Diario de una mujer desesperada

Apesar de que Mauro Zúñiga había publicado su novela Espejos de Miseria en el 2010, no fue hasta hace recientemente que la misma pudo ha...

Apesar de que Mauro Zúñiga había publicado su novela Espejos de Miseria en el 2010, no fue hasta hace recientemente que la misma pudo hacer el codiciado cruce al mercado europeo. Bajo el nuevo nombre de Diario de una puta: espejo de miserias, la obra fue lanzada el 28 de mayo pasado, como antesala a la Feria del Libro de Madrid.

El ganador del Premio ‘Ricardo Miró’ en 1988 comentó sentirse sorprendido de que al acto se dieran cita lectores interesados en adquirir la novela. ‘Al parecer algunos leyeron las crítica que aparecieron previamente en ‘Le Monde’ y en otros medios europeos’, dijo.

A continuación reproducimos las palabras que durante el lanzamiento de la obra profirió el crítico literario Fermín Caballero Bojart, en el acto que se realizó en el Centro de Arte Moderno, en Madrid:

Es para mí un privilegio estar hoy sentado entre dos grandes narradores. Por ello doy gracias a Luis Rafael y a todos los que habéis venido a escucharnos pero muy especialmente a Omayra Huertas, la mujer protagonista, sin la cual el doctor Mauro Zúñiga Araúz hoy no estaría aquí, porque gracias a su diario nos ha reunido para hablar de su obra, la que Editorial Verbum cataloga dentro de su Colección de Narrativa.

La novela que se presenta hoy y ahora, por primera vez en España, con el sugerente título Diario de una puta. Espejo de miserias aborda, a través de la vida de una mujer, su lucha por sobrevivir y superar todos los obstáculos que cruelmente padece desde niña y que se interponen en su infernal trayecto hacia la madurez. Desembocando en el ejercicio de la prostitución acuciada por su propia madre.

Novela social y psicológica que se alimenta, a lo largo de sus dos primeros tercios, de la experiencia mundana de la violencia en sus más diversas variedades. Maltratada en su hogar, testigo de abusos constantes, la novela arranca en una atmósfera sórdida que resume lo que Omayra ha vivido de niña y presagia lo que vivirá hasta el desenlace final.

Pero el drama no es todo. Hay una balanza que equilibra la búsqueda constante del yo. Una exaltación del amor propio, tan necesaria para triunfar en la vida y que es lo que el autor ha querido apuntalar como conflicto. La superación de uno mismo a través de la identidad con el valor más profundo que una persona siempre debe de conservar: el amor a su propia condición de ser humano.

Equilibrios internos son los que de alguna manera mantienen vivo el interés en cada capítulo. Se sucede a cada desarrollo-desenlace de tensión, su antítesis. Donde el hombre capaz de causar la mayor aberración, puede, como género humano, ser el creador de las más bellas obras. Como el regalo que recibe la propia Omayra de su maestra, un libro de pinturas famosas con la biografía de sus pintores.

Antes de continuar no quiero pasar por alto la portada del libro. Sorolla visita Londres exclusivamente para observar Venus del espejo. Cautivado por el óleo de Velázquez regresa con la idea de abreviar, de silenciar imágenes. Inspirado en el desnudo de Venus, pinta Desnudo de mujer. Sin cupido, sin diosa y sin espejo. Así es la narrativa de Zúñiga, sutil y evocadora. Porque el lector enseguida capta las imágenes esgrimidas o las omisiones a propósito, cómo la de la niña que comienza a ir a la escuela a los siete años creyendo que el mundo es desamor, amargura y muerte en la barriada de El Cerrito.

