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- 14/08/2011 02:00
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Justo Arroyo es uno de esos escritores que trabajan discretamente y con paciencia. Sin aparecer reiteradamente en la televisión, sin tratar de publicar algo cada año. Su librero no se haya, como hubiera podido pensarse, colmado de obras. La mayoría las ha regalado a sus amigos, vendido durante uno de sus múltiples viajes o donado.
A lo largo del camino se ha despedido de títulos tan preciados como El extranjero y La peste, de Albert Camus (a quien proclama como su escritor favorito de todos los tiempos), de El Aleph, de Jorge Luis Borges, de la Rayuela y los cuentos geniales de Julio Cortázar, etc.
Para cualquier lector se hubiera tratado de pérdidas irreparables. Más Arroyo las confronta con una frase que denota estoicismo y sabiduría: ‘Me las he leído tantas veces que me las sé de memoria’.
Desde la comodidad de un deslucido sillón el novelista, cuentista y poeta repasa las páginas de una biografía de Virginia Wolf, escrita por la autora norteamericana Hermione Lee. El libro es uno de los pocos que no donó a la Biblioteca Ernesto J. Castillero. Otra excepción fue Las nieves del Kilimanjaro, de Ernest Hemingway, a la que catologa como ‘una de mis obras de cabecera, junto a ‘El viejo y el mar’’. ‘Me gusta es forma que tiene de escribir, como de metralla’, señala.
Otro de los títulos que el autor de Semana sin viernes, Para terminar diciembre y Dejando atrás al hombre de celofán extrae de una biblioteca disminuida por los viajes y el desprendimiento es La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, de quien cuenta que se suicidó antes de su obra se convierta en un best-seller.
En lo que a la literatura panameña se refiere, Arroyo menciona a Lágrimas de dragón, texto con el que Consuelo Tomás fue galardonada con el Premio Ricardo Miró en la sección de novela, en el 2009. Añade que actualmente está releyendo El hombre olvidado, del panameño Alberto Moreno.