El legado de los Ingram

Actualizado
  • 14/10/2014 02:01
Creado
  • 14/10/2014 02:01
Los esposos pianistas tienen 12 años organizando una competencia internacional , con la que pretenden motivar al talento nacional

Desde hace algunos años Nelly y Jaime Ingram ya no tocan el piano. Recorrieron el mundo haciéndolo (lo recorrieron varias veces). El maestro Jaime recuerda que con cierto temor un día le dijo a sus padres que él quería ser pianista. Por supuesto que ellos hubiesen preferido que él estudiara algo más convencional como leyes o medicina, pero la respuesta de su padre, aunque dura, lo motivó. ‘Está bien, pero en mi casa no quiero ‘pianotero’, quiero pianista’, recuerda el maestro que le dijo su progenitor el día que él le comunicó lo que deseaba estudiar. Desde ese momento se enfocó en ser un pianista de verdad.

Por cuarenta y cinco años, los dedos de Jaime se dedicaron al preciado instrumento, del que ahora solo habla y escribe pues ni siquiera cuenta con uno en casa. Cuando decidió su retiro vendió los que tenía en casa. ‘El piano es un instrumento de trabajo no un adorno’, sentencia el maestro.

Aparte de su posición en la Universidad de Panamá y de las obras que escribe, el músico y su esposa también atienden otros menesteres, entre ellos y uno de los más importante es el VI Concurso Internacional de Piano.

Ningún panameño ha logrado clasificar para participar en él, pero ese factor es justo lo que motiva a los esposos Ingram a realizar la actividad. La idea es que la juventud local se interese por la música y vean futuro en ella. Al traer al talento internacional que convoca la competición le ofrecen a los lugareños una muestra lo que podrían hacer si toman en serio esa profesión.

‘El piano es un instrumento que exige un excesivo ejercicio diario, tocar el piano es como ser boxeador’, expresa Jaime Ingram al explicar lo que se requiere para ejecutar con maestría el instrumento. ‘Tiene que estar entrenándose muscularmente todos los días, cuando se toca a nivel internacional’, sigue diciendo.

Estudiar el piano puede tomar entre 10 a 12 años y 3 a 4 hora por día (hay quienes le dedican hasta 7), esto si se quiere llegar a dar conciertos alrededor del Globo, como lo hicieron los Ingram, y si se desea entrar en la siguiente versión de la competencia que organizan, evento que es calificado como uno de los difíciles del mundo.

Pese a los elevados estándares, este año, visitan Panamá Juan Andrés Acosta de Colombia, Maiko Ami, Tomohiro Hatta, Marcel Tadakoro y Eriko Gomita de Japón, Willanny Darias y Marcos Madrigal de Cuba, Ruiqui Fang de China, Khowoon Kim de Corea y Tavit Tashjian de Estados Unidos.

En Panamá sí hay talento como el de esos diez chicos y chicas, aclara el maestro. En su trayectoria como docente ha visto y escuchado maravillosas interpretaciones de dedos nativos del istmo; la gran diferencia está en la disciplina y seriedad con se tomen el instrumento.

‘No es lo mismo tocar el piano que ser un pianista profesional’, sostiene el organizador de la justa internacional al reflexionar acerca de los pianistas locales que no alcanzan ser parte de la justa. Así mismo sigue sustentando que ‘la razón fundamental del concurso es que los muchachos oigan cómo se puede tocar el piano’.

Es probable que en esta semana de competencias, el público asistente quede admirado y piense que esos pianistas son seres especiales. ‘No lo son’, sentencia Ingram, ‘ellos solo estudiaron como debían hacerlo’.

El maestro del piano insta a los estudiantes a asistir al concurso (entran gratis al enseñar su carné de estudiante) y hace un llamado a los padres para que lleven a sus niños, para sembrar en ellos la inquietud de lo que pueden hacer con sus dedos.

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