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- 10/10/2010 02:00
PANAMÁ. ¡Por Dios! Si Christopher Lee, uno de los intérpretes clásicos de Drácula, llega a ver Una loca película de vampiros se muere. Aunque no suene muy agradable, creo que no estoy lejos de la realidad. ¿Hasta cuándo el espectador (con algo de materia gris) tiene que soportar clase de chatarra cinematográfica? Se supone que las parodias son para disfrutarlas, para soltar esa carcajada que no puedes expresar en medio de la sala de cine. Pero no, la de Jason Friedberg (el director) es una cinta tan vacía que cualquier capítulo de Plaza Sésamo se ganaría un Óscar al lado de esta producción. Los vampiros son un chiste para los niños de hoy. Ese mítico personaje, que años atrás era sinónimo de terror, hoy es un simple murciélago que hasta mi sobrina de cuatro años se mofa de él. La que saldrá favorecida es Crepúsculo, porque de seguro que mucha gente que no ha visto por lo menos una de las tres entregas querrá ver las escenas que son ridiculizadas en Vampires Suck. Dentro de las cosas que llaman la atención está el abuso de burlarse de las hermanas Kardashian, de Black Eyed Peas, de Lady Gaga y de un montón de artistas que se han ganado su mala fama como Chris Brown. Eso sí, tengo que admitir que el elenco principal se lleva mis aplausos porque estudiaron al mínimo los movimientos de los personajes reales de Crepúsculo. Sobre todo Jenn Proske, quien da vida a Becca Crane, y es impresionante cómo copia el estilo de Kristen Stewart. Además, luce un cuerpo de infarto. También se salva Matt Lanter (Edward), que imita hasta las pestañas a Robert Patinson. Otro tema que no quería dejar pasar por alto es que ahora, cuando compras el boleto, tienes que elegir el asiento donde te vas a sentar. Los chicos de la boletería te enseñan en la pantalla de una PC el mapa de la sala. Lo lógico de esta modalidad es que, al entrar a la sala, las butacas debieran tener sus respectivos números y letras; sin embargo, el espectador queda totalmente perdido dando vueltas y tratando de alumbrar con los celulares porque ya ni siquiera prenden las luces en el lapso previo a la función.