se necesita un equipo de personas que genere los insights necesarios para crear anuncios que mezclen de forma acertada y creativa todos estos criterios y que además piensen no solo en los anuncios como piezas individuales, sino como parte de una estrategia mayor que esté alineada con la identidad de la marca, la actualidad, el contexto, las proyecciones y los objetivos de la empresa. Por eso el futuro del mercadeo sigue estando en el talento humano.
¿El machine learning le suena futurista? ¿Alguna vez habló con un asistente de Google o Apple desde su celular o computadora? Gracias a la comprensión del lenguaje, estos programas asistentes pueden discernir entre palabras e identificar las tareas que queremos que realicen.
En Panamá hay una queja constante sobre el servicio, la velocidad y la conectividad a internet, pero... ¿usted se ha detenido a pensar en algún momento que las respuestas electrónicas que recibe por parte de la empresa, probablemente no vengan de un humano, sino de una máquina y por demás, con un tufillo a frialdad? Es ahí donde nuestra inteligencia está siendo retada por la IA.
El machine learning también se está usando para reconocer sus gustos a través de las redes sociales. Es por ello que un usuario suele ser bombardeado con anuncios alineados a sus intereses y es así como: Google, Facebook, YouTube, Disney + y Netflix “cándidamente” le recomiendan acciones puntuales para sacarle dinero de su bolsa. Nuevamente, nuestra inteligencia está siendo tentada por acciones frías provenientes de máquinas que cada vez razonan mejor que nosotros.
De hecho, Netflix, que fue uno de los primeros en explotar este recurso, además de generar recomendaciones al usuario con base en lo que ha visto, crea contenido específico de acuerdo con los perfiles, aumentando así el grado de aceptación sobre su sistema de recomendaciones.
Últimamente pareciera que solo la IA se examina a sí misma. Y esto lo estamos viendo a diario en tiempos de pandemia y cada vez más somos víctimas de nosotros mismos a través de las redes sociales y de los medios tradicionales. Curiosamente, la inteligencia, sea artificial o no, junto con el sentido común se abren paso con pocos artificios.
Lo triste es que nos estamos demostrando que las tonterías que creamos suelen ser infinitamente más fascinantes que la inteligencia artificial, pues suelen tener más views, shares, likes y seguidores, que aquellos contenidos con cerebro y sustancia.
Cierro con este pensamiento: el origen de la inteligencia de los hombres reside en sus manos. El saber y la razón hablan, la ignorancia y el error gritan.