Estilo Narrativo

Rompe el autor con los cánones preestablecidos de la narrativa lineal y gestiona, con espacios temporales adecuados, el reloj interno de la historia. Avanza el narrador en segunda persona hasta el momento en que la niña se convierte en mujer a los trece. En mujer y en escritora. El diario muda al yo mujer. A una narradora protagonista que nos sumerge en el vivo dolor y en la reflexión arcana de lo íntimo, de lo femenino reservado para uno mismo. Mauro atrapa. Primero encandila porque mete a Omayra en el corazón del lector. Pero a la par le enfurece porque le es imposible rescatarla, luchará impotente, sabedor de cuál es el camino adecuado, obligándole a continuar leyendo. Avanzando en la historia.

El diario marca la diferencia con la tipografía, con letra desenfadada y con una desgarrada inocencia de la cristiana que Omayra lleva dentro, que le lleva a buscar soluciones inconclusas, respuestas a temores. A mantener su identidad. El patrimonio léxico del autor, denota un trabajo paciente y metódico, primero con Omayra escritora, cuyas primeras palabras aprendidas, por escuchadas repetidamente, fueron gritos de dolor en su propia familia. Al finalizar la enseñanza media, un adolescente, por norma general, conoce unos pocos miles de palabras (María Teresa Serafini, Cómo se escribe, ed. Paidós, 2007) y solo los buenos textos llevan a mejorar el vocabulario.

Y así evoca el doctor Zúñiga, la importancia del lenguaje en la narrativa que maneja la niña, la adolescente, la mujer, la prostituta o la enamorada que a lo largo de varios años vamos íntimamente conociendo. Citando textualmente el título de Dr. Jekyll and Mr. Hide de Stevenson, por ejemplo.

Asistirá el lector a un baile de narradores, que se centra mayoritariamente en la segunda persona. Punto de vista que intima con la genialidad del mexicano Carlos Fuentes en Aura. Pasando con brevedad por el narrador omnisciente en tercera persona (Cap. IV otro de ellos, pag. 81; Cap. VI el otro de ellos, pág. 109; Cap. VIII él, pág. 119). Caudal léxico que se consigue con un paso del tiempo que solo el diario demuestra, y con las sucesivas experiencias que la vida depara a Omayra. Su lectura convierte al diario en auténtico ejercicio de estilo a lo largo de los nueve capítulos de que consta Espejo de miserias.

¿Por qué un diario?

Es su inicio, con un arranque soberbio, conciso y afilado, el que va a marcar al narrador en segunda persona, a lo largo de todo el texto, y con el que el autor se centra en recrear las escenas que van derrumbando el espíritu de sacrificio de la mujer, enfrentada al descubrimiento de islotes desiertos. Vacíos en medio de un mar de personajes que ventilan a una muchacha sin rumbo hacia puertos desconocidos y sobre los que vuelve para reafirmar su conciencia de rechazo. Va puliendo el diario con la agonía de una vida destinada al dinero fácil de la prostitución. Conoce del aborto, de la cárcel, del crimen, del odio, del engaño, de todas las agitaciones que dejarán al lector empotrado contra la cruda realidad de una clase social desenfrenada en busca de la utopía de la honradez moral como medio para alcanzar la riqueza del alma.

En el diario se estimula, con la primera persona, la cercanía inmediata. La complicidad. Mediante la palabra el ser humano expresa lo que siente. Sentirá, padecerá el lector con Omayra. Cuando reflexiona sobre sí misma, cuando disiente, cuando se arrepiente, cuando sufre, cuando ama, cuando sabe que no debe seguir escribiendo pero lo hace. Expresar es exprimir. Y el diario toma posesión de ese sentimiento. Penetrará en el lector a su vez y le dejará sumido en la pregunta ¿Por qué escribe Omayra? Más allá de la expresión, evitando posibles respuestas biológicas, o de satisfacción de instintos primarios para comunicarse con seres supremos, a modo de pinturas rupestres, como apunta José Antonio Marina en su ensayo La magia de escribir. Quizás el diario obedece más a una de las nueve causas, que aseguraba Primo Levi, a las que un hombre atiende para ponerse a escribir de manera asidua: La liberación de la angustia.

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