Cómo tratar la gripe en niños

Actualizado
  • 29/12/2009 01:00
Creado
  • 29/12/2009 01:00
MADRID. El tratamiento de la gripe consiste en combatir los síntomas, no hay un fármaco específico para la enfermedad. Aunque existen ...

MADRID. El tratamiento de la gripe consiste en combatir los síntomas, no hay un fármaco específico para la enfermedad. Aunque existen antivirales, en los niños no se utilizan por varias razones.

«Los fármacos antivirales contra la gripe que se usan en adultos no se suelen administrar en niños debido a su eficacia limitada, a la posibilidad de efectos secundarios y la alta aparición de resistencias; además, algunos producen efectos secundarios sobre el sistema nervioso», aclara Susana Antón.

Tampoco deben emplearse antibióticos, ya que ésta es una infección viral y no bacteriana. Tomarlos no sirve para mejorar los síntomas ni para acelerar la curación, y su utilización indiscrimada puede crear resistencia al fármaco.

«Los antibióticos se administran cuando se sospecha una sobreinfección bacteriana secundaria como consecuencia de la gripe; las más frecuentes son neumonía, bronquitis, sinusitis y otitis», advierte la pediatra.

Si el niño tiene fiebre alta durante tres o cuatro días, está muy decaído e inapetente, se lleva la mano a algún oído o presenta dificultad respiratoria, debes acudir de nuevo al médico para que valore la posible complicación.

Para bajar la fiebre y calmar el dolor debe tomar paracetamol según la pauta establecida por el pediatra.

El ácido acetilsalicílico está contraindicado en niños, por el riesgo de que desarrollen un trastorno llamado Síndrome de Reye.

«También puede tomar algún mucolítico para ayudar a que los mocos sean más fluidos, aunque su eficacia está en entredicho», dice la pediatra.

Además de los fármacos, es esencial que el niño guarde reposo, por lo que no debe acudir al colegio o la guardería, y que beba abundante líquido (agua y zumos).

También has de ofrecerle las comidas fraccionadas, es decir, debe comer pequeñas cantidades y más a menudo, pero sin forzar.

Los lavados nasales son necesarios, ya que así evitas que los mocos se acumulen en las fosas y puedan dar lugar a otra infección, como otitis o neumonía. Además, al tener la nariz taponada, el niño no querrá comer ni dormirá bien; de ahí la importancia del lavado nasal antes de cada comida y al acostarlo.

Lo ideal es utilizar un nebulizador de agua marina que no altere la mucosa nasal.

Para ponérselo, acuesta al niño boca arriba girándole la cabeza a un lado y aplica la solución en el orificio nasal superior.

Repite en la otra fosa, girándole la cabeza al lado contrario. Espera unos segundos e incorpora al niño para que expulse las mucosidades.

Vuelve a acostarlo y aspira sus fosas nasales. Utiliza un aspirador con recambios desechables.

Además, mantén cierta humedad donde esté el pequeño para favorecer la fluidificación de la mucosidad.

«La humedad caliente ayuda a descongestionar la nariz, aunque a los niños alérgicos a los hongos puede producirles más tos», advierte la pediatra. Puedes utilizar un humidificador o abrir los grifos de agua caliente en el baño para crear vapor y meterle unos minutos en ese ambiente antes del lavado nasal.

©El PAÍS INTERNACIONAL.SC

